The Way, Way Back
En esta cinta de los directores Nat Faxon y Steve Rash, quienes también escribieron el guión (y son parte del elenco), la experiencia del adolescente torpe e incómodo es contada de forma magistral y con conocimiento profundo de lo que es serlo, aunque no sé si Faxon o Rash han sido perros. Estos dos también escribieron (recibieron un Oscar) el guión de “The Descendants” una película que admiro profundamente. Con un sentido del humor estupendo, diálogos muy cerca de la realidad de la vida, y una trama simple y eficaz, Faxon y Rash nos llevan por los vericuetos hormonales de Duncan (Liam James) quien tiene 14 años, sin que haya nada de lo que los padres, que debieran llevar a sus hijos y a su nietos pre o ya adolescentes a ver la película, tengan que avergonzarse.
Duncan tiene que lidiar con Trent (Steve Carell) el novio de su madre Pam (la maravillosa Tony Collette), quien, desde el principio, le dice que en una escala de 1 a 10 él (Duncan) es un 3. Van camino a una de esas aldeas del la costa de Massachusetts donde la gente veranea. Trent tiene una casa de playa allí. Conocen a la vecina Betty (Allison Janney, como siempre, estupenda), una divorciada que es alcohólica funcional y que abacora a su hija adolescente y a su hijo de 10, quien tiene un ojo torcido. Pronto se les unen dos amigos de Trent, Kip (Robert Corddry) y Joan (Amanda Peet), y se forma un grupo inseparable. Duncan odia todo lo que ocurre a su alrededor y termina yéndose en bicicleta a un “water park” porque ha conocido uno a de los empleados del negocio.
Allí, expuesto a personas que comparten sus infortunios en una especie de folie-a-cinq sin muchas esperanzas de un futuro, Duncan comienza a superar su timidez y a experimentar situaciones en las que tiene que lidiar con otros chicos que como él están en esa etapa amorfa del comienzo de la pubertad.
Me deleitó la película por su posición casi neutral a las tribulaciones del adolescente. Me refiero a que no se convirtió en un manual, digamos algo como “Cómo criar adolescentes para tontos”. Más bien el problema de Duncan se va resolviendo según se complica la situación de los adultos, un giro que también tomó la trama de “The Descendants” de forma muy efectiva.
No me gustó la mezcla de argumentos irresponsables contra el futuro padrastro Trent. Una cosa es que no respete a su futura mujer Pam, otra es que le pida a Duncan que recoja los platos después que come, que diga para dónde va y que sea cortés. Lo primero me pareció buen motivo para que Duncan detestara a Trent, por lo segundo, Duncan me pareció insoportable e irresponsable. Sí, es típico de los adolescentes hoy día, pero no por eso es necesariamente aceptable.
De todos modos, aún esto está enmarcado en situaciones en las que uno aprecia lo que sucede como parte del engranaje ficticio de una comedia veraniega, no como una sentencia de alguien que tiene todas las respuestas al comportamiento de un chico con dos o tres barros, temeroso aún de las chicas.
Las actuaciones son muy buenas y los principales se alzan ante los retos de un cuento que en realidad no descubre nuevos mundos pero que hace real el que habitan. Tony Collette ha sido una de mis favoritas desde “Muriel’s Wedding”, la película australiana (como la actriz) que la llevó al estrellato. En este filme, cuando se entera de las malas mañas de Trent, ver como deja que su rostro se descomponga con desilusión es un momento cumbre en la película. Igual de apreciable es la presencia de Allison Janey, quien es guapa, vivaz, y tiene una simpatía contagiosa. Completa el cuadro de Sam Rockwell como Owen, el amigo de Duncan quien es el que le consigue trabajo en el parque acuático. Rockwell es un actor natural que se siente tan cómodo ante la cámara que a uno le parece que su personaje existe y que si acude al parque donde se filmó esta película se lo va a encontrar allí, y que le puede encomendar al nieto o al hijo adolescente para que le de lecciones de amor propio.