Se trataba de uno de esos libros de aeropuerto, bestsellers apoyados en bestsellers anteriores, pensados de antemano para películas con repartos estelares.
Se trataba de uno de esos libros de aeropuerto, bestsellers apoyados en bestsellers anteriores, pensados de antemano para películas con repartos estelares.
Dicen que El principito es uno de los libros más queridos. Publicado originalmente en 1943 el clásico El Principito de Saint-Éxupéry acaba de cumplir 70 años.
El caso de Gabriel Marte no es exactamente el del protagonista de una serie de relatos policiales, neopoliciales o “falsos-policiales”, sino de un motivo literario.
Me inquieta pensar lo mucho que tengo en común con Juan B. Aybar, el protagonista de la novela de Josué Montijo. Yo también amo la calle y sus ruidos, pero me mortifican cuando entran a mi habitación.
Los escritores-marca, como esos extranjeros que vienen en ocasiones, y que son inexistentes en Puerto Rico, son un fenómeno reciente asociado a la mercantilización de la literatura.
Varios libros se han publicado en estos meses, entre ellos hay uno muy apreciado, que me toca de cerca, «Espacios de color cerrado», de mi amiga y colega Vanessa Vilches Norat.
Estas historias son testimonio de un sustrato de literatura popular arraigada en la memoria histórica que coexistía con las pretensiones de modernidad.
John Kennedy Toole, que nunca pisó otro suelo que no estuviera bajo la bandera americana, jamás se enteraría de que, a pesar suyo o para su alegría, en inglés o en español, era él uno de los nuestros.
Nos adentramos con el personaje en un viaje interior en el que se exploran las tensiones simbólicas que lo constituyen como sujeto, sobre todo, aquellas vinculadas a la construcción de su masculinidad.
El país del miedo habla de las distintas forma del miedo, de sus causas, sus efectos: miedo al extraño, a la violencia, a lo desconocido, a los pobres, a los jóvenes, a los resentidos, a las armas, a los extranjeros, a la Policía.
De dos generosos extranjeros hablaré, poetas de la misma lengua que fueron testigos de la misma historia. Le siguen el rastro al Puerto Rico de la primera mitad del siglo XX y a nuestra recién nacida Universidad.