Carne viva: notas sobre un proceso con Vueltabajo Colectivo
to every tortured geography
[…]
eruptions yielding to earth’s effervescence—that expose the heart, beyond
worry and anguishes, to a stridency of beaches—always dislocated, always
recovered, and beyond completion—not works but matter itself through
which the world navigates—attached to and quickly discarded by some
plan—first cries, innocent rumors, tired forms—untimely witnesses to this
endeavor—perfectly fusing as their imperfections meet—persuading one to
stop at the uncertain—that which trembles, wavers, and ceaselessly
becomes—like a devastated land—scattered. (Édouard Glissant, Riveted Blood)
En abril de 2013, escribí la primera entrada para una bitácora que llamé “Teatro de arena” y que, luego de un muy pequeño número –menor al diez– de columnas posteriores, ha quedado en una larga, no deseada, pausa. Entonces, con el estilo melodramático que solo a veces intento superar, titulé la entrada inaugural “Primera aparición de un viejo e incierto sueño.” Hoy, me parece charrísimo el título, pero no sus contenidos, con los que me siento aún más comprometida en esta primavera nuclear de 2017 en Puerto Rico:
*
Lo medular es el encuentro. (Jerzy Grotowski, “El teatro es un encuentro”)
Also endeavouring to point out this blue tinge to everything… –Its sun strolls by, in the savanna’s silver shuddering and the ocre smell of the hounded earth. (Édouard Glissant, últimas líneas de Poetics of Relation)
Hoy aparece, con forma de letras, un viejo e incierto sueño. Solo contamos con algunas guías básicas, acariciadas desde hace tantos años, para lo por venir:
- Amar el teatro, por telúrico, por básico, por fundamental, por crudo, por próximo, por de-y-para-todas las especies, aún sin conocerlo, aún sin practicarlo, pero queriendo.
- Pensar y hacer teatro, en la tradición de la experimentación, el esperpento, la calle, la gente, los encuentros.
- Investigar, estudiar, dialogar el teatro y de lo que el teatro se ha pensado y se ha hecho.
- Conocer el teatro de la gran red de islas que somos y que, en Puerto Rico, escasamente vemos cuando nos miramos al espejo.
- Hacerlo todo desde y para las costas insulares: quizá, algún día, un teatro playero, caribeño, puertorriqueño, que valga más la pena que un hotel porque la medida del mundo no será ya la del dinero.
Lo demás que de esta aparición pueda irrumpir es impreciso y sugerente en igual medida. Empezaré, aparentemente, sola, pero confiamos en el encuentro y en el matiz azul, de mar, que tiene todo.
*
Y, en efecto, por caminos de mar, me encontré con Vueltabajo Colectivo. El laboratorio de creación que reseño aquí se siente, bello e improbable, como la continuación del “viejo e incierto sueño” de aquella ocasión.
arte amor
E me mira de soslayo y lanza, con su aplomo habitual: ahora voy a disfrutarme el país. Tengo que hacerlo. Hablábamos sobre el mar y el monte. Sentí que el uso gratuito del “ahora” (pues, ¿qué acción no se da AHORA?) fue deliberado. Enfatizaba la singularidad de este ahora: el que combina la crisis, la austeridad, la Junta, el gobierno penepé… En la misma exhalación, E me recuerda: tenemos que armar muy bien nuestra aportación como generación. Esto último lo dice con gravedad.
Lo de querer al país como descomunal urgencia lo sé bien. Este amor, esta pasión, por el archipiélago no se parece al nacionalismo decimonónico de “La Patria,” tan anclado en la “esencia” de la tierra y del macho, y tan de espalda a nuestra subjetividad de mar, a nuestra región de archipiélagos. El amor por el país, al menos para mí, es mucho más modesto y, a la vez, múltiple, cósmico: el reconocimiento hondo de que este es nuestro ínfimo lugar en el mundo; el trasvase cotidiano de milenios de historia chica, mineral, de resistencias; la conmoción diaria ante la sobrecogedora belleza de nuestra ecología, sobreviviente a pesar de tanto, de todo. Me recuerdo todos los días este amor sencillo para poder salir, seguir.
Esa especie de patria líquida, librada al vaivén de los imperios, es progenitora, sin embargo, de un legado cuyo hilo unificador consiste en la transformación de fenómenos tan abominables como la esclavitud y las guerras de conquista en estancias de belleza. La belleza como un precipitado de la crueldad puede parecer, para evocar a Adorno, detestable por sí misma. Pero en tanto expresión de un deseo libertario, de una alegría insumergible, constituye un arma contra el espanto y la inhumanidad. De ahí que el Caribe se extienda tan ampliamente como la cartografía bulliciosa de sus imagineros, en mapas cuyas líneas demarcadoras movedizas no solo han fondeado en el sur de Estados Unidos y los litorales de Centro y Sudamérica, sino que se replican de algún modo en los negros espejos del Mississippi y atraviesan las calles del Harlem neoyorquino, donde el jamaiquino Marcus Garvey inspiró todo un renacimiento. (Marta Aponte Alsina, “Caminos de la sorpresa”)
Pero, confieso nunca haberme planteado nada de lo que hago (o no hago) en clave “aportación generacional.” El tiempo de crisis que nos tocó requiere pensarnos pensando, cobrar conciencia de sí como colectivo generacional. Para actuar con la contundencia de aquello que puede cambiarlo todo. Para actuar con gravitas. Para actuar poniendo el cuero y el cuerpo en juego. Para actuar armando el arte y el amor, volviéndolos armas.
Arte, amor: conceptos que nombran una voluptuosa inutilidad que jamás podrá traducirse al dólar. Arte, amor: todo aquello que contraviene los crunching numbers del recorte al estilo neoliberal, que quiere decir, más austeridad para la pobreza y más comprayventa para los ya excedidos en negocios. (Antes que corran a corregirme por ingenua: sé bien que el arte y el amor se compran y se venden. Pero, estoy hablando de otra cosa que también va por esos nombres y que no hay modo de calcular.)
…en medio de la moda y los síntomas de la época, quiero reivindicar cierta bella didáctica, como la ama de casa que guarda el jarrón de la abuela y mete dentro flores del patio, marpacíficos, rosas, gladiolos, mariposas, dalias, por las que no ha pagado porque las siembra en su patio. Yo quiero ser esa mujer. (Nara Mansur, Desdramatizándome)
laboratorio teatro
Desde la segunda semana de enero 2017, nos reunimos todas las semanas, tres horas, por tres meses. El compromiso es insoslayable, y para que así sea, no media transacción financiera alguna. Nos comprometemos con las otras y con el proceso de creación por virtud de una decisión consciente y deliberada. Organizamos la vida para estar ahí.
En esas tres horas semanales, yo, la novata, debo aprender vocabulario del cuerpo con maestras tan pacientes como generosas. El torrente de metáforas que producen mis maestras para que yo comprenda esto o aquello con un cuerpo empobrecido en sus lenguajes por el capital y la colonia, dejaría bobo a cualquier barroco wanabí. En el proceso, las maestras se equivocan; discuten entre sí cómo debe ser; volvemos a empezar. No hay pretensión. No hay juegos de poder. Nadie quiere tumbar a nadie. Muy pronto entendimos lo que aporta cada quien, así como el modo en que nuestras fortalezas a veces suponen obstáculos. Están sobre la mesa. Dejamos ir una idea en la misma exhalación en que la producimos si al grupo no convence. “No judging in brainstorming,” repiten mis maestras con frecuencia. Todos los elementos de la pieza se van construyendo de este modo, como cuerpos que rebotan de lenguaje en lenguaje, de lectura en lectura, de estímulo en estímulo. Vocabulario verbal. Vocabulario corporal. Vocabulario visual. Vocabulario aural. Siempre un tomaydame de los modos en que cada quien procesa lo real y lo imaginado a partir del pretexto que son las páginas. Y mucha mirada cómplice. Y carcajada.
Uno se pregunta si las personas sin alegría
podrían construir algo, la revolución, por ejemplo.
(Nara Mansur, “Charlotte Corday”
Por ejemplo, cualquier cosa dicha, en los cuadernos de Z al instante se transforma en boceto. Hasta el orden en que se dirá un pedazo del texto o el sonido que acompañará la utilería en tal momento de la pieza, se vuelve para ella puntos, círculos y curvas. Z se impacienta con la idea de construir un objeto para luego usarlo en escena. Lo que hay que hacer es encontrar y reusar, me explica. (Se impacienta igual –y con toda razón– con la muy boricua práctica de talar un patio o rastrillar hojas y meterlas en una bolsa plástica que va a parar a la basura.)
Por el contrario, en mi cuaderno solo encuentro palabras completitas. Imaginen mis limitaciones: la mayor transgresión hasta ahora ha sido no escribir dentro de las líneas de la libreta y tomar notas diagonalmente. Yo, en extremo cerebral y víctima de un superego tiránico, debo aprender –y sentir en cada coyuntura del cuerpo– cosas como:
Abrazar el mundo.
Trasladar el peso.
Caminar como felina.
Hacer ejercicios de colocación, de articulación.
Trabajar con dinamorritmos.
La concentración requerida para este trabajo de amor es tan radical como inútil en la economía de la crisis. Z y E, quienes no dejan de invocar a Myrna Renaud, pues les ha enseñado tanto de lo que conmigo comparten, tripean siempre con mi cansancio al final del lab: “pero, ¡si tú no has hecho ná!” Sé que es un tripeo para procesar –y exorcizar– lo que les ha sido y sigue siendo machacado desde que decidieron lanzarse al vacío.
Pero, ¿cómo podemos esperar que las emociones se manifiesten libremente a través del cuerpo del actor si tal instrumento está mecanizado, muscularmente automatizado e insensible en el noventa por ciento de sus posibilidades? […] El actor, como todo ser humano, tiene sus sensaciones, sus acciones y reacciones mecanizadas, y por ello es necesario comenzar por su desmecanización, para que se vuelva versátil y capaz […] Es necesario que el actor vuelva a sentir ciertas emociones y sensaciones de las que ya se ha deshabituado, que amplifique su capacidad de sentir y expresarse. (Augusto Boal, Juegos para actores y no actores)
¿Qué hace el teatro? ¿El texto? ¿El arte? ¿Sabemos de qué es capaz un cuerpo? (Creo que la última pregunta, o alguna formulación parecida, es de Spinoza.)
carne viva
En nuestro proceso, tomamos como deber lograr traducir las palabras al tiempo y espacio sagrados del teatro, que es lo mismo que decir del cuerpo. Demarcar un rito para encaminarnos a la otra, a la otredad, al archipiélago, al planeta. No hay trámite de la junta ni de fortaleza ni de panel de expertos que pueda acercársele a esto que intento describir. Debemos traducir las palabras sin digerirlo “para que se entienda.” Sin imitarlo para que “se vea.” Hay que abrirlo. Sugerirlo. Destellarlo. Destornillarlo. De la risa y de la rabia.
La pieza se titula “Carne viva.” Una se da un golpe y “tiene la herida en carne viva” = lo de adentro por fuera, propenso a la infección, y a la vez, recordándote que eso es todo lo que eres, carne…
Intenta ser una pieza sobre el ahora en el país, cuyos entendidos, suposiciones, anestesias, están todas en carne viva. Intenta ser también una pieza sobre el momento que enfrenta mi generación y la siguiente. (La precariedad arrecia por dondequiera con la austeridad solo para quienes llevan siglos con ella como pan; el poder todo a la saga de negociar con las migajas.) Pero, pretende también ser una pieza sobre los ordenamientos que nos tienen la carne viva, infectada, doliente, y con los que muchas de nosotras hemos sido cómplices, deliberadamente o no: las guerras contra las mujeres y todo cuerpo diferente, raro, foráneo, incluyendo el geológico y aquél de las especies no humanas. No basta con que la oposición identifique y denuncie la asquerosa dominación de los Estados Unidos. Tenemos que mirarnos al espejo, en carne viva.
resistencias otras
Ante el escenario sociopolítico del ahora, pienso en la urgencia de crear y poner en el ruedo otros vocabularios de resistencia, otras estrategias de lucha, otras tácticas de oposición. Intento prepararme para eso en nuestro laboratorio, para poder ofrecer algo al país, ponerme al borde de un ataque de…
In the trying, we attempt a miracle. (Anne Borgart, And then, you act)
En Puerto Rico, son tantos milenios en la intemperie política, en la lógica de la sumisión, que nuestro de facto (estoy aquí muy incluida) es mirar a otra parte, esperar a…, confiar que…, exclamar, ¡bueno, ya veremos…! Nos hace falta cobrar conciencia de nuestro presente, sí, pero no solo a nivel discursivo, sino también en la piel. Crunching numbers –allá arriba, en nuestra contra, o acá abajo, a nuestro favor– no será suficiente, nunca. El cuerpo tiene que estar en juego para cualquier subversión. Vivo.
The stage is a place where the stakes are raised intentionally. A body is put in crisis intentionally. (Anne Borgart, And then, you act)
heroica libertá
De vuelta en Mayagüez desde 2011, las teatreras independientes –créame que autogestionadas si alguna vez hubo alguien que mereció tal calificativo– acogieron mis paginitas hace unos meses a brazos llenos. No piden nada. Lo dan todo. ¡Hasta los almuerzos que les llevo quieren compartirlos conmigo! Cuando exclamo cosas melodramáticas como, “¡ustedes hacen una gesta verdaderamente heroica!,” con toda mi charrería, me miran ojibajos, como queriéndome decir, ná, hacemos lo que podemos. Por “lo que podemos” quieren decir dos o tres cositas, tú sae, una que otra chuchería, como las documentadas aquí y acá.
Imagine llegar a crear arte experimental donde no hay andamiaje alguno; donde pareciera que nadie lo quiere; en “la isla.” (Pero, ¿qué digo? Si ni siquiera hay condiciones para caminar en la calle. A pie, vamos al espacio prestado donde hacemos el laboratorio. Nos pasamos los diez minutos de caminata para cruzar el pueblo tirando brazos y piernas para que alguien pare y nos permita pasar de una acera –cuando la hay– a otra.) Mis maestras me exhortan con frecuencia: “ná, tranquilidá.” Me queda claro, créanme, que necesito el teatro y el budismo a partes iguales…
Imagine art as the space at the end of a breath before the next inhalation. Time stops. (Anne Borgart, And then, you act)
Las vueltabajeras han intentado de todo en los últimos años para construir un andamiaje con el que puedan sustentar su trabajo. Me hacen los cuentos –de horror– por filtración. Uno por aquí y otro por allá. Creo que no quieren desanimarme. Logran la reacción exactamente contraria: cada vez me animo más con su heroísmo. De entrada, y solo por mencionar algún ejemplo, sus temporadas de Circo en la plaza y de Colorea las calles, se llenan de gente que, seguramente, no acostumbran tomar las calles, vivir en los espacios públicos que cada vez nos arrebatan más, hacerlos suyos porque lo son.
El intento más reciente –al que le auguro y deseo mucha más persistencia precisamente porque no parte de ninguna institución (gubernamental o no)– es el Taller Libertá. Han conseguido un bello y amplísimo espacio de dos pisos frente a la plaza del mercado de Mayagüez. Debajo de capas y capas de sucio, hay loza antigua. Los techos son altísimos y entra mucha luz. Z me enseña bocetos de lo que sueñan hacer con cada rincón del Taller. Hay espacio para todas las artes, todas las colaboraciones, todas las gentes. Hasta cuarto oscuro está contemplado, ¡vamos! Me conmueve tanto sueño y, por el empeño irracional, nunca calculado, que a todo le ponen, no dudo que lo lograrán. El “semillero de artistas” necesitará todo el apoyo posible de la gente en Mayagüez, en el oeste y en el país. Pero, desde luego, un local con esas características no se consigue en San Juan ni por el doble del alquiler que deberán pagar en Mayagüez.
Eso último Z me lo recuerda, como queriéndome decir: la isla te quita y te da.
I shall finish in a place whose only power
is the exploding spray along its coast
(Derek Walcott, Tiepolo’s Hound)
¡ven pacá!
Carne viva estrena el jueves, 6 de abril, a las 6.00 pm en la UPR-Mayagüez, como parte de los eventos del XI Coloquio nacional sobre las mujeres.