Educación y cultura del trabajo durante el programa de industrialización en Puerto Rico (1950-1960)

Mujeres trabajando en la Fábrica Rodríguez en 1942. Jack Delano/Farm Security Administration(FSA).
- Una crisis que viene de lejos: el colapso de un modelo de país
A mediados de la década de 1950, cuando el programa de industrialización transitaba de las industrias manufactureras caracterizadas por la explotación intensiva de mano de obra, salarios bajos y poca inversión de capital a compañías como la Comonwealth Oil Refining Company con alta inversión de capital, el propio Luis Muñoz Marín argumentaba sobre la necesidad de readiestrar los trabajadores en vista de las nuevas industrias que se estaban estableciendo y para contrarrestar lo que calificaba de “desempleo tecnológico”. La Comonwealth Oil Refining Company, localizada en el barrio Tallaboa de Peñuelas, comenzó labores de refinería de 25,000 mil barriles de petróleo crudo por día. Establecida a un costo de 25 millones de dólares, generaría $831,000 por concepto de pago de aranceles de aduana. Para 1957 se proyectaba una expansión de operaciones a un costo de 18 millones de dólares adicionales. [1]
De aquel proyecto económico muñocista-moscosiano, estructurado sobre las bases de importación intensiva de capital extranjero, explotación de la fuerza de trabajo, salarios bajos y sustitución de importaciones, fue utilizado como punta de lanza imperialista para intentar contener el avance del movimiento anticolonial y revolucionario en los países del Tercer Mundo queda, como evidencia del fracaso de aquella generación que dio impulso a la “modernidad”: (1) un país en crisis permanente, (2) la farsa de un modelo político-económico sin nuevas alternativas para su crecimiento en el contexto de sus relaciones coloniales, (3) un liderato y unos partidos políticos tradicionales ( PPD-PNP) que descansan en la transferencias de fondos federales y la política del engaño para mantenerse en el poder, seguir entregando el país a los intereses saqueadores nuestras riquezas, mantenerse con sus brazos cruzados ante ese proceso de recolonización de Puerto Rico mediante la compra de propiedades a bajo costo y el desplazamiento de puertorriqueños mediante la gentrificación y la emigración intensiva hacia las “entrañas del monstruo” y otros países hermanos ante la incapacidad del propio sistema para proveer oportunidades y ofertas de empleo.
La profunda crisis económica, política y social en que se encuentra Puerto Rico ha sido en motivo de extensas discusiones en los pasados años entre diversos sectores académicos y no académicos del país. De igual modo, la frase más utilizada para identificar sus causa ha sido, entre otras, el progresivo endeudamiento y la emisión constante de bonos sin formas de repago por parte de pasados y presentes gobernantes, desde Rafael Hernández Colón hasta Pedro Pierluisi y corporaciones públicas como la Autoridad de Energía Eléctrica. Ello es innegable, pero las causas de la crisis y descalabro económico Puerto Rico tiene raíces más profundas y se remonta al modelo político-económico instaurado en el país mediante la ley 600, la creación del Estado Libre Asociado y el modelo de crecimiento económico instaurado durante la década de 1950-1960 y el proyecto de industrialización, conocido como Operación Manos a la Obra. Tema que ha vuelto a captar la atención en algunos sectores.

Portada de Aguja y Poder, de Jesús Delgado Burgos.
- Un nuevo modelo de crecimiento económico: del capitalismo agrario a Operación Manos a la Obra
La década de 1950-1960 es un periodo histórico en que la sociedad puertorriqueña transitó del capitalismo agrario al capitalismo industrial; de las centrales azucareras controladas por el capital externo al trabajo manufacturero industrial; de la crisis ocasionada por la Depresión Económica de 1929 y los huracanes San Felipe (1928) y San Ciprián (1932) a la búsqueda de nuevos modelos económicos para el desarrollo del país. Una etapa en que, al carácter de las relaciones políticas entre Puerto Rico y Estados Unidos, se le incorporaron modificaciones de índole jurídica concediendo a los puertorriqueños espacios de autonomía relativa para la administración de los asuntos de política pública y derechos de los ciudadanos sin alterar el carácter colonial de las propias relaciones.
Dos décadas en la historia social en el Puerto Rico del siglo XX que, de un movimiento y una clase obrera que daba visos de transformar sus luchas frente al capital durante los movimiento huelgarios en la industria azucarera (1934) y los puertos (1938), se transitó al establecimiento de industrias manufactureras subsidiarias de empresas estadounidenses acompañado de una nueva etapa en la organización sindical de los trabajadores puertorriqueños por uniones afiliadas a la Federación Americana del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO) junto al discurso de paz laboral, negociación colectiva y arbitraje. Un período de incorporación intensiva de las mujeres al trabajo asalariado junto al discurso de salarios bajos, la adaptación de la ideología de la domesticidad y el reacomodo de nociones patriarcales sobre los roles asignados a hombres y mujeres en las esferas públicas y privadas. Décadas en que aumentó el número de escuelas y maestros, se masificó la educación, se redujo el analfabetismo e incrementó la retención escolar. Momento en que la prédica neo maltusiana desde el Estado y la elite dirigente acerca del exceso poblacional en la Isla y falta de recursos naturales para sostenerla, promovió detener su crecimiento mediante el desarrollo de programas para el control de la natalidad y el estímulo de la emigración masiva de trabajadores puertorriqueños hacia el mercado de empleo en Estados Unidos. Junto a esas transformaciones, la creación de instituciones como el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO) y las emisoras públicas de radio y televisión (WIPR), desempeñaron una función importantísima en el desarrollo de un sentido de identidad cultural e ideológica con las transformaciones socioeconómicas y políticas emergentes, la industrialización y la modernidad.
La amplitud y el carácter de las transformaciones de la época, cuyas manifestaciones socioeconómicas más palpables se ubican en la década de 1950, ha generado multiplicidad de metáforas para describirlas. La postura apologética del proceso lo caracteriza de “revolución pacífica” o “milagro económico”; algunos de sus críticos aluden a la traición muñocista del proyecto histórico de independencia nacional, y otros focalizan en los efectos de la transculturación que generó nuevas prácticas culturales sustituyendo lo autóctono por lo extranjero. A mediados de la década de 1960 y principios de 1970, emergieron nuevos acercamientos al estudio e interpretación de la sociedad puertorriqueña durante el periodo de industrialización. De las nociones iniciales que interpretaban las transformaciones ocurridas, ya fuese para narrar la cadena de eventos de los acontecimientos, considerar su aplicabilidad a otros países o para denunciar el carácter antinacional de los cambios, se plantearon nuevos enfoques analíticos y asumieron una óptica de ruptura con la interpretación sociológica e histórica tradicional. De la historia oficial, como vindicación de los procesos impulsados desde las estructuras de poder, y de las críticas amparadas fundamentalmente en la nostalgia de un mundo agrario, campesino e hispano, se inició una reinterpretación de la industrialización de Puerto Rico incorporando en el análisis su impacto en la formación de las clases sociales, la naturaleza de los conflictos que emergieron con la modernidad, y los alcances o limitaciones del modelo político y económico implantado.
III. Nuevos enfoques historiográficos para el estudio del programa Operación Manos a la Obra
La historia social de los años setenta incorporó el análisis de clase y las luchas obreras al estudio de la historia del trabajo y el programa de industrialización. No obstante, al asumir la clase como categoría analítica universalista para el estudio del sujeto histórico, obviaron la construcción de las relaciones de poder al interior de la propia clase, la formación de las identidades y roles asignados a los hombres y mujeres por razones de raza y género en la organización de la producción y la división del trabajo. En las últimas décadas del siglo XX, esos vacíos historiográficos y analíticos comenzaron a ser superados por el estudio de la modernidad, la construcción del discurso, la historia del trabajo y aspectos del programa de industrialización desde una perspectiva de género. Los nuevos acercamientos contribuyeron a interpretar la incorporación de las mujeres trabajadoras a la historia del trabajo y la construcción de la modernidad en Puerto Rico como proceso que implicó la redefinición de la esfera pública del trabajo asalariado y la esfera privada del hogar. A partir de esos enfoques, la historia del trabajo en Puerto Rico permitió reconstruir la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado como parte del discurso de nociones patriarcales y de la ideología de la domesticidad. Esta ideología asigna a las mujeres tareas y roles específicos relacionados con la reproducción de la fuerza de trabajo, considerando su incorporación al mundo del trabajo asalariado y el ingreso devengado complementario al del hombre. Los estudios del trabajo basado en el género ampliaron las perspectivas para el análisis de la organización de la producción, el reacomodo de nociones patriarcales al mundo del trabajo industrial y los mecanismos instaurados para mantener la subordinación de la mujer-esposa-ama de casa frente al hombre-esposo-proveedor.
Una de las características predominantes en el análisis histórico del programa de industrialización en Puerto Rico ha sido el análisis fragmentado de sus procesos. Dado el carácter monotemático de muchas de las investigaciones, las transformaciones económicas, políticas, sociales o culturales se han estudiado independientes las unas de las otras y en sus implicaciones estrictamente económicas. Enfoque que considera los procesos sociales, culturales, e ideológicos, como expresiones derivadas exclusivamente de los modos y relaciones de producción dominantes. A partir de ese acercamiento, los primeros análisis del programa de industrialización no trascendieron la justificación o denuncia del proyecto modernista. Durante la década de 1970, por el contrario, la historia social asumió las contradicciones de clase y la teoría de la dependencia como marco teórico de referencia.
La transformación de la sociedad puertorriqueña no descansó exclusivamente en la modernización de la infraestructura del país, la industrialización, la inversión de capital extranjero y el predominio de una fuerza de trabajo industrial. Junto a ello ocurrió el proceso de reacomodo de prácticas sociales o culturales correspondientes a la ideología del patriarcado, y la construcción del saber como parte de un andamiaje cultural e ideológico sobre el trabajo, las relaciones de producción, el movimiento obrero, la clase y el género. En la construcción de ese saber-poder se elaboró y difundió un discurso acerca de las identidades colectivas a través de mensajes públicos, medios de difusión de información para las masas, códigos y símbolos lingüísticos o visuales. El discurso para construir las identidades colectivas pretendía crear una cultura del trabajo en correspondencia con el proyecto modernizador y la subordinación de los trabajadores al capital mediante el discurso de paz industrial, negociación colectiva y el abandono de prácticas de lucha obrera basadas en huelgas y protestas. El discurso sobre la clase obrera y un movimiento sindical de diálogo y concertación se complementó con el reacomodo de prácticas sociales y culturales basadas en las diferencias de género para mantener a la mujer trabajadora subsumida en la figura del hombre y organizar la producción según la ideología del patriarcado y la domesticidad. La interacción de ambos discursos fue parte del proyecto modernizador en sus vertientes culturales e ideológicas presente en las instancias discursivas para la construcción de las identidades colectivas durante la década de 1950.
[1] Luis Muñoz Marín, “Mensaje IX, jueves 17 de enero de 1957”. En: Luis Muñoz Marín, Mensajes al pueblo puertorriqueño pronunciados ante las cámaras legislativas. 1949-1964. San Juan, Universidad Interamericana, 1980, pp. 172-173. “Empezó a trabajar la refinería de petróleo Peñuelas-Guayanilla”, Semana, 14 de diciembre de 1955, p. 5. Sobre el tránsito de las industrias con alta composición en mano de obra a las de alta composición de capital y sus implicaciones en el crecimiento económico de Puerto Rio, véase: James L. Dietz, Historia económica de Puerto Rico, Río Piedras, Ediciones Huracán, pp. 265-277.