Un gran útero para los florentinos
En 1402 se convoca en Florencia un concurso entre escultores orfebres. El ganador realizará en bronce las puertas del Baptisterio. El tema es la muerte de Isaac y los concursantes deben demostrar quién es el mejor. Se inicia la batalla entre Brunelleschi y Ghiberti y, aunque hay otros concursantes, el jurado reconoce que la elección entre las propuestas de ambos es la definitiva. Se deciden por la de Ghiberti que se convierte así en el artista que llevará a cabo los cuadrantes de las Puertas del Paraíso, una de las obras más bellas del Renacimiento florentino.
Después de esto y lejos de sentirse desalentado, Brunelleschi orienta su interés hacia la arquitectura y viaja a Roma en varias ocasiones para beber de las fuentes de la antigüedad, para tratar de comprender mediante el estudio pormenorizado de los edificios clásicos, los modelos más importantes de la arquitectura romana. Estos viajes, este acercamiento a las fuentes, este estudio de los edificios, hacen que Brunelleschi sea un artista que representa mejor que ningún otro el espíritu del Renacimiento del siglo XV: buscar, conocer, estudiar, investigar. Actitudes que alejan el arte de la perfección divina propia de la Edad Media y lo convierte en una realidad concreta que en sí misma tiene significado.
Brunelleschi se considera a sí mismo un arquitecto profesional, no un miembro parte de un gremio, no un artífice, sino un artista que crea, que construye mediante la invención de su inteligencia. Es el inicio del individualismo, del prestigio de la cultura y del conocimiento frente al prestigio del nacimiento: Brunelleschi es el primer artista moderno.
Su primer alarde técnico e inventivo lo llevó a cabo en 1418 cuando se convocó un nuevo concurso en Florencia. Esta vez se trataba de algo que hasta ese momento era un proyecto imposible: cerrar la catedral de Santa María de las Flores con una cúpula de grandes dimensiones. Nadie había construido una cúpula en siglos y Brunelleschi estaba convencido de que él podía hacerlo. Comenzó las obras seguro de poder llevar a cabo el proyecto: contaba con un sistema constructivo que le permitía proyectar la cúpula. Es decir, contaba con la posibilidad de eliminar cualquier fracaso o problema antes de la construcción. No podía confiar en nadie, no había pericia para este proyecto, sólo confía en su capacidad, en su conocimiento profundo de la solución, sólo confía en la ciencia y en las matemáticas.
Fue este convencimiento el que le permitió enfrentarse a una especie de huelga que protagonizaron los maestros del gremio de los canteros, cansados del autoritarismo que ejercía el arquitecto. Acostumbrados al trabajo colectivo, no concebían que un solo hombre tuviera el absoluto control de la obra. Brunelleschi los echó a todos para volver a readmitirlos por un salario más bajo. Es la evidencia de que el sistema gremial medieval estaba en decadencia y que la modernidad se abría paso con nuevos códigos. Este y otros eventos le valieron la fama de déspota y arrogante.
Para llevar a cabo la proyección de la gran cúpula, inventa la perspectiva lineal. El invento de la perspectiva lineal, ese conjunto de reglas gráficas y matemáticas tuvo unas extraordinarias consecuencias en la representación occidental durante siglos. Todas las líneas convergen en un punto focal, un punto de fuga que nos hace ver el espacio representado en tres dimensiones.
La cúpula de Santa María de las Flores no es para nuestro arquitecto la continuidad de la construcción de la catedral florentina, es su cierre, es el elemento unificador que dará coherencia y orgullo a todos los florentinos, ya que representará no a la antigua sino a la nueva Florencia.
La cúpula estaba concebida, proyectada y resuelta antes de su construcción y los problemas mecánicos podían resolverse con ingenio. Ya que no había quien construyera cimbras de madera para sostener la estructura, se construiría una cúpula capaz de sostenerse a sí misma con fuerza, equilibrio proporción. Mediante un doble casquete y los aparejos de ladrillo colocados en forma de espina de pez, se consiguió lo que hasta entonces había sido imposible: Florencia tenía un nuevo perfil, orgullo de todos y modelo para el futuro.