La esclavitud y el cine: controversias de ayer y hoy
La esclavitud en los Estados Unidos, como el Holocausto, es uno de los temas que provoca más controversia en la esfera pública. Cuando un producto audiovisual, cinematográfico o televisivo, aborda el tema de la esclavitud, suele haber reacciones públicas encontradas cuestionando los motivos y el modo de representración, usando como argumento el legado negativo de la llamada “peculiar institution” sobre los que sufrieron personalmente la desgracia de ser esclavos y sobre las generaciones descendientes, incluyendo miembros que reclaman ser víctimas de la esclavitud de sus antecesores.
La última película de Quentin Tarantino, “Django Unchained”, ha desencadenado una corriente de crítica negativa por parte de personas que denuncian lo que entienden es una agenda irrespetuosa, por no decir racista, en su tratamiento de la esclavitud. La reacción más notable fue la del cineasta Spike Lee, quien anunció que no tiene intenciones de ver la película por considerarla un insulto a sus antecesores.
La controversia iniciada por Lee ha sido retomada por otros críticos, quienes cuestionan el estilo excesivo, casi caricaturesco, con que Tarantino aborda los hechos del maltrato a los esclavos y la venganza sangrienta de Django, quien se destaca como un héroe de la violencia armada contra los esclavistas.
Vale la pena repasar un precedente histórico en la historia del cine de otra película que, con la intención de denunciar el salvajismo de la esclavitud, fue foco de denuncias extremas que la calificaron no solamente de racista, sino de una instigación a la lucha armada de los afroamericanos. Lo interesante del precedente es que el filme en cuestión fue hecho para proteger a sus creadores de acusaciones de insensibilidad para con los negros por un filme anterior.
En 1971, el director Gualtiero Jacopetti y el productor Franco Prosperi (mejor recordados por su influyente documental “Mondo Cane”) estrenaron su película “Goodbye, Uncle Tom”. Jacopetti y Prosperi destacaron en la promoción del filme que estaban presentando hechos documentados con una investigación de fuentes primarias de la historia de los Estados Unidos en el siglo XIX y que su propósito era presentar la esclavitud estadounidense en toda su crudeza. Los cineastas querían con este gesto demostrar que su filme anterior, “Africa Addio” (1966)-un documental escandaloso sobre las luchas sangrientas en las naciones africanas recién liberadas del yugo colonial-no fue hecho con intenciones de explotar esas crisis, y que su actitud para con los negros no era condescendiente ni nociva.
“Goodbye, Uncle Tom” asume un marco cuasi-experimental al presentar a unos documentalistas italianos aterrizando en una plantación de algodón sureña en un helicóptero para retratar las condiciones de vida de los esclavos. Los personajes de la película-hacendados, traficantes de esclavos, ministros, doctores, capataces de la hacienda, y figuras históricas-se dirigen a la cámara mientras pronuncian sus parlamentos y emprenden sus faenas, desde hacer desembarcar las multitudes de africanos de los barcos que los traen, hasta llevarlos a sus respectivas áreas de trabajo.
El filme muestra una serie de secuencias sumamente chocantes, en las que el maltrato a los esclavos es la orden del día. Vemos cómo se alimenta a los negros recién llegados como cerdos en el lodazal, tirándoles una pasta asquerosa para que la cojan con sus manos y colocando embudos en la boca de los más débiles para echarles la comida a la fuerza, rompiendo sus mandíbulas. El castigo corporal a los esclavos rebeldes alcanza los extremos del asco; vemos a un niño negro portando unas tenazas con las que se castra a un esclavo, el encarcelamiento de otro en una jaula que se cuelga para dejarlo a la intemperie, y a un doctor que se cubre la cabeza y las manos para no “contaminarse” de los esclavos que revisa para evaluar su condición de salud.
Los incidentes más crudos muestran el trato de las esclavas como juguetes sexuales. Un hombre rubio y grueso con gestos amanerados es el encargado de llevar a las más atractivas a cuartos donde serán avasalladas por sus amos. El encargado incluso le ofrece a uno de los documentalistas acostarse con una esclava muy joven, que aparenta tener trece años.
El desenlace del filme salta al siglo XX, y presenta a un hombre negro vestido de ministro, leyendo las memorias de Nat Turner-quien lideró la rebelión de esclavos más violenta del siglo XIX-mientras fantasea sobre los ataques de miembros de los Black Panthers a una familia blanca. Las secuencias de la fantasía muestran el exterminio del padre y madre mediante hachazos, la destrucción de la sala y la cocina, y cómo un bebé es arrojado contra una pared, manchándola con su sangre.
“Goodbye, Uncle Tom” fue denunciada por la prensa; críticos de la talla de Roger Ebert y Pauline Kael acusaron a Jacopetti y Prosperi de explotación crasa de un tema serio, y de alimentar el odio violento entre blancos y negros. Luego de ser reeditada para remover los momentos más cruentos, el filme no tuvo el apoyo del público, y fue la última película importante de sus cineastas.
Si bien “Django Unchained” no está en peligro de correr con la misma suerte de “Goodbye, Uncle Tom”-2013 no es 1971 en materia de manejar situaciones controvertibles, y Tarantino tiene un grupo de apoyo sólido que promueve el filme-no deja de ser curioso que ambos filmes tienen en común el ser productos de cineastas con agendas creativas muy particulares. Con todo su bagaje histórico e intenciones notables de denunciar la realidad de la esclavitud, “Goodbye, Uncle Tom” presenta su denuncia a través del lente del documentalismo extremo, bordeando los límites del exceso y el buen gusto. “Django Unchained” puede defenderse como una película para el entretenimiento de los seguidores de Tarantino, quienes aceptan los tributos a géneros cinematográficos que caracterizan su obra; en este caso, su homenaje al “Spaghetti Western”.
Como parte de ese homenaje, se da un enlace interesante entre “Django Unchained” y “Goodbye, Uncle Tom”: Tarantino integra a su filme música de clásicos del “Spaghetti Western”, entre los que incluye la canción tema del memorable filme “El día de la ira”, compuesta por Riz Ortolani, distinguido músico del cine italiano que fue responsable de la partitura del filme de Jacoppeti.
A fin de cuentas, la controversia de “Django Unchained”, aparte de ser propaganda gratuita, no es para nada única en la historia del cine. Es cuestión de recordar escándalos del pasado, tomar nota de los sucesos y sus consecuencias, y aprender acerca de cómo el medio se enriquece con los dilemas artísticos y morales provocados por filmes que, dentro de sus contextos de explotación y entretenimiento, tienen algo que aportar al discurso público.