Under My Nails, vista por sus autores
«Como uña y mugre» reza el refrán. Ahí debajo se esconde la piel, atrapada y sin poder escapar.
Así vive el personaje de Solimar, del filme boricua «Under My Nails», presa en su propio cuerpo, sus inseguridades, la frialdad de su habitación, la ciudad y las borrosas líneas de identidad cultural latina en los Estados Unidos. Allí debajo de la piel corre la sangre, roja y caliente, como el color que desata profundas pasiones en Solimar.
El filme, producto de un equipo de trabajo de puertorriqueños, estrenó en los cines de Puerto Rico desde el pasado 25 de octubre, se ha presentado a nivel internacional y ha sido galardonado en varias ocasiones.
«Tiene una relación estrecha entre dominicanos, puertorriqueños, hasta un personaje haitiano, en un subtexto político», expresó Kisha Tikina Burgos protagonista y guionista del filme. La actriz estuvo atraída por la comunidad dominicana mientras vivía en Santurce y recientemente en Nueva York.
La hechizante historia va desprendiendo un nudo de historias que entrelazan un reflejo de la realidad socio-cultural de la comunidad latina emigrante con una multiplicidad de vivencias como la exploración del cuerpo y la sexualidad, la cruda violencia verbal, sicológica y física. Asimismo, entre un confuso juego de historias se abordan los temas de los valores y las relaciones dentro de la familia. La compleja trama confronta al espectador con diversas manifestaciones de violencia donde los roles de agresor-víctima son borrosos e indescifrables.
Arrastrada por una pasión desaforada hacia las escenas sexuales violentas de su vecino, la joven Solimar cae en brazos de Roberto (Ivan Camilo) con quien entabla una peligrosa pseudo-relación. Ni se hable del personaje de la típica madre sobreprotectora, en este caso de Roberto, quien hasta llega a advertir a Solimar «que primero la matan» antes que atenten contra su hijo.
Abandonada por su madre y tras haber presenciado el suicidio de su padre, la joven sufre de una profunda soledad en la ciudad de Nueva York donde se desarrolla la trama y trabaja como técnica de uñas. Su negación de regresar a la Isla y de hablar español reflejan su conflicto emocional y crisis de identidad.
Solimar, es interpretada por la puertorriqueña Kisha Tikina Burgos Sierra, a su vez guionista y productora del filme. Su esposo, Arí Maniel Cruz, fue director de la producción rica en visuales y sonidos, amante del detalle y el color, especialmente el rojo y el azul.
Más alla de lo visual
Ambos se presentaron en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras donde conversaron con los estudiantes y la comunidad artística sobre el proceso creativo y de producción del filme.
La historia comenzó como un cortometraje llamado «Piel», hasta que Burgos decidió que tenía el potencial de desarrollarlo. La pareja decidió emprender el proyecto con la insistencia de Burgos quien entendía que no era necesario contar con gran presupuesto y recursos para producir un filme de calidad. Incluso, se filmó con varias cámaras fotográficas prestadas y lentes rentados. Asimismo, se las ingenió para aprovechar al máximo los recursos sin tener que invertir demasiado, planificaban la hora de grabación por la luz solar y escogían lugares donde podían captar extras sin tener que pagarles.
«Tenemos que hacer las cosas con lo que tenemos», dijo Burgos a su esposo quien no dudó en el proyecto y desarrolló un modelo cooperativista y de autofinanciamiento. La producción trabajó en colectivo sin líneas jerárquicas, el editor peleaba por preparar el desayuno, la protagonista buscaba escenografía y hasta el director salía de extra.
«No estábamos trabajando por un sueldo, sino por una causa. El producto no es de uno, sino de todos. Le dimos la vuelta al mundo sin ninguna aportación económica del estado», explicó Burgos sobre el filme presentado en festivales internacionales como Chicago, Cuba, Bruselas y Francia.
«Es una fórmula de producción que hace buen cine, no es el típico ‘Hollywood happy ending’. Es una filme muy interesante sobre todo enmarcado en un contexto caribeño», comentó desde el público la profesora de televisión y cine Ana María García.
La creatividad de Cruz lo llevó a filmar escenas con espejos, recrear lagartijos digitalmente, usar un mismo apartamento como si fueran varios, una misma ventana como si fueran dos, una misma puerta como si fuera otra.
A pesar de las crudas y explícitas escenas sexuales y desnudos, Cruz expresó no sentirse incómodo pues ambos comprenden su trabajo y lo respetan como arte. «No es porque sea descabellado. Pero estoy consciente que un estudio es lo menos sexy del mundo», bromeó Cruz con el público.
Burgos se enfrentó en ocasiones con luchas internas de separar su rol como actriz y su juicio como guionista.
«Llegaron momentos que me tranqué, me di cuenta que el papel lo aguanta todo, el actor tiene que vivirlo con su cuerpo, el papel puede decir lo que sea, ahora, darle vida esos son otros veinte pesos», explicó Burgos.
Su relacion de «uña y carne» se configura de distintos matices ya sea profesional-amorosa, actriz-director, guionista-productor, pero la pareja logró conseguir el balance para evitar conflictos. La combinación de sus talentos conforma una pareja excepcional y a su vez espontánea, incluso intercambiaron sus obsequios para ella quedarse con los chocolates y él con las flores.
La pareja se mostró optimista ante una nueva generación de jóvenes talentosos y comprometidos con el arte a quienes exhortaron a «unir sus esfuerzos» y apoyarse para fortalecer las producciones locales.
Asimismo, se mostraron entusiasmados con sus próximas presentaciones en festivales en Guatemala y Ginebra. Adelantaron, además, que el filme fue adquirido recientemente por HBO por lo que se presentará en la cadena el año entrante.