Hace un par de décadas, se convirtió en mi inesperado mentor literario. Félix Jiménez compartió conmigo momentos y cigarrillos en La Tertulia. Su crítica literaria marcó mi carrera. Su libro «Las prácticas de la carne», de 2004, fue mi encuentro con su aguda crítica. Su breve comentario sobre mi obra, aunque escueto, encendió en mí una emoción inigualable. Un reconocimiento invaluable. Su partida me entristece profundamente; siento no haberle podido agradecer ese regalo incalculable, por más que le haya agradecido el joseo ocasional de cigarrillos. Aquél gesto generoso perdura en mi memoria, impulsándome a continuar mi camino literario con gratitud y tristeza por su ausencia.
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