La insoportable levedad
¿La historia se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla?
-Eduardo Galeano
De la democracia dominante
Si la democracia a la que podemos aspirar –dados nuestros haberes, nuestras luchas y nuestras aspiraciones hasta este punto del siglo XXI–, es la que domina en buena parte de los llamados países democráticos hoy, incluido Puerto Rico, podríamos prescindir de ella sin extrañarla un ápice. Qué poca cosa es el simulacro de cada cuatro años si solo nos reporta mayores decepciones. Qué tenuidad más insoportable rige sus caminos y que inaguantable son sus inacciones. La democracia dominante es un tinglado insufrible sencillamente. Promete y no cumple. Afirma y termina negando. Provoca desdén.Exigir una democracia participativa plena es un imperativo. Pero, nos tenemos que educar para su ejercicio en cada gesto cotidiano que supone dirimir nuestras relaciones con lxs otrxs. Pero, nos tenemos que acostumbrar a hacerlo, a exigirlo, a demandarlo. Pero, es imprescindible que lo comencemos a hacer ya.
Imaginemos que es posible tomar decisiones en grupos grandes o pequeños, incluso en relaciones de pareja, que no sean dominadas por gestos jerárquicos, sino por afirmaciones y decisiones horizontales. Imaginemos que se articulan a partir de razones, argumentos y beneficios para el bien común. Imaginemos que nos atrevemos a ser audaces, a estirar la cuerda más allá de los límites del razonamiento democrático dominante y nos podemos imaginar otro entendido social, menos autoritario, menos violento, menos atroz.
Existe nuestra utopía. Existe. Solo basta que nos convenzamos de su deseabilidad urgente en cada uno de los resquicios de nuestro diario vivir. Solo basta con que nos salgamos de linderos imaginarios que inventamos nosotrxs mismxs. Solo basta con que demandemos hacerlo diferente y lo hagamos porque ya este arreglo centenario de la democracia leve no nos sirve para nada. Abandonemos sus engañosos encantos.
Para conseguir lo que anhelo es imprescindible afirmar en cada acto una nueva ciudadanía. Veo ejemplos loables alrededor del mundo. Veo, con una sonrisa, iniciativas locales que abandonaron sin aspavientos el tinglado de la democracia dominante y están sembrando otras formas. Vamos a explorarlas, vamos a ensayar sus nuevas hechuras. Pienso en iniciativas ciudadanas para el rescate de tierras y la construcción de un techo seguro para lxs más vulnerables, pienso en juntes de jóvenes agricultores que apuestan por la sustentabilidad alimentaria y de la tierra, pienso en esfuerzos para articular sistemas educativos y de salud al servicio de la comunidad y no a la inversa, pienso en la elaboración de presupuestos participativos y prácticas de celosa transparencia, pienso en esfuerzos políticos nuevos, como Podemos, y tengo esperanza en una nueva ciudadanía.
Del pesimismo inmovilista
Pero, reconozco que hay sobradas razones para el pesimismo. Este archipiélago en el que vivimos parece no dar para más. Esta tierra en la que existimos parece que va a estallar. Estamos sin aliento. Pasada la espera paciente, nos preguntamos si las instituciones saben para dónde van y nos quedamos en silencio. Y ellas también callan.
Qué manera de profundizar la decepción. Qué manera de hacerlo mal. Qué manera de mancillar hasta el más mínimo gesto de ilusión con el que iniciamos enero de 2013. Entonces, no esperábamos maravillas, pero sabíamos que sería relativamente sencillo superar la gestión de la pasada administración gubernamental. Estamos empezando a pensar que no es tan sencillo.
Hoy somos testigos de un descalabro generalizado, menos retorcido y torpe, pero descalabro al fin. Hoy sabemos que solo contamos con grietas de esperanza. Solo con eso y poco más.
Sin embargo, parafraseando a Galeano, no estamos para ese lujo. No podemos soportar la levedad del pesimismo inmovilista.
Exijamos cuentas. Retiremos confianzas. Construyamos otros pactos sociales más diversos, más inclusivos, más a tono con lo pequeños e insignificantes que somos como especie. Vamos a pensar lo inédito, vamos a planificarlo, vamos a educarnos, vamos a actuar sin tregua. Una nueva ciudadanía es posible de entre estas cenizas. Vamos a escuchar la historia y decretemos que no la repetiremos.