The Counselor: se pierde el camino al andar
¿Qué se puede decir de un narcothriller que cita a Antonio Machado como parte de su lección moral? Primero, que es una película con un guión escrito por alguien que es más educado o, por lo menos, más versado en literatura mundial que el guionista promedio. Ese parece ser el caso pues se trata de Cormac McCarthy, a quien Harold Bloom considera, junto a Don De Lillo, Thomas Pynchon y Phillip Roth, uno de los cuatro mejores novelistas norteamericanos de su época. Segundo, que la cita de Machado no es solo de pasada sino que tiene mucho ver con la situación en que se encuentra el personaje principal: el abogado del título. Además podemos establecer que el tema del filme, el trasiego de drogas, es algo que ha estudiado o imaginado bien su autor quien, después de todo, escribió el libro en el que los hermanos Coen basaron la magnífica “No Country for Old Men”.
Los detalles de la trama son tales que no se puede revelar que es lo que ha de mantener al espectador en el borde de su asiento, de modo que nada diré que no se haya visto en los avances de la cinta. Si la trama es tortuosa más lo es el laberinto de engaños y traiciones que conducen al protagonista por el camino que se forja él mismo. Ese camino que hace al caminar involucra al abogado del título (Michael Fassbender) en un negocio que desconoce y que es tan mortal como una víbora hambrienta. Enloquecido de amor por Laura (Penélope Cruz), una mujer con inclinaciones conservadoras y religiosas que lleva con él una relación a larga distancia, decide entrar en la transacción de drogas para poderse casar y vivir en la opulencia a la que está acostumbrado.
Un amigo y cliente suyo, Reiner (Javier Bardem) es un hedonista que vive una vida de lujos y sexo con una mujer voluntariosa, mentirosa y peligrosa. Malkina (Cameron Díaz) es amoral y guarda y conoce secretos que le permiten estar en control de todo lo que ocurre a su alrededor. El día lo pasa junto a Reiner tomando martinis y manhattans, y viendo sus dos ocelotes cazar liebres en el campo. Le fascina ver a los dos gatos cazar porque es “elegante y letal”.
Para concretar el negocio, el camino del abogado (nunca se dice su nombre) lo conduce hacia Westray (Brad Pitt) quien le advierte que piense bien lo que está haciendo y que, en ese camino que se hace al andar, se ha de encontrar cosas que van más allá de lo que puede concebir.
El suspenso de la película está en los vericuetos por los que nos lleva la construcción del negocio y los pasos que toman los carteles para esconder su producto (y sus muertos). Como ya se imaginan por mi introducción, aunque la película tiene acción, ésta no es lo que propulsa a los personajes ni la que mueve nuestro interés. Sorprende, por lo tanto, que es precisamente eso lo que debilita el filme. El tempo de “No Country for Old Men” lo proveyó el personaje Anton Chigurh (Bardem) y la acción encarnada en la dirección y el guión de los Coen. Aquí, no importa cuan literario sea el guión, el “thrill” está suprimido por la falta de ritmo de un guión demasiado cerebral para su bien. Hay de hecho, una especie de letanía que usa la palabra “cautionary” a lo largo de la película para indicarnos que vamos a ver un cuento de advertencia y amonestación, algo que me parece tan obvio que era innecesario enfatizar tanto. Desde que un joyero en Ámsterdam usa el término para describir un diamante, hasta que la palabra diamantes completa la imagen de la advertencia al final de la película, nos damos cuenta que este guión hubiera sido mejor una novela que un filme. Y que, de haber sido así, debieron haber dejado a los Coen para convertirla en película. No que no haya disfrutado del diálogo exquisito y los proverbios morales, es que a la mayoría se le dificultará ver un thriller con poca acción.
Ridley Scott es un director sobresaliente quien tiene en su filmografía varias joyas imprescindibles para la historia del cinema en el último tercio del siglo XX (“Alien”, “Blade Runner” y “Thelma and Louise”) y del XXI, un filme que es para mi un logro especial, “Black Hawk Down”. Pero en esta cinta se ha rendido a la “literatura” y esta no le ha servido bien a la historia ni a la acción.
Por suerte, las actuaciones, en este año de actuaciones excelentes, son muy buenas. Como el abogado del título Fassbender rinde una interpretación fuerte y conmovedora de un hombre enamorado que se ha construido un camino demasiado tortuoso y peligroso. En las últimas escenas de la cinta nos muestra una combinación de sensaciones poderosas y convincentes. Penélope Cruz es más bien un adorno en esta tragedia cuyos únicos momentos de comicidad los provee quien en vida es su marido, el absolutamente impactante Javier Bradem. Bardem, con un peinado muy chic, espejuelos de lentes entre violetas y color rosa, camisas de tela de Versace, y pantalones de hilo blanco, botas de piel de culebra y un trago en la mano, es el epítome del vividor hedonista que no sabe qué hacer con su dinero pero que sí comprende lo que le espera. Su presencia es una de las cosas mas disfrutables del filme. Esto a pesar de una actuación estupenda y carismática del carismático Brad Pitt, quien de vez en cuando le recuerda a uno que es un buen actor. Lo otro que sobresale, por no decir más, es Cameron Díaz. Con una sonrisa sarcástica y con una mirada que derrite un témpano de hielo en Antártica, esta hermosa mujer es una malvada moderna y contemporánea digna de la época renacentista. Es una pantera letal en ropaje de pasarela.
La cita de Machado la oímos de labios de Rubén Blades y, a aquellos que sabemos de qué se trata el poema, nos conmueve, pero nos asombra en el contexto que se usa. A los que conocen las palabras como una canción de Joan Manuel Serrat también les parecerá extraño. Los que no lo conocen, se limitarán a asociarlo con lo que ocurre en la película y a escuchar la advertencia que con las drogas ni se camina ni se juega, y que el único camino que se hace es el del infierno. Pero no sabrán de qué hablaba el poeta.