ADÁL MALDONADO: fragmentos de un discurso amoroso
“El Color es para mí un postizo, un afeite (como aquellos que se les prodiga a los cadáveres). Puesto que lo que me importa no es la «vida» de la la foto (noción puramente ideológica), sino la certeza de que el cuerpo fotografiado me toca con sus propios rayos, y no con una luz sobreañadida.
(De este modo, la Fotografía del Invernadero, por descolorida que esté, es para mí el tesoro de los rayos que emanaban de mi madre siendo niña, de sus cabellos, de su piel, de su vestido, de su mirada, aquel día.)”
(Fragmento de La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía, 1980: R. Barthes)
a Francisco José Ramos, por invitarme a estar atento a las palabras…
El pensamiento se origina en la mano
Cuerpo e imagen significante en tanto que humanos. Potencia expresiva en acto. En los múltiples ámbitos en que se manifiesta el dinamismo de la práctica fotográfica contemporánea, el cuerpo humano continúa actuando como soporte material y elemento nutricio de la imagen artística. Inevitable juego de recursividades: un ojo que da cuenta de un cuerpo que es captado por un lente que da cuenta de un cuerpo que capta a otro en acto que da cuenta del lente que lo capta y así, hasta el infinito. Juguemos. Como en el poema Niño de Juan Gelman, diré que conozco la fecha pero no el día [en que me fue presentado Adál Maldonado]. A lo Barthes, recuerdo los rayos que expulsaba el rostro de la mujer que posaba sobre la cama, en aquella sesión estival de fotografía en Santurce a la que fui invitado como testigo casual. Fuimos tres los presentes en dicha escena iniciática: el fotógrafo, el cuerpo del delito y yo. Luz, sombras intermitentes que no se doblegaron ante la luz del lente que lo embrutecía todo. Tuvieron participación fantasmagórica, a lo largo de la sesión, Jean Cocteau, Marcel Duchamp, Rimbaud, Jean Genet, A. Breton, Pedro Pietri, Evaristo Rivera Chevremont, Allan Kaprow, Mallarmé, Orson Wells, René Magritte y George Orwell.
Vienen a mi mente los dispositivos tecnológicos presentes en la habitación-estudio: lentes cámaras trípodes relojes urnas sobres bombillas papeles platillos voladores palabras en desorden fotogramas el pensamiento la memoria y una escalera-observatorio. Soporte que usaba para erigirse y cometer el acto de ultraje simbólico contra los cuerpos. Desde aquel pequeño mirador con su cámara-arma en mano, el cuerpo físico del fotógrafo tomaba una postura que me hacía pensar en la escultura El hombre que camina, de Giacometti. Una vez más el cuerpo participando en los modos de configuración del gesto artístico. Anartista, des-artista, desaforado, Parresiastés de la visualidad, ufólogo, mitólogo, mitógrafo, coleccionista, jíbaro existencialista, mentalista, puntual, anatema, voyerista profesional; jugaba cadáver exquisito; patafísico de vocación. Me obsequió un Diccionario de lugares imaginarios (literal). Fue maestro de la ironía, del ilusionismo, del disimulo, del ocultamiento, del escaparatismo, del juego escénico, del birlibirloque, del como si, del lleva y trae. Y del Fort-Da. Precisamente Maldonado desaparece de este mundo el mismo año en que también llevó a cabo el último performance de su vida el contemporáneo artista búlgaro, Christo. Común y singular acto.
Ahogados sometidos al voyerismo espectral de su propio reflejo. Nueva York, París; vestigios del síndrome de Diógenes; un concierto de Mambópera; escenas de cine noir; un hombre con la cabeza dinamitada, mientras otro me apuntaba al mismo tiempo, fijamente a la cabeza, con una pistola. Un auténtico encuentro rilkeano, en el que la belleza actuaba como inicio de lo terrible. Durante nuestro primer saludo me estrechó una mano postiza engabanada, la cual me enteré luego que había sido elaborada por su entrañable Pedro Pietri. Con el paso de las horas fui testigo de que en aquella casa los objetos no cumplían función decorativa de attrezzo. En cambio, aquella misteriosa mano me condujo al momento transgresor del filme de Cocteau –artista admiradísimo por A.M.–, en el que la mano atraviesa un portal de agua. Por medio de aquel saludo-ritual entendí entonces que, de igual forma, atravesamos cierto umbral de la experiencia artística. Podríamos articular analógicamente aquella mano, en términos antropológicos, como una mano creadora, que actúa no sólo en la fabricación de artefactos útiles para la sobrevivencia, cuanto como elemento potenciador y correlato de la expresividad del lenguaje verbal. Me refiero al origen del entramado gestual que describe Leroi-Gourhan. Articulación que también subyace en la fotografía como disciplina de la visualidad artística. Es la mano que equilibra los órganos faciales en conjunto con el lenguaje verbal. Aquella capaz de producir símbolos que no dependen directamente de este lenguaje, aunque se manifiesten paralelamente.
Adál Maldonado nace y se forma como artista en el entramado histórico del siglo corto esbozado por el historiador Erick Hobswan. Periodización que inicia con la Primera Guerra Mundial y culmina con la disolución del bloque soviético. Nace dos años antes de que estalle la guerra de Corea. Tres años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Su llegada al mundo coincide con las históricas elecciones generales en Puerto Rico. Mismo año en que aparece Frank Abignale Jr. Sale a la luz el maravilloso texto 1984. Gaston Bachelard publica el ensayo La tierra y las ensoñaciones del reposo. Escrito decisivo para el futuro desarrollo de la propuesta de Maldonado titulada Puerto Ricans Underwater. Proyecto para el cual bebió además de El agua y los sueños, del citado autor francés. 1948: se pone en circulación, en Nueva York, la primera cámara instantánea comercial Polaroid Modelo 95. Thorton Wilder publica Los idus de marzo. Año del lanzamiento del tema musical Rollin´ Stone, de Muddy Waters. John Cage compone la Suite para un piano de juguete. Época de las imágenes artísticas de Lisete Model, Henri Cartier-Breson, Jack Delano, Pierre Verger, Florence Henri, Alferd Stieglitz, Hans Namuth, Man Ray, et al. Nace el Estado de Israel. Arshile Gorky se quita la vida.
El pensamiento se origina en la boca y entra por los ojos
La imagen fotográfica no cesa de reconfigurarse. Es en este sentido que podríamos hablar de una relación directa con las estructuras articuladas del lenguaje y de la práctica fotográfica como lenguaje estructurado. La fotografía no dejará de ser en tanto exista un ojo deseante, y no persiste como imagen en el tiempo sólo en virtud del único hecho de su reproducción en masa o de su insersión en los mercados económicos. Conforme las captaciones ordenan el mundo y cuestionan los sentidos sedimentados culturalmente, podríamos establecer una relación sintáctica entre las imágenes producidas y el espacio en que se fraguan. ¿En qué medida podemos vincular, de igual modo, la palabra en su uso cotidiano, con relación a la experiencia artística, más allá del formalismo técnico de insertar/juntar grafemas mecánicamente en el plano de representación simbólica de cualquier obra artística?
Retomemos el relato.
“¿Nos tomamos un café y conversamos?”, me preguntó con tono severo el artista anfitrión.
“¿Con qué inventos vendrá ahora este tipo?”, pensé.
En cuestión de minutos, lo que parecía una simple charla de sobremesa se tornó en el discurrir del diálogo como llamada a la acción. Digámoslo así: no me parece que la obra visual de Maldonado deba ser entendida como un gesto “político” nada más porque proyecte rostros de personajes conocidos en un soporte o porque presente fotos de denuncia de problemáticas socialmente identificables. Tampoco es de naturaleza política su obra, a mi modo de ver, solamente porque saque a la luz de manera literal o simbólicamente las formas del Poder y Control Estatales. Más allá del hecho de visibilizar y crear conciencia (asuntos sin duda importantes), comprendamos las palabras como tejedoras del acontecimiento artístico. Forjadoras de la vida afectiva de las personas.
Dialogar con Adál Maldonado no fue un mero elemento decorativo, ajeno o accesorio a sus prácticas y metodologías artísticas. Del mismo modo su obra no me pareció propia de una estética pompierizante, arcaizante o de corte técnico-arrogante. Pienso genuinamente que el anartista intentaba recrear un espacio físico-afectivo en el que la pregunta fundamental sigue siendo ¿cómo vivir juntos? En algún lugar leí recientemente una nota sobre Maldonado, que decía algo así como que él era una especie de “explorador visual del ser”. Mentiría si afirmo conocer los enigmas que oculta esta perífrasis sin parangón, la cual rehúye a la clasificación (al igual que la propuesta visual de A. M.). Lo que sí pude constatar a través de mi experiencia es que, en el ámbito de la representación sensible, da la apariencia de que sus fotografías se originan gracias a la ejecución técnica de una mano apropiadora. Cuando en realidad sus imágenes tienen como génesis fundante la boca: la palabra.
Saber, sabor. Comparten mucho más que el étimo. Juego, palabra, ironía: componentes serios y decisivos en la configuración y desarrollo de su propuesta artística. Al menos eso me hizo creer en más de una ocasión. Recojamos el sentido captado mediante una pregunta: ¿será que la obra fotográfica de Adál Maldonado, pensada como conjunto, pudiera ser significada como una amplia meditación en torno a pensar el arte como el juego para la vida, y la vida entendida como la puesta en escena de ese gran juego? Representó, entre otros, el juego del ritual colectivo del bautismo en aguas; el de sumergirnos y que nos cronometren el tiempo transcurrido antes de emerger a la superficie. Así como el juego del arte entendido como cosa mentale, cuando pegaba un guineo a su frente y afirmaba que era capaz de conocer sus más profundos pensamientos. Jugar a buscar evidencias de las cosas no vistas, o a ocultar su boca tras una papa (Papa not Dada: Autoportrait post René Magritte, 1998).
El instante del juego-simulacro –acudo a R. Callois–, del fingimiento reglado mediante representación simbólica. Atarse velas a la cabeza como si fuesen explosivos, precisamente, porque sabe que son velas y no dinamitas, teniendo la seguridad de que no explotarán (ver la pieza Blue Bananas on Fire and Blueprints for a Nation, 2004). Jugó al abracadabra; a hacer desaparecer y aparecer gente frente al espejo (vean la obra Suspended Moment). Participó en su Proyecto UFO: Ficciones mentales sobre Utuado (2012) del mismo juego de Orson Wells iniciado en La guerra de los mundos, transmitido en 1938. En otras palabras, Maldonado no quiso perderse un sólo juego del Arte. Su travesía final: la del Paseante frente a las nubes de Caspar David. Pasó sus últimas horas amando formas desde el cuarto-observatorio en que yació. Lo imagino en aquel paisaje:
callado como un niño bajo los gordos buitres
que le comían de todo / menos el pensamiento
de cuando [él] se unía como un ramo
de dulzura y lo tiraba en la tarde.
Continuemos avanzando.
Salvemos de las llamas eternas cierto ámbito veterotestamentario que alcanzó nuestro diálogo.
A.M.: “Brother, ¿conoces algún cura para filmar unas escenas que necesito?”
Por alguna desconocida razón, ésta fue la única petición en que me insistió el artista en más de una ocasión, en encuentros futuros al que narro, como si él olvidara sistemáticamente las respuestas que al respecto le había dado.
No lo verbalicé, pero mi primera reacción fue: “¡Aquí hay que joderse! Vine de presentao y ahora me han visto la cara de… ¿seminarista? ¿Será un fetiche particular del fotógrafo con los curas…? ¿Estaba haciendo uso de sus superpoderes de mentalista y, de alguna manera siniestra, él sabía que mi progenitor es pastor, sin yo habérselo dicho con anterioridad?”
Yo qué sé. Me pasó de todo por la mente.
“¡Te ofrezco a mi padre en sacrificio inmolado!”
Logré articularlo, sin saber de qué iba aquello.
[Silencio incómodo… genitivo… Silenciorum].A.M.: “¡Tu padre no me sirve, porque es pastor evangélico! ¡Yo necesito un cura de verdad, no a un reverendo! El Padre que haga de cura del pueblo, con sotana y todo. Capaz de absolver pecados, confesar y exorcizar, de ser necesario.”
“Pues yo conozco a un cura… pero es un mamao de siete pares de cojones”.
A.M.: “You know what?… mejor dejémoslo así…”
Y la verdad del caso es que dicha dimensión clerical se encontraba ya presente en su obra. Basta con recordar la perícopa de Pedro Pietri de 1990, plasmada en cartel con fondo negro y tipografía blanca –a mi entender, porque son palabras con luz–, documentada por el lente del artista utuadeño. Y dicho quede en letras unciales. Suscriba yo también la presente:
I CANNO† SAVE
YOUR SOUL
WI†H RELIGION.
I CAN SAVE
YOUR LIFE
WITH A CONDOM.
REVEREND PEDRO
«Fotografiar personas es violarlas, pues se las ve como jamás se ven a sí mismas, se las conoce como nunca pueden conocerse; transforma a las personas en objetos que pueden ser poseídos simbólicamente. Así como la cámara es una sublimación del arma, fotografiar a alguien es cometer un asesinato sublimado, un asesinato blando, digno de una época triste, atemorizada. Quizás con el tiempo la gente aprenda a descargar más agresiones con cámaras y menos con armas, y el precio será un mundo aún más atragantado de imágenes». (Susan Sontag, Sobre la fotografía, 1977)
Retrato de Susan Sontag (1980) lleva por título la fotografía mediante la cual la pensadora de origen judío fue sometida a la violencia retiniana del Monsieur Maldonado. Son dos los aspectos sobre los que quisiera fijar la atención, en cuanto al retrato en cuestión. ¿Cómo podríamos interpretar la manera en que la imagen del cuerpo de Sontag es captado e insertado en el plano de representación? Y ¿qué relación guarda esta imagen proyectada con la propuesta fotográfica de Adál Maldonado? Digamos primeramente que Susan Sontag no aparece escribiendo, leyendo o hablando. De hecho, se encuentra sola. No se le ve haciendo el típico gesto de alguien que está pensando seriamente en alguna cuestión. La calavera nos recuerda los atributos iconográficos presentes en la pintura de Caravaggio San Jerónimo escribiendo. En cambio, notemos el contraste entre la manera en que aparece representado el personaje en el óleo barroco y la pose que muestra Sontag. A diferencia del traductor de la Vulgata, la filósofa no se muestra entregada a la dinámica de la escritura o al delirio de la creación artística. El claroscuro de su cabello con-fundido con el fondo rothkiano divide en dos el paisaje. Sus brazos: apoyatura del aparato psíquico. Aunque hay un cuerpo en el retrato, estamos, lectoras y lectores, frente a una imagen sobre la ausencia. Fondo sesgado también por la carencia. No porque nos falten actualmente Maldonado y Sontag. A. M., al igual que el autor del texto que leen, intentamos captar y recrear una escena en la que ambos no aparecemos visiblemente. Érase una vez un rostro que ahora es cráneo que alguna vez fue antigua morada del pensamiento. «El verdadero vigor reside en la cabeza». No sabemos si fue una pose espontánea o si el ojo captante le pidió previamente: “Posa como una odalisca de pie y haz como si no te estuviese retratando”. Lo cierto es que la imagen fotográfica actuaba no sólo como registro histórico, cuanto como potenciadora formal de la palabra. Su expresividad. Cristalizar en gesto serio a la mujer que escribe sobre la fotografía. Poesía visual.
ES†RUPO SIMBÓLICO A EUTERPE … … … …
Pero expresemos que a esta altura de la historia lo decisivo no es ésta o aquella fotografía, sino de lo que el pensamiento desde el que se la mira se encuentra enamorado.
A.M. conoció los riesgos de su profesión. Escenificó el mito de Acteón con Artemisa. El cazador que es cazado, medido, cuestionado, retado, herido y delatado en y por su misma faena. Propongamos una lectura conjunta en términos de la medición del espacio topológico y no meramente como una mirada organizadora curatorial y museística. Rebasar el horizonte de la acción que muere en la técnica, así como la búsqueda de la composición del espacio que rodea a la foto fuera de su propio marco. La experimentación fotográfica de Adál Maldonado –este escrito no pretende, ni por asomo, dar cuenta de la totalidad de su obra– no es el resultado del encuentro entre un acontecimiento y un fotógrafo. Ni un promontorio-valle de cuerpos secos o la suma de las partes. Nos regaló acontecimientos en sí mismos. Fruto del encuentro luego de haber palpado mirado visto escuchado sentido intuido imaginado olido; prestado atención a las palabras. Amplia meditación sobre las pasiones y los afectos.
En fin, las posibilidades de desplegar un pensamiento filosófico en torno al trabajo artístico del artífice que nos ocupa son muy amplias. Su obra require la atención, el detalle y dinamismo de otras miradas que Desarticulen, Socaven y Vulneren la Estructura de los marcos Academizantes Genuflexivos Idílicos Estáticos Enmierdantes Logoespermatikoposcoprofílicos de la Burocracia Institucional y del Canon Tradicional Artístico.
«Q. E. D.» no es un “Que en paz descanse”. Es un mínimo gesto de gratitud braquigrafizada, por habernos mostrado y Demostrado que es necesario continuar mirando, cuestionando, indagando, inquiriendo, renombrando. Verdaderamente no conozco nada acerca de Míster Maldonado –lo divisé apenas en cinco ocasiones–. Sólo vi el lente fagocitador de una cámara lúcida, incesantemente abierto a la luz. Sospecho que entró al horno como el Tío Juan, cantando pío-pío. Porque para Adál Maldonado, nos ha quedado muy claro, la muerte no es motivo para no cantar.