Desafío al colonialismo mundial, originalidad política
Productora de desinformación, la máquina capitalista de propaganda pintó durante décadas una imagen banal de Fidel Castro como dictador. En efecto éste representa una dictadura, pero no personal, sino del trabajo sobre el capital: sobre los bancos y monopolios. No manda en Cuba el capital a la sociedad, sino la sociedad al capital. Con la Revolución Cubana los negros, las mujeres y los pobres adquirieron más poder que nunca antes y que en el resto del hemisferio.
Fundado en el trabajo y su diversidad y creatividad, el estado cubano ha retado al sistema global desde una región, la caribeña, de pobreza y subordinación extremas y en infancia histórica respecto a formación de instituciones.
Un acontecimiento principal del mundo moderno, la Revolución Cubana es un movimiento de las clases populares y trabajadoras que se abrió camino mediante la valentía y el intelecto.
Fidel Castro fue estímulo a la lucha revolucionaria, voz de los países pobres y amigo de proyectos electorales populares. Significó un desafío internacionalista al imperialismo, especialmente en América Latina y África. Encabezó un estado que continúa: una grieta en el bloque mundial. Indica el fenómeno del caudillo cuyo poder se corresponde con su entrega, carisma y el cariño popular.
El sistema mundial empezó en el siglo 15 con la trata de africanos; avanzó con la colonización, genocidio y trabajo esclavo del hemisferio americano y los asentamientos comerciales europeos en Asia; llega a nuestros días con el colonialismo financiero. Succiona riqueza del mercado y trabajo de numerosos países creados mediante plantaciones, minas, fábricas y otras actividades que el capitalismo les asignó.
No hay posibilidad de salir de ahí, dice el sentido común. El mundo es así desde Cristóbal Colón. No puede cambiarse. Haití fue el primero en tratar. Salir del orden global —insiste— lleva a la escasez y al fin de la democracia.
Pero Cuba se levantó. Como en la antigua narración griega, el ingenio puede derrotar al minotauro y llevar a la salida del laberinto. El laberinto es el sistema imperialista mundial.
La ruta de Fidel tuvo un primer momento en la eliminación del neocolonialismo del hipercorrupto Batista. La independencia nacional fue no sólo respecto a Estados Unidos, sino ante un sistema mundial culturalmente racista y económicamente esquizofrénico.
Como el imperialismo global frustra la soberanía de los países gracias al poder económico —cada vez más financiero— de países poderosos, la soberanía se hace real caminando hacia el socialismo. Este camino puede ser sólo popular. En su proceso colectivo crecen las individualidades.
La Revolución conlleva que el sector del pueblo trabajador dispuesto al sacrificio de construir la autodeterminación irradie influencia entre otros menos entusiastas. Debe ser planificada la economía, multiplicarse la formación de intelectuales, y la fuerza de trabajo empezar a liberarse de su condición de mercancía. Ha requerido articulación entre técnica y filosofía, un diálogo entre lo concreto y lo abstracto.
Si en Puerto Rico es difícil encontrar líderes, en Cuba hay miles, muchos de ellos electos al parlamento y asambleas regionales y locales. Les ayuda una alta escolaridad y el estímulo del criterio propio. La reproducción de líderes desmiente la propaganda norteamericana de la dictadura personal.
En el socialismo coexisten el estado y la aspiración a una sociedad civil sin estado; la realidad capitalista y el ideal comunista. Un reto del movimiento comunista es hacer un estado donde manden las masas populares —que también deberían ser ilustradas— que tienen que trabajar a la vez.
Es justo criticar las limitaciones cubanas a este respecto. Pero debe apreciarse el esfuerzo que hacen los cubanos para enfrentar dificultades colosales en un país pobre, que todavía trata de crear nuevos valores y entrenarse en la organización y la administración de las cosas.
Ahora bien, toda discusión teórica debe aceptar el hecho crudo de que Cuba vive en guerra. La política agresiva de Estados Unidos es una manifestación del sistema global; éste labora continuamente para impedir los proyectos alternativos, sobre todo si se han enriquecido con el marxismo.
La posibilidad de una invasión está siempre presente en Cuba. El bloqueo comercial hemisférico que Washington impuso en 1961 es un recordatorio de que la agresión podría tornarse militar en cualquier momento, y de su meta de destruir el estado cubano.
Desde 1898 la guerra marcó a Puerto Rico y Cuba. En Puerto Rico el imperialismo norteamericano prácticamente ha destruido la nación. A Cuba la somete a un estado de sitio para que se rinda, pero los habitantes se resisten unidos cohesivamente. La enorme superioridad militar estadounidense se revela sólo tecnológica. Moralmente enclenque, no puede derrotar a un enemigo inferior en armas y dinero.
Conocemos la ficción estadounidense de que democracia se reduce a elecciones y suma aritmética; los partidos se proponen como mercancías en un mercado, asegurando que resolverán los problemas sociales. Es una de las narrativas más ridículas jamás vistas, también por su extendida repetición.
Evade que los problemas sociales resultan de un sistema que habría que cambiar a fondo y es global. Evade la contradicción que existe entre democracia (gobierno de las mayorías populares) y 1) que los principales medios de producción, comercio y finanzas sean privados, y 2) que diferentes grupos de interés se turnen en la presunta solución de problemas. Pues solucionar problemas complejos requiere continuidad: no corresponde meramente a un partido de gobierno; es un proceso comunitario, científico y técnico sobre cuestiones concretas.
No se concibe el Partido Comunista de Cuba como partido electoral en mercado de variedades, sino como una institución que imparte dirección intelectual y filosófica al proceso nacional y procura el rumbo socialista.
Al estar fusionado con el estado, sin embargo, el Partido se restringe en promover el cambio radical en los otros países. No se supone —en diplomacia— que un gobierno critique por ejemplo al gobierno de España por su racismo, o al mexicano por la desigualdad, o al peruano o británico por su corrupción, o al estadounidense por mantener preso a Oscar López Rivera, o exhorte al socialismo en Grecia.
El Partido está compuesto de hombres y mujeres formados en la cultura heredada y con limitaciones reales; son líderes que se prueban en la teoría y en la práctica. En la tradición estalinista, asume supremacía en el país a partir de su fusión con el aparato del estado. Una tensión recorre su quehacer, entre burocracia y sociedad civil.
La amenaza estadounidense le ha dado forma militarizada al partido-estado y limita la diversidad política. Por otro lado, el estalinismo entorpece la difusión de una cultura comunista, y alimenta aproximaciones policiacas a temas sociales y jerarquías gerenciales que disminuyen la aspiración igualitaria y anticapitalista.
Pero los cubanos democratizan intensamente el partido-estado; allí tienen discusiones sobre estrategia política y social, sobre problemas que no pueden eliminar por ahora pero dilucidan informada y críticamente, y temas que son tabú en otros países, como libertad sexual, género, burocracia, jerarquía, machismo, racismo, dificultades del propio proyecto. Evalúan cooperativas, empresas estatales de alta tecnología, etc.
Fidel Castro significa un pensamiento y una acción originales a partir de la cultura popular. El movimiento que lidereó imparte energía extraordinaria a un fenómeno común al hemisferio americano, África, Europa y otras zonas, a saber, la formación de nación mediante el estado.
Uno de los más brillantes e ilustrados pensadores políticos, vio que la prioridad era sobrevivir una agresión permanente y crear un estado que represente un camino alternativo para los pueblos. Apreció de Lenin la «nueva política económica» (usar el capitalismo en favor del socialismo), y de Gramsci la idea de la hegemonía (ascendencia intelectual y moral, transformación cotidiana).
El líder cubano señaló muchas veces que cada proceso socialista será según las condiciones del país. Las formas cubanas han obedecido a su realidad específica.
Estas formas incluyeron viejas conexiones de nacionalismo con masculinismo y revolución con machismo. Tradiciones patriarcales determinaron, por ejemplo, la represión de los homosexuales durante años —también en la URSS bajo Stalin—, algo que justificó la propaganda de que el gobierno cubano era un régimen brutal.
Pero la cultura se transforma; el proceso cubano lucha por dejar atrás ésta y otras inclinaciones primitivas, quizá aceptando —lentamente— que, en lugar del aparato burocrático, la sociedad civil debe conducir el socialismo. La misma Cuba hoy exclama: «¡Socialismo sí, homofobia no!»
La ruta revolucionaria de Fidel Castro se ubicó en la descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial. La institución del estado-nación se reprodujo en decenas de nuevos países en Asia, África, el mundo árabe y el Caribe, rebeldes contra el poder occidental y el colonialismo. La Unión Soviética y el campo socialista de Europa oriental hicieron contrapeso al imperialismo hasta 1989.
En los años 60 y 70 movimientos populares armados latinoamericanos, a menudo inspirados por Cuba y Fidel, enfrentaron regímenes sanguinarios apoyados por Estados Unidos. A la larga hicieron posible un nuevo balance: Washington fue permitiendo regímenes de derecho y electorales. Estos últimos podrían dar curso a rutas civiles de cambio alternativo al sistema mundial. En los 80 el dirigente cubano sugirió a los gobiernos latinoamericanos que no pagaran la deuda, de la que tanto oímos últimamente. Cuba es punto de referencia para movimientos y gobiernos.
Pero posiblemente el mundo esté revirtiendo el proceso de descolonización que empezó en la posguerra. Advertidos de que el estado-nación puede ser dirigido por movimientos populares o indóciles, Washington y Europa occidental neutralizan, e incluso destruyen, estados nacionales en muchos lugares.
Afirman su poder mediante zozobras y desestabilizaciones indefinidas y con préstamos, deudas y supuestas ayudas para el desarrollo. Para asegurar su acceso al petróleo, Estados Unidos mantiene el Medio Oriente en guerra e inseguridad permanente. Se aferra a América Latina y el Caribe, y busca contrarrestar la red de cooperación que iniciaron Venezuela y Cuba —ALBA— que hoy tiene numerosos países miembros.
La violencia disolvente del capitalismo global incluye controles comerciales y financieros, enormes aparatos militares, y propaganda constante disfrazada de información noticiosa y entretenimiento. La nación se hace difícil.
Cuba y otros gobiernos ejercen control sobre el mercado y las inversiones extranjeras para canalizar la renta nacional hacia una reproducción, lo más moderna que puedan, de la fuerza de trabajo (educación, salud, vivienda, infraestructura).
La pobreza y desorden de la globalización capitalista confirman las ideas socialistas, pero el sistema mundial ha redoblado su poder, precisamente porque el socialismo está debilitado. El mundo va hacia mayor desigualdad, inseguridad, destrucción ambiental y militarismo.
La abundante riqueza del capitalismo actual invita a cada cual a sobrevivir participando en ella accidentada e individualmente, con salarios temporeros y parciales o ilegalmente.
Se abre una división generacional. El aumento del poder ajeno y la intensificación de la cultura transnacional disminuyen el significado de los estados-naciones, más aún en una región tan sometida como el Caribe, y para muchos jóvenes cubanos la dimensión internacional ejerce más atracción que la vida nacional. Reducidas severamente las expectativas de sus países y personas, algunos jóvenes sienten cacofónico y demasiado ambicioso y romántico el protagonismo «histórico» y la voluntad transformadora del icono fidelista. Pero la ruda verdad del poder capitalista persiste.
Cuba busca acceso al comercio, inversiones de capital y mercados financieros. Podrá usar esa riqueza, regulándola, en favor de su proyecto socialista y de la difusión de los valores comunistas de cooperación —en lugar de competencia— en la cultura cubana.
Muchos cubanos quieren la modernidad que brindan las mercancías, y también la seguridad relativa y el entramado afectivo de su patria. Saben que en Cuba habría más riqueza si no hubiera bloqueo, pero respaldan al Partido Comunista y al estado en su negativa a doblegarse ante Estados Unidos. Suponen que, después de todo, el estado socialista y fidelista es el más decente y democrático que ha habido en Cuba desde que llegaron los españoles a esclavizar y exterminar los indígenas.
Pocas veces brilló más alto un jefe de estado, escribió el Che Guevara a Fidel, en elogio de su amigo y en alusión al extraordinario dominio del líder cubano de la ciencia y el arte de la política. Usualmente desacreditada y vista como manipulación de las masas, Fidel Castro dio a la política una dimensión nacional-popular revolucionaria que coloca en primer plano la subjetividad colectiva.