L@s invisibles de la UPR
I am an invisible man. I am a man of substance, of flesh and bone, fiber and liquids – and I might even be said to possess a mind. I am invisible, understand, simply because people refuse to see me.
-Ralph Ellison
Yo no existo. Con esas palabras sorprendí a mi profesor del seminario sobre la obra de Galdós que tomé en mi primer semestre en Austin, cuando, en nuestro primer día de clases, le recordé las palabras de apertura de El amigo manso. ¡Quién me hubiera dicho que esas palabras pronunciadas en septiembre del 1979 serían mi realidad en abril del 2014! De pronto, sin siquiera sospecharlo, confronté mi propia inexistencia dentro de la comunidad en la que he trabajado por 29 años.¿Quiénes somos l@s invisibles de la sociedad? Invisibles somos quienes no nos adscribimos a la norma impuesta y aceptada. La invisibilidad es la manera mediante la cual se elimina al Otro, aquellos y aquellas que representan en su propia existencia las inequidades de la sociedad que habitamos. Somos negras, inmigrantes, pobres, gay, mujeres, discapacitados. Somos las que abogamos por la equidad y la igualdad, por la inclusión, por cambios radicales en las maneras en que se manejan los asuntos sociales. El manto de invisibilidad con que nos cubren no tiene nada que ver con nuestra falta de proyección y todo que ver con estrategias para mantenernos alejadas de los espacios de poder. La ortodoxia por la cual todas somos juzgadas, se oficializa por los poderes institucional y económico, y por la violencia. Así, vemos cómo a las personas que se nos ha invisibilizado se nos niega el acceso al poder institucional y económico, y vivimos recibiendo microagresiones diarias, cuando no actos de violencia letales.
Una manera en la que se mantiene la norma y el control por un grupo cerrado y exclusivo es mediante un sistema llamado ausencia de derecho previo. Esto es, aquellas personas que no pueden demostrar que pertenecen al grupo que maneja el poder o que poseen historial de autoridad previa, no son reconocidas como parte del grupo visible que establece la norma. De esta manera se asegura que personas ajenas al grupo que ostenta los beneficios sociales conferidos por el poder no puedan accesar ese espacio privilegiado. Este sistema es, por tanto, el sistema que las estrategias de inclusión y empoderamiento tratan de desarticular.
Mi participación en el proceso de consulta para la Rectoría de la UPRRP me ha dado una dimensión nueva al evaluar los mecanismos de poder. Porque parte de la invisibilidad es, como me he dado cuenta, el que las invisibles creamos que no lo somos y, por lo tanto, no actuemos para dejar de serlo. En mi caso, siempre pensé que mi lucha contra la invisibilidad me había ganado ciertos espacios de proyección. A pesar de no ser rica ni haber nacido en familia privilegiada, pude ser la primera de mi familia inmediata en ir a la universidad y obtener un doctorado de una universidad prestigiosa. Conseguí una plaza docente en la UPR y obtuve una segunda carrera en derecho que me ha permitido accesar un mundo privilegiado y cerrado, caracterizado, como muchos otros espacios de este archipiélago, por monarquías boricuas. Un gugulazo de mi nombre produce páginas y páginas de referencias a escritos, noticias y fotos, probablemente más páginas que las que producirían gugulazos de muchos que tienen acceso al poder en la UPRRP y que se opusieron a mi candidatura porque yo era “una desconocida”. Mi proceso de permanencia en la UPRM a finales de los 80 y mi matrimonio en el 2004 fueron objeto de extensa cobertura mediática. Pero sigo siendo invisible porque soy mujer y lesbiana, me dedico a la enseñanza en una universidad que aspira a ser exclusivamente un centro de investigación, y he sido activista sin protagonismos. Así, por acto de magia, confronto mi realidad: “I don’t need a cloak to become invisible.”
He descubierto que si no somos parte de la clase privilegiada, para ser visible o aparentarlo hay que ser protagónica. En la Academia eso quiere decir codearse con las personas adscritas al poder, regentar unidades o ser senadora académica, porque todas estas te hacen visible a otras personas de otros departamentos que, aunque no salen de sus espacios, juzgan la visibilidad de l@s demás si sus nombres se manejan por los pasillos de la Torre, sin cuestionar siquiera si su ignorancia del Otro pudiera ser consecuencia de sus propias limitaciones. También puedes ser visible si te dedicas a la investigación y logras subvenciones económicas para la UPR. Aquellas que se dedican a las artes pierden algo de su invisibilidad si logran, luego de años de esfuerzo y arduo trabajo, que sus nombres se manejen regularmente en la prensa del país.
Pero tampoco podemos protagonizar mucho, porque entonces pecamos de ser confrontacionales. Así, puedo pensar en par de incidentes de gran violencia contra mí: por no haberme mantenido en el closet —al negárseme la permanencia en la UPRM —, y haber cuestionado las grandes injusticias hacia unas y los privilegios de los otros —mientras fui miembro del Comité de personal en la UPRRP. Como la Academia es un microcosmos de nuestra sociedad, se repiten los mismos esquemas: la visibilidad en la Academia se adquiere una vez tienes acceso al poder institucional o económico y, sobre todo, participas de él, sin pretender desmantelar las estructuras de poder.
Como dijo Ralph Ellison, la invisibilidad radica no en las personas, sino en la óptica de aquellos que miran: o son ojos que pertenecen a la clase que establece la norma o son personas que no son capaces de ver más allá de las estructuras que nos imponen la invisibilidad. Las primeras solo protegen sus intereses, para perpetuarse en su poder y marginar a l@s invisibles. Las segundas me preocupan más, porque son la mayoría. Esa mayoría, que tiene acceso al poder y al privilegio no por derecho propio, sino porque se presta para mantener la estructura de poder y la ortodoxia, le sirve a la ideología dominante como zona de seguridad, permitiendo, a veces sin darse cuenta, que los espacios de privilegio se mantengan intactos. Su ceguera responde, también, a su particular interés en que no se les considere como parte de l@s invisibles. Y así, bajo la trillada consigna de que la mayoría manda, l@s invisibles vamos invisibilizándonos cada vez más.
Mientras la invisibilidad siga representando la marginación y la inequidad que exista en nuestra sociedad, seguiré siendo invisible. No es una opción para mí dejar mi invisibilidad si, como requisito para el acceso a ese mundo privilegiado, debo contribuir a su sostenimiento. En una de las entrevistas que me hizo uno de los comités de consulta, me cuestionaron si no era muy inocente al pensar que se podrían lograr los cambios que proponía mi plan de trabajo para el Recinto. Les dije que si no lo intentábamos, seguiríamos en el mismo lugar, reproduciendo las mismas inequidades. Ahora, ponderando más esa respuesta, creo que la única alternativa para lograr cambios quizá sea que las invisibles nos convirtamos en uno de esos virus que, subrepticiamente, socavan a los organismos. Solo cuando l@s invisibles de la UPR infiltren ese organismo, se podrán lograr los cambios radicales que permitan eliminar nuestra invisibilidad.
* La autora fue candidata a la Rectoría del Recinto de Río Piedras de la UPR en una consulta recién celebrada.