Águila Blanca: el enigma de unas fotos (parte 2)
Pueden llegar a ser estudios realmente interdisciplinarios. Intentemos hacer eso; retomemos el tema de Águila Blanca.
Si es correcto lo que escribió José de Olivares sobre Águila Blanca o José Maldonado Román en el mencionado libro Our Islands and Their People (p. 361), entonces José Maldonado Román fue uno de los primeros puertorriqueños en rebelarse contra el dominio estadounidense en nuestro País. Se sabe que José de Olivares escribió y publicó datos incorrectos y hasta disparates. No por eso se debe concluir que todo su escrito está incorrecto. José Maldonado Román, un villalbeño resentido por las injusticias sociales de su tiempo, muy bien hubiese aprobado la décima anónima siguiente, publicada en el periódico El Mundo por Jorge Javariz hacia 1974 ó 1975 aunque la décima citada era de principios del siglo XX. Imagínela cantada al son de un seis de Montebello o un mapeyé:
Los recibimos con flores,
Con música y banderines,
con guitarras y violines,
muchas frutas y licores.
Desplegaron los colores
De la bandera estrellada
Y la Isla entusiasmada
Jamás ni nunca creyó
Verse tan desamparada
Cuando el yanqui nos copó.
La décima citada se asemeja en su mensaje a lo descrito por la historiadora Gloria Tapia en su texto sobre la Central LaFayette en Arroyo [2014, p. 160]:
Con la aprobación del Acta Foraker en 1900, la isla quedó fuera de las negociaciones internacionales con otras naciones y se le restringió el comercio. Esta acción impidió que Puerto Rico pudiera competir en igualdad de condiciones con los productores estadounidenses. Por otro lado, Puerto Rico perdió el mercado de Cuba y España. Ésta última, ante la pérdida de sus colonias en 1898, procedió a declararlas extranjeras. La imposición del sistema monetario de Estados Unidos produjo la devaluación de la moneda circulante puertorriqueña y su eventual desaparición, provocando el alza de los precios de las propiedades, la contracción del crédito y una gran incertidumbre en el futuro político insular. Con estas acciones, entre otras, los puertorriqueños pasaron de la euforia a la decepción. No podían comprender como una recién nacida nación con promesas de libertades, que luchó contra la opresión colonial y poseedora de una tradición democrática, se convirtiera en una nación opresora igual que España.
Hace años que presenté en la Facultad de Estudios Generales (c. 1989) una conferencia desarrollada alrededor de la idea de que la música popular sirve para expresar gran diversidad de ideas sobre el quehacer diario de los individuos y de los pueblos. Se recogen sucesos, creencias, ficciones, valores, ideas, ideologías, sensaciones y muchas cosas más. En gran medida la música popular es una nueva epopeya que funciona cual los cantares épicos de otras épocas como La Ilíada, La Odisea, Beowulf, La canción de Rolando, El cantar del Mío Cid y la epopeya del rey malinké Sundiata Keita para sus respectivas sociedades.
La diferencia es que los cantares de antaño trataban de héroes aristocráticos; con la canción popular actual se comentan actos y pensamientos de gente trabajadora y humilde, se ensalza a la gente sencilla que no ostenta títulos prestigiosos ni rimbombantes, que son héroes anónimos por cumplir con sus deberes cotidianamente o por osar cambiar lo injusto o lo indeseado. Cae como anillo al dedo el título de la célebre e impresionante obra Fanfare for the Common Man (1942) o Fanfarria para el hombre común del compositor estadounidense Aaron Copland (1900-1990). Las décimas citadas en la primera parte de este escrito son de esa índole. Tratan de un bandolero social que recurrió a lo único que le restaba por hacer para lograr mayor justicia social.
Si Maldonado Román hubiese tenido mayores y mejores oportunidades hubiese sido tal vez un destacado militar, un político-orador carismático o un agricultor o ganadero próspero, entre muchas otras posibilidades. Quizás pudo haber sido científico social, sindicalista, filósofo marxista o un teólogo de la Liberación. Es posible que solamente aspirara a ser un buen trabajador justamente remunerado, sin más fama, rango, puestos ni privilegios que los demás ciudadanos. Por eso es que se construye un cantar épico alrededor de su figura; es un personaje épico y heroico por su singular arrojo, valentía, osadía, elocuencia y estoicismo. Luchó por el bien colectivo o así lo percibieron sus coetáneos. La tradición oral se nutrió de los escritos periodísticos sobre Águila Blanca; fueron publicaciones contemporáneas a esta figura histórica. El peñolano Ángel Pacheco Alvarado estaba bastante bien enterado de la trayectoria de Maldonado Román. Por la admiración y conocimiento de este cantor y poeta fue que surgió el relato épico decimal que en parte hemos citado.
Tal vez fue por tradición oral familiar que Margarita Maldonado Colón recibió información de las visitas que recibiera Maldonado Román de parte de Pedro Albizu Campos. Nadie hoy día puede precisar cuántas visitas fueron ni de qué hablaron. Nunca sabremos cuánto tenían en común o en cuántos asuntos pudieron haber coincidido o discrepado. Quizás a don José Maldonado le hubiese gustado el mensaje de esta otra décima, una de cuatro estrofas por el moroveño Cecilio Vega y recopiladas por el siempre bien recordado profesor Pedro Escabí (1970, p. 150); imagínela cantada al son de un seis mariandá.
Yo quisiera ser un Dumas
algo así como Voltaire
para mi Patria explicarle
de mis canciones algunas
pero con mi humilde pluma
no igualo a José de Diego
a Betances, a Salcedo
ni a Barbosa, ni a Muñoz,
cuando decían con su voz
la independencia yo quiero.
Con las siguientes décimas cierro este escrito. Son de mi autoría; no seáis severos:
Él era Águila Blanca,
Astuto y el más osado.
Su apellido Maldonado:
Una persona muy franca.
Cuando la charca se estanca
Le nacen los gusarapos.
Su partida, en harapos,
Bien empuñó el machete.
Águila, juez sin mallete
Sacó a relucir trapos.
Hizo denuncias certeras;
Dijo de la corrupción
De su tiempo y su Nación
Con vigencia verdadera.
Era bravo y era fiera
Ante todo enemigo
Aunque recibió castigo
Por su digna osadía
Dice la décima mía:
Su memoria hoy bendigo.
* Gracias a la profesora Nelie Lebrón Robles, Njerí Nicole Dufrasne Lebrón, Prof. Edgardo Pratts, T. W. y W. A. P. S.
Referencias:
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