A veces se aprende a golpes: Creed
Pensé que Rocky Balboa (Sylvester Stallone) estaba acabado después de su última película (Rocky V, 1990), pero me equivoqué. Retirado del cuadrilátero hace tiempo, dedicado a su restaurante en Filadelfia (es oriundo de allí) que lleva el nombre de su difunta esposa Adrian, poco sabe que al otro extremo de los Estados Unidos se está fraguando una historia que lo ha de regresar al boxeo. Por supuesto, es muy viejo para volver a ser un púgil pero, el hijo de su antiguo contrincante Apollo Creed, es un joven truculento y peleador que quiere seguir los pasos de su padre.
Como recordarán en la saga de Rocky inventada por Stallone (este es el séptimo capítulo) Apollo Creed era el mejor boxeador peso completo del mundo y el combatiente más importante que tuvo el campeón ya retirado. Adonis (Michael B. Jordan) producto de una relación extramarital de Apollo ha pasado por correccionales y casas cuna (“foster homes”) la mayoría de sus tiernos años. A pesar de eso o por culpa de eso no ha podido desprenderse de su rabia interna y su rápido recurso a la violencia como la solución a todos sus problemas. Dar y recibir golpes parece ser lo único predecible en su existencia. Cuando parece estar a punto de caer a un abismo aparece Mary Anne (Phylicia Rashad), la viuda de su padre, quien le ofrece que se vaya a vivir con ella. Viviendo una vida acomodada gracias a los millones que dejó Apollo, la mujer puede educar a Adonis y, como resultado, este logra un empleo en una firma de corretaje en la que tiene éxito. El día que recibe un ascenso decide que su vida es el boxeo y renuncia. Porque no lo aceptan para entrenarse en el mejor gimnasio de Los Ángeles, decide ir en busca de Rocky en Filadelfia. Llega allí y comienzan a llamarlo Donnie Hollywood, y no saben que es el hijo de Creed.
La historia escrita por Aaron Covington y el director Ryan Coogler no puede evitar las cosas que ya sabemos sobre las películas de boxeo: el entrenamiento, los pareos con un chata, etc. Hace poco vimos “Southpaw” (2015) y todo esto parecería pietaje muy aburrido. Con lo que no contaba yo, ni tan siquiera lo anticipaba, era que la presencia de Sylvester Stallone iba a modificar lo repetitivo de las escenas que nos son familiares. Por el contrario, la actuación del “viejo”, como le llama Adonis es estupenda y saca el filme de ser solo uno sobre el deporte que menos admiro.
Las razones para mi posición sobre el boxeo las explican los personajes creados para el filme: daño cerebral, muertes innecesarias, avaricia y explotación de los atletas. Son razones poderosas para la posición que toma Mary Anne y el mismo Rocky, pero que no son escuchadas por Adonis. Este tiene la suerte que conoce y se enamora de Bianca (Tessa Thompson), una cantante y compositora que sufre de una enfermedad que progresivamente la hará sorda y que llega a quererlo tanto que también se preocupa por la suerte que corren los que están expuestos a golpes repetidos a la cabeza. El romance me pareció un logro estético de los dos actores y el director: cero escenas innecesarias; en vez, ternura entre los amantes y comprensión del mundo que los rodea.
La historia es también del amor que se desarrolla entre un hombre blanco y un negro basadas en las características que he señalado para la relación entre Adonis y Bianca. (Es también uno de los temas en la ya mencionada “Southpaw”.) Es cierto que entre Donnie y Rocky media un motivo utilitario, que el boxeador retirado entrene a Adonis, pero las escenas entre Jordan y Stallone son tan buenas –magníficas de hecho- que la sinceridad del amor que comparten el uno por el otro se trasmite sin sentimentalismos ni muletillas banales. El joven Jordan brilló notablemente en una película que admiro y recomiendo que todos vean: “Fruitvale Station”, que también fue dirigda por Coogler. En aquella Jordan es un personaje más pasivo que lo que es Adonis, pero la fuerza de este personaje está en perfecto balance con la suavidad y comprensión de la vida tranquila y nostálgica que ha desarrollado Rocky a través de los años. Stallone nos convence de la sabiduría y el sentido común de su personaje y, simultáneamente, nos muestra su fortaleza emocional e intelectual para comprender y aceptar los desbalances psíquicos del joven que necesita su ayuda. Tal parece que toda esa capacidad histriónica de Stallone estaba oculta en los ajetreos en que el joven Rocky y, en particular, Rambo, estaban involucrados. En este papel más sedentario Stallone muestra que es mucho más que un héroe de películas de acción (entiendan que en esta película hay mucha, pero no de parte de él).
Aunque no tiene demasiada profundidad, la película trasmite su mensaje sin ambigüedades ni pretensiones. Creed es un héroe no solo para los jóvenes negros de Filadelfia sino también para los amantes del deporte en Inglaterra. Al mismo tiempo, de una forma solapada, le deja saber al espectador que solamente uno de muchos es el que logra alcanzar la cúspide y que siempre habrá un peleador más joven para destronarlo. Es la lección más profunda que ofrecen los deportes en general, ya que dependen de la durabilidad física. De todos modos, el filme nos da la esperanza de que puede haber buenas relaciones entre las razas, y que eso se puede conseguir a pesar de los golpes que la humanidad ha recibido en vía de querer eliminar el prejuicio. Cuando la vean se darán cuenta que la pelea final del filme nos dice que a veces debemos dejar que los golpes nos eduquen.