Solo se muere dos veces
Recuerdo cuando acampaba en los alrededores del Lago Guineo en Toro Negro. Lo más maravilloso de aquella experiencia de mis años universitarios fue aprender que a cierta hora en la tarde, cuando está a punto de ponerse el sol, se oye el chirrido de todos los grillos del bosque acercándose desde la distancia. Se oye ruido, ruido, ruido cada vez más fuerte. Primero es como una sensación rara. Luego es decididamente algo. Más adelante uno se da cuenta de que son los grillos, cuyo chirrido se acerca como una ola en el mar que está a punto de arropar a una. Casi se tiene el instinto de guarecerse del golpe que se avecina. Así de fuerte es la sensación de que se está a punto de ser tragada por algo. Luego finalmente llega. Es una experiencia auditiva, pero uno mira hacia arriba las copas de los árboles y al comprobar que el golpe de ruido no hace daño, sino que se trata de que los grillos madrugan al sol, una sonríe. Bueno, pues así ha llegado la crisis a arroparnos, solo que sin la sonrisa final, porque esta vez el golpe sí duele.
Me he ocupado algo en años recientes en estudiar literatura de ciencia ficción, fantástica y gótica en Puerto Rico. Decía en mis clases y mis escritos que la razón del reciente boom de estos géneros implica una premonición del fin de los tiempos al que nos estamos acercando. Sabía y no creía, tal vez, que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina. Y el fin del mundo llegó. La crisis es tal que el Puerto Rico (el mundo) como lo conocemos ya no será.
Yo salí de la reunión de claustro el pasado 27 de marzo sin entender por qué se insistía en que todos teníamos que posicionarnos a favor de «encontrar soluciones con los portones abiertos.” Me parecía inmaterial el asunto de los portones, por un lado, y por el otro, los argumentos a favor de esta postura: que sin sillas, mesas, proyectores, aire acondicionado, estacionamiento cerca, no se podía reflexionar y ofrecer soluciones a favor de la preservación de la Universidad, me parecían absurdos. Con lo urgente de la amenaza, tan frívolos los argumentos, no me parecía que hablaran en serio. Aparte, el claustro puede hacer las resoluciones que quiera, pero sus decisiones no obligan a los estudiantes. Se me dirá que entonces las de los estudiantes no deben obligar al claustro, pero aquí entra el principio de realidad. Los estudiantes declaran una huelga. Nosotros les decimos que por favor no cierren. Cierran. Entonces yo pienso el próximo paso y no me quedo ahí peleando con ellos porque, a fin de cuentas, quien está cerrando la Universidad es quien le está quitando 512 millones a su presupuesto.
Me preocupa esto tanto que me creí de verdad que nos reuniríamos en el Congreso Multisectorial a pesar de que los estudiantes tienen el protocolo de cerrar portones a partir de declarar huelga. Yo veía claramente a todo el mundo reunido en la Plaza Antonia o en las gradas de la antigua pista deportiva, incluso dentro del teatro de ser necesario, haciendo lo propuesto —una asamblea permanente para dialogar soluciones–, luego de haber entrado caminando por los portones. Esto se podía haber negociado con ellos si hubiera habido voluntad para lograrlo. Me cansé de escuchar que los estudiantes no escuchan y se trancan en su terquedad, cuando mi experiencia directa nunca fue la de encontrar estudiantes agresivos. Nadie nunca me impidió el paso.
Como siempre tomo las palabras al valor declarado, pensaba que de verdad los docentes querían hacer una Reunión Multisectorial. La insistencia en los portones solamente nos habría puesto a antagonizar con los estudiantes y habría desperdiciado la energía que bien podíamos estar gastando en encontrar soluciones. Yo habría estado de 8 a 10 de la noche, todos los días allí dentro del campus de ser necesario y estuve disponible para ello. Y los estudiantes esta vez sorprendieron a todo el mundo. Pudieron entrar los investigadores, la comunidad en general, los docentes que quisieran. Como no surgía el dichoso Congreso, me ofrecí a discutir literatura con los estudiantes, recordando la Universidad Abierta de la huelga de 2010-2011 y, en homenaje secreto a Mara Negrón, a quien tanto extraño en estos días, ofrecí clases frente al portón de Bellas Artes y luego frente al portón de Humanidades, sentados todos en sillas plegables.
Recuerdo que me llegaban voces en el aire de otras personas que, como yo, buscaban el dichoso Congreso como Pedro Páramo buscaba al padre de los recuerdos de su madre, quien resultó ser un déspota. ¿Y el Congreso Multisectorial? Lo podemos hacer afuera, en la acera, decían algunos, desde que los estudiantes convirtieron su paro en huelga indefinida. Y allí frente a la acera fui a una conferencia que ya estaba programada desde antes del paro, con Eva Prados, Armando Pintado y un profesor de contabilidad cuyo nombre no recuerdo. Esa decisión definió las siguientes que tomaría en este periodo. Sentados en sillas plegables, con mesa y equipo de sonido portátiles, escuchamos quienes asistimos a esa convocatoria lo que llevaban más de un año contando los que apoyaban la Comisión para la Auditoría de la Deuda sin que nadie los escuchara. Acá copio mis notas:
La Comisión fue creada porque querían, en el gobierno de García Padilla, darle inmunidad a los miembros de la Junta de Gobierno del Banco Gubernamental de Fomento, porque nadie quería ocupar esos cargos, por los manejos que implicaba el asunto de la crisis que estaba por explotar. Entonces, se cabildeó a favor de la creación de la Comisión con miembros de los tres partidos y docentes universitarios, de los más destacados, expertos en economía y contabilidad, a cambio de la inmunidad deseada. Se le asignó un presupuesto de 2 millones, de los que el gobierno central le había pasado solo 700 mil a la Comisión —puesto que obstruyó su funcionamiento desde el principio y un modo para ello es no pasar el presupuesto a la entidad creada–, mientras que esta contrató una firma independiente para la auditoría al costo de 100 mil dólares (el gobierno deshizo la Comisión con el argumento de que no había suficiente dinero para pagarla —piense en los salarios de la Jaresko y Keleher, entre otros, y lo que implicaría la cancelación de parte de la deuda de 70 billones). Se habría llevado a cabo una auditoría integral o forense que estudiaría si al emitir la deuda se cumplió con la constitución: si se tomó prestado para balancear el presupuesto; si se creó deuda en exceso de 30 años, en violación a disposiciones constitucionales. Estudiaron dos muestras. Encontraron deuda ilegal en ella por un monto de 33 mil millones. Sí se tomó prestado para balancear el presupuesto y sí hay deuda que excede los 30 años, pues la hay de hasta 50 años. El servicio de la deuda excede el límite constitucional también. Hubo falsa representación al momento de contraerla, porque hubo promesa de pago y un año después se declaró el impago. Lo de falsa representación implica a la AEE. Les decían a los bonistas que tenían más ingresos de los que tenían. Los auditores que permitieron hacer esa representación fueron Ernst and Young, quienes a su vez son los auditores de la UPR y asesores de la Junta. Se iba a terminar la auditoría en 3 meses y se habría mirado las deudas contraídas desde el 1972 hasta el presente.
La crisis surge porque se cerró el mercado a Puerto Rico y ahora ya no pueden refinanciar y tienen que pagar. Piensen que los fondos buitre compran deuda que saben impagable, porque cuentan con ganar en los tribunales. La compran a 30 centavos de su valor por dólar y luego pretenden recuperar el valor total a un interés de 700 por ciento.
La UPR tiene que hacer desaparecer la deuda para subsistir. Esa fue la última oración que copié en esa conferencia. Recuerdo que se dijo que la UPR tiene una deuda pequeña, pero la está pagando bien y a tiempo. El presupuesto de la UPR está balanceado. Los cortes a la UPR son para pagar esta deuda no auditada e ilegal, no la deuda de la UPR. A partir de ese momento me uní a las batallas para evitar que se deshiciera la Comisión. El día en que en la Legislatura deshizo la Comisión fue el primer día en que compañeros de PAReS recibieron gas pimienta.
No recuerdo bien dónde ni cómo encontré a PAReS. La primera vez que fui iban por su tercera reunión. De momento los vi y, no sé por qué, pensé que quienes querían que se celebrara el Congreso Multisectorial se estaban reuniendo para organizarlo. Fui. Profesorxs Autoconvocados en Respuesta Solidaria. Se trata de gente que cree cosas diversas, pero que no puede quedarse esperando a ver cómo se resuelve el asunto de la huelga estudiantil sin hacer nada o haciendo en contra de ellos. Temprano se decidió no discutir sobre los portones. La idea era que si nos quedábamos en “portones abiertos/portones cerrados” no llegaríamos a ninguna parte. Lo que estaba claro para todos era que un recorte de 500 millones del presupuesto de la UPR significaba su muerte. Entonces habría que luchar contra esos recortes.
Y ahora recuerdo la explicación del filósofo Slavoj Žižek sobre la muerte. Cuando él dice en su estilo humorístico que solo se muere dos veces da un ejemplo; nos recuerda al correcaminos y el coyote. Este, a menudo, corre y se queda sin piso. Está corriendo en el aire. En ese momento, explica el filósofo, está muerto. Solo que no lo sabe todavía. Cuando mira hacia abajo y ve que no tiene bajo sus pies tierra que lo sostenga, entonces cae al vacío. Esa es la segunda muerte. Entonces, toda la comunidad universitaria, a partir del anuncio del recorte de 500 millones, ya está muerta y no se quiere dar cuenta. Hay quien quisiera seguir corriendo en el aire (acondicionado) como si no fuera cierto, pero la realidad –que en este caso equivale a la gravedad— los halará hacia el vacío. Pero la literatura fantástica me enseña que, como Drácula, tenemos la capacidad de metamorfosearnos, desarrollar alas y volar. O como el fénix, renacer de las cenizas. A fin de cuentas, por el colonialismo de nuestros orígenes y nuestro presente, nunca hemos dejado de morir y renacer; de ser monstruos, Calibanes maldicientes, aunque nos queramos Arieles.
Veo en un debate radial que un profesor de sociología argumenta que la noción de que todos deben participar de cuerpo presente en una asamblea para debatir es obsoleta. Esa noción, sigue su argumento, refiere a los griegos que excluían a quienes no fueran ciudadanos y a las mujeres de la participación y la votación. Así defendió el voto electrónico que daría participación a todos, como uno más democrático. Pero, votar sin información correcta, a partir de la propaganda de los medios, ¿es democracia? Hace rato que lo que se llamó el cuarto poder, que es la prensa, dejó de ejercer la función de fiscalizar el Estado y ya no es más que parte de la máquina de propaganda del Estado, como demostró Orson Welles en su clásico del cine llamado Citizen Kane, película que representa la vida de William Hearst, el inventor de la prensa amarilla en Estados Unidos.
Lo que he aprendido con PAReS, aunque ya lo sabía por algunas lecturas, pero no lo había vivido, es que los nuevos modos de hacer democracia se gestan desde la participación. Por eso nos autoconvocamos. Por eso insistimos en tomar decisiones a partir del consenso y de manera horizontal. Esto implica largas sesiones de debate en las que todos: profesores con plaza y sin plaza, gente con puestos administrativos y senadores, miembros de la APPU y otros que no se sienten representados por ella, hablan y son escuchados. Si no hay consenso, acordamos seguir discutiendo. El comité de ayuda humanitaria se ha ocupado de que los estudiantes coman y estén bien física y emocionalmente. El comité de prensa se ha ocupado de corregir la propaganda maligna que circula en los medios que representan la gesta estudiantil como espectáculo y que no investiga para mostrar la complejidad de los asuntos. Hay gente trabajando en reflexionar sobre la reforma universitaria. El comité bisagra busca crear alianzas con otros recintos y otras organizaciones civiles, puesto que se trata de una crisis de país y no universitaria. De hecho, los reclamos universitarios desconciertan a muchos, puesto que no pueden ser atendidos desde dentro de la universidad exclusivamente. Me pareció acertado un análisis que leí en alguna parte que proponía que no se trata de una huelga sino de un movimiento social. Eso explicaría el contundente primero de mayo, que tuvo además la violencia que se llevó las primeras planas, al estilo black blocs –término que he aprendido y sobre el que estoy leyendo solo recientemente. Todavía no tengo opinión al respecto, pero está claro que la violencia del primero de mayo no fue provocada por los estudiantes. Hay mucha gente molesta por lo que está pasando. Es que en el mundo los bancos se están apropiando del bien común y por todas partes la juventud sin futuro se levanta, algunos con más violencia que otros, a reclamarle al Estado que detengan la vorágine que nos convertirá en zombies.
En sintonía con los tiempos y a la altura de la mejor cultura universitaria, la Rectora interina saliente (del Recinto de Río Piedras), Carmen Haydée Rivera, atendió como mejor pudo estos reclamos. Dijo en una reunión que sostuvo con PAReS que lo que se lleva de su experiencia es el haber aprendido el valor de la mediación para resolver conflictos. Contrató mediadores profesionales luego del tranque inicial en las conversaciones. Institucionalizó el Comité de Diálogo Multisectorial. Cabildeó para que se firmara a nivel de administración central la creación de la Comisión Universitaria para la Auditoría de la Deuda y prefirió renunciar antes que pedir la entrada de policía o milicias privadas para resolver el conflicto mediante la violencia.
Quien quiera levantar la huelga tiene que convertirse en un ciudadano político. No hay otra manera. El país que debe morir es el de los subterfugios y los juegos de poder y los privilegios. Si fuera estudiante, tiene que convocar a sus seguidores y llevarlos a la asamblea a votar por lo que creen. Tienen que aparecer porque es lo que está reglamentado y es lo democrático. Porque solo así podrá enterarse de qué se ha hecho, qué se ha logrado, cómo y por qué, más allá de la propaganda maligna que criminaliza a los estudiantes y, con la información a la mano, entonces, puede debatir y argumentar su punto sobre la deseabilidad de la apertura y del cese. De convencer, gana. Quien no va preparado a una pelea, en cualquier deporte, no puede alegar trampa porque perdió cuando el oponente sí se preparó. Pedir voto electrónico es como pedir ganarle a Mónica Puig jugando Wii. Por otra parte, los fantasmas del pasado nos ocupan. No se puede acusar a las asambleas estudiantiles de este movimiento de ser violentas contra la oposición porque no lo han sido. Hay que observar la realidad objetiva y analizarla sin prejuicios.
Entonces, las conversaciones progresan. Surgen profesores que se autoconvocan, sin entender bien las dinámicas de la democracia participativa, a vestirse de blanco y marchar del lado de la avenida Ponce de León más lejano a los portones (y dicen que no le temen a los estudiantes) a favor de la apertura, acusando a la ex Rectora interina, a los colegas que están haciendo cosas públicamente, de no haberlos incluido en los procesos cuando ellos mismos decidieron excluirse por el tema de los portones. Cuando cruzan la avenida y se acercan, es a dar ultimatums a grito pelado con argumentos que no profundizan más que los cronistas radiales que venimos escuchando desde que comenzó todo. Esa es la universidad que debe morir a partir de esta crisis.
A mí lo que me da miedo es que no se audite la deuda y que aceptemos pagar lo que los mismos buitres aceptan que no se debe pagar íntegramente. Me da miedo la criminalización de la protesta. Me da terror cuando aparecen carros no oficiales y personas no uniformadas que secuestran ciudadanos, como ya ha sucedido dos veces. Leo, leo, leo y me preparo. Converso para enterarme de lo que sucede. Me reúno y escribo. Tengo lo que llamé en tono de chiste, porque sin el humor no se sobrevive, mi protesta pack. Una mochila que contiene toallas pequeñas, mascarillas, goggles, una máscara antigás hecha en casa un con padrino de soda, que ya tuve que usar una vez el primero de mayo, solución Seattle, el teléfono que solo se desbloquea con mi código y ya no con el pulso. Uno nunca sabe. El primero de mayo, luego de haber participado en un comité ad hoc que llamamos el Comité Crayola, en el que pasamos una tarde pintando carteles, marché. Al llegar nos disgregamos. Caminé para ver qué sucedía. Ya habían roto los cristales del banco y a ritmos periódicos venía gente corriendo huyéndole a los gases. Caminaba con mi ex, con quien me encontré para no andar sola, de la Ponce de León a la Fernández Juncos, buscando el modo de regresar caminando a mi casa y no se podía pasar. Decidimos regresar en tren y cuando entramos coincidimos con una masa de gente que venía corriendo, huyéndole a los gases. Cerraron la reja de entrada al tren y quedamos atrapados con los gases. El funcionario del tren fue rápido. Abrió los tornos para que la gente no se aplastara y propició que subieran las escaleras a la plataforma del tren rápidamente. Saqué mi máscara y me la puse. Repartí mascarillas y goggles. Allí había ancianos y niños, personas jóvenes y no tan jóvenes, como nosotros. Había una muchacha joven llorando al borde de la histeria que decía: “¿por qué nos hacen esto si no hicimos nada?”, mientras otras muchachas vomitaban arrodilladas al borde de las vías del tren. Nos acercamos. Le di una mascarilla y la abracé. Respiramos juntas poco a poco y se calmó. Me sorprendí de la potencia de un abrazo. Escapamos por la salida de emergencia.
Al participar con los autoconvocados de PAReS he tenido la dicha de trabajar con colegas a quienes conocía de saludo, o no conocía en lo absoluto, con quienes nunca había tenido una conversación porque la Universidad nos divide por facultades. Nos hemos conmovido y asustado juntas. También nos hemos enojado a veces, para luego insistir en acercarnos. En las actitudes de mis colegas no he visto más que inteligencia y experiencia puestas a la disposición de la Universidad y del País, con generosidad absoluta. A veces pensamos que es el fin y que todo terminará en la olla común y la búsqueda de modos para la supervivencia (cuando pienso eso siempre me acuerdo del mar y Yemayá me calma; ella alimenta y acuna y recrea). Nunca pensamos que el temido fin habrá sido por culpa de la huelga. Lo bueno es que también creemos que hay modos de seguir pensando críticamente el mundo desde las disciplinas de cada cual, que la universidad somos nosotros en diálogo con los estudiantes, que esta muerte no es la definitiva, porque luego de la muerte viene el renacer. Como si esta guerra que se nos viene encima no fuera más que el sonido de los grillos que nos arropa y se pudiera sonreir al final.