El Karma
Pasábamos horas en eso.
Luego fueron los sapos, especialmente los grandes que aparecían cuando llovía mucho. Les poníamos uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco petardos a la vez. Queríamos que explotaran como en las películas. Lo logramos con un cherry bomb.
Al principio era por puro entretenimiento. Pasar el rato en nuestro barrio cuando no estábamos en la escuela. Pero llegó el momento en que esa diversión se convirtió en otra cosa. La empezamos a ver como una actividad científica, de experimentación y aprendizaje. Lo digo así porque no era coger un animal o dos y volarlos a lo loco como anormales sangrientos. Era algo más pensado. Aplicábamos el método científico que aprendimos en la escuela. A falta de sapos usábamos pájaros o iguanas y, tras la explosión, buscábamos los restos del cuerpo para ver en qué condiciones quedaban. Hubo veces que explotamos dos y hasta tres sapos a la vez con varios cherry bombs juntos. ¿Un exceso? Quizás, pero era parte de la experimentación. Gajes del oficio.
De ahí a los gatos y perros pequeños fue un paso natural. Ya no bregaban los petardos ni los cherry bombs, apenas causaban quemaduras y los chillidos eran innecesarios. Con los cartuchos de un cuarto de dinamita fue distinto. Llegamos a usar hasta tres pegados con tape color gris. La explosión era bien cabrona y ni hablar del animal.
A esas alturas ya sabíamos a ciencia cierta que todo dependía del tamaño y el peso del perro o del gato para saber qué cantidad de explosivo necesitábamos. Ahí estaba la ciencia, y eso era lo interesante. Anotábamos en una libreta los detalles precisos y los progresos con cada explosión.
De tanto experimentar Nelson y yo nos hicimos expertos bregando con explosivos y manipulando perfectamente la relación entre potencia y masa a estallar.
Algunos años después, graduados de escuela superior, nuestra vida dio un giro trascendental. Cierto día escuchamos a Junito, el bichote del barrio, hablar sobre su necesidad de eliminar a unos cuantos deudores. Nosotros no estábamos en nada de eso pero vimos una gran oportunidad. Como conocíamos a Junito desde chiquitos le hablamos de nuestro peritaje desapareciendo cuerpos con explosivos. Y le gustó la idea. Era algo novedoso. Incluso, ofrecimos una prueba gratuita.
El día acordado Junito nos trajo a uno de los que le debía dinero. Un chamaco de estatura media y algunas ciento sesenta libras de peso. A nosotros nos bastó mirarlo para saber qué hacer. Nos fuimos al lugar escogido para la demostración, le amarramos una cantidad de dinamita y ya. Fácil.
Junito quedó satisfecho con nuestro método. Justo lo que quería para solucionar su problema. Dijo que hablaría con un par de socios para que también lo vieran. Así fue que Nelson y yo fundamos nuestra pequeña y exitosa empresa. Una agencia de cobros especializada en trámites especiales. Le pusimos por nombre El Karma, solo por lo gracioso. Pero la verdad es que todo el mundo sabe que cuando llega El Karma a cobrarte ya no hay break. Te toca porque te toca. Y nosotros súper contentos haciendo lo que nos gusta. Tenemos una excelente reputación y eso es lo más importante para nuestra empresa. La gente sabe que los servicios de El Karma están completamente garantizados. No fantasmeamos con eso. Nunca. Lo hemos comprobado cientos de veces.