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Inicio » 80grados+ Economía Portadas Puerto Rico

El discurso hegemónico de la quiebra

Ricardo J. Jiménez RodríguezRicardo J. Jiménez Rodríguez Publicado: 12 de mayo de 2017



En Puerto Rico se abrió novedosamente un capítulo de su historia al radicarse el proceso de “quiebra” contemplado por el Título III de la ley PROMESA por lo que nos encontramos ante la carencia de modelos y mapas que dirijan claramente el rumbo futuro del País. En este contexto de incertidumbre ha surgido cierto discurso ideológico que pretende establecerse como el relato oficial sobre la “quiebra” de Puerto Rico. Aquí le denominaremos como discurso hegemónico de la quiebra, y sobre sus elementos y funciones diremos una que otra cosa…

El discurso hegemónico de la quiebra se perfila muy bien en una reciente opinión editorial del periódico The Washington Post. Dicha opinión comienza describiendo la “quiebra” de Puerto Rico con la emoción que evoca la divulgación de una buena nueva:

“GOOD NEWS! Puerto Rico has officially gone bankrupt. Now we don’t mean that literally. There is no cause for celebration in the financial disaster that has befallen the Caribbean home of 3.7 million U.S. citizens”.

A parte del tono irónico, el hecho es que la “quiebra” de Puerto Rico representa una buena noticia para el Washington Post, y esta opinión no es exclusiva suya. Ya hemos visto en los pasados días que la clase política que administra (y que ha administrado…) el Gobierno de Puerto Rico, como también los medios corporativos de información y comunicación del País, ven con buenos ojos la radicación del proceso de “quiebra” por parte de la Junta de Supervisión Fiscal (JSF). A estos se suman miembros del “quebrado” (aunque en otro sentido…) Partido Demócrata de los Estados Unidos, que califican generalmente de forma positiva la puesta en marcha del proceso de “quiebra” de Puerto Rico. Tampoco podemos pasar desapercibido que el sector privado del País mantiene a la vez optimismo y alerta ante las implicaciones económicas del proceso de “quiebra”. Es lógico pues lo que ha “quebrado” es el Gobierno de Puerto Rico, y no el sector privado (en palabras del actual presidente de la Cámara de Comercio de Puerto Rico).

Por otra parte, la opinión editorial del Washington Post describe los beneficios de la “quiebra” o del “bankruptcy”, como proceso constitutivamente legal:

“Rather, Puerto Rico’s government has ended fruitless debt talks with its bondholders and invoked a bankruptcy equivalent that Congress enacted in a 2016 law crafted for the specific purpose of stemming a financial death spiral on the island. This sets the stage for an impartial federal judge to referee the bewildering mass of conflicting claims by holders of more than $70 billion in debt. […] Basically, the law subjected Puerto Rico to the same deal the District of Columbia had to accept when its finances got out of control a couple of decades ago: debt relief in return for real fiscal and economic reform […] ”

El fracaso en las negociaciones entre el Gobierno de Puerto Rico y los bonistas exigió inevitablemente la radicación del “bankruptcy”; por lo que ahora un tribunal federal imparcial servirá de árbitro entre de los acreedores y bonistas, y así resolverá el problema de los $70 billones en deuda que ahoga brutalmente al País. Pero frente a las declaraciones de que nos encontramos en una coyuntura histórica novel y sin precedentes; de que Puerto Rico tomó la decisión correcta para su futuro, según sus circunstancias fiscales; y de que la “quiebra” consiste propiamente en un proceso legal; -nosotros no podemos dejar de preguntarnos seriamente: ¿no será acaso necesario radicalizar nuestra concepción de la “quiebra” de Puerto Rico al punto que señalemos, por encima de todo, los fundamentos agrietados y fisurados de nuestra vida social puertorriqueña? Resulta que ante las implicaciones de una pregunta de tal tipo, ha hecho aparición un discurso que deslegitima el asunto de la “quiebra” de Puerto Rico como la oportunidad histórica que tenemos para redefinir y reconstruir nuestra convivencia puertorriqueña. Para este discurso hegemónico de la quiebra, Puerto Rico se encuentra estrictamente ante un proceso legal que busca una resolución de la deuda del País con tal de que se promueva nuevamente el orden financiero y el crecimiento económico. Interrogantes que se salgan de estos límites –afirma el discurso hegemónico de la quiebra– ya no se ajustan a los hechos del caso de la “quiebra”, y no son otra cosa que divagaciones o teorizaciones abstractas que nada aportan verdaderamente a “la situación del País”.

El discurso hegemónico de la quiebra advierte que es necesario comportarse de manera práctica y concreta, dejando atrás los ensayos que procuren romper con los prejuicios más endurecidos que nos constituyen como sociedad puertorriqueña. En este sentido, la “quiebra” de Puerto Rico –más que la fisura y la grieta de los fundamentos de la vida social puertorriqueña- no es otra cosa que “bank-ruptcy”. El discurso hegemónico de la quiebra procura entonces cancelar las consecuencias más radicales de la “quiebra” de Puerto Rico: –lo que intenta es exponer la “quiebra” de Puerto Rico meramente como la quiebra judicial de Puerto Rico (redundancia que opinamos será cada vez más recurrente…).

Con respecto al desenlace de la “quiebra” del país –metafóricamente, la luz al final del túnel–, el Washington Post menciona que “Puerto Rico may finally get a chance for a fresh start as a result.” El Nuevo Día se unió al mismo optimismo, y en publicación suya transcribió lo siguiente del diario estadounidense:

“Lo que importa ahora para Puerto Rico es que haya un sacrificio razonablemente compartido por todos –acreedores, pensionados del gobierno, agencias gubernamentales demasiado grandes– para poder restaurar el orden financiero y reactivar el crecimiento económico”.

Y en otra parte de la publicación menciona lo mismo de otra forma:

“Para el diario [Washington Post], aunque en el mejor escenario Puerto Rico, antes de obtener beneficios, va camino inicialmente a ajustes económicos muy difíciles, es posible […] que con el tiempo la situación fiscal de la Isla tenga ‘un final feliz’”.

¿En qué consiste el “final feliz” para Puerto Rico según las opiniones del Washington Post y El Nuevo Día? ¿Cuál es el sentido de presentar el final de la “quiebra” de Puerto Rico como un “fresh start”? ¿Por qué quedarse en los parámetros del orden financiero y del crecimiento económico? ¿No será que la lógica que gobierna el “final feliz” y el “fresh start” para Puerto Rico responde al sistema de “banca-rrota” actualmente en crisis a nivel mundial?

Con esto se va cerrando el círculo del discurso hegemónico de la quiebra: su objetivo es monopolizar la narrativa sobre la debacle financiera de Puerto Rico, con tal de encubrir la pertenencia del País dentro de la crisis actual del capitalismo neoliberal globalizado. El supuesto “fresh start” y el aparente “final feliz” que defiende el discurso hegemónico de la quiebra no es más que la ilusión desesperada por mantener a flote un sistema fracasado, –la “banca-rrota”. En su misión de impedir que nuestra presente coyuntura histórica se configure como la búsqueda de alternativas al capital financiero internacional –que cala tan hondo y violentamente en nuestra convivencia puertorriqueña actual–, el discurso hegemónico de la quiebra utiliza tres puntos retóricos importantes.

El primero es el énfasis por los casos de “quiebra” en otras partes del mundo (Detroit, Washington D.C., Argentina, Grecia) como analogías a la “quiebra” de Puerto Rico. A pesar de las grandes diferencias –esto defiende el discurso hegemónico de la quiebra–debemos estudiar y analizar lo que otras partes del mundo realizaron para renegociar la deuda pública, lidiar con las medidas de austeridad, y poner en marcha el crecimiento económico. Pero el discurso hegemónico de la quiebra pasa por alto –y tiene que pasar por alto– la similitud más evidente, pero a la vez más fundamental, que une a Puerto Rico con otros lugares del mundo que han sufrido, actualmente sufren, y sufrirán posteriormente de debacles fiscales: a saber, los desastres del capitalismo neoliberal a nivel internacional.

Un segundo punto que emplea el discurso hegemónico de la quiebra es cierta especie de caracterización teatral con respecto a los personajes implicados en el proceso legal de la “quiebra”, y en especial con los bonistas y acreedores. Al respecto atendamos lo que comenta El Nuevo Día sobre la opinión editorial del Washington Post:

“Aunque los acreedores de la Isla reclaman ya en los tribunales que el plan fiscal del gobierno de Puerto Rico pudo haber asignado más dinero al servicio de la deuda, el periódico [Washington Post] afirmó que su solidaridad con los bonistas es limitada pues ‘muchos de los acreedores de la Isla en este momento son fondos de cobertura de riesgo [hedge funds] que compraron deuda de Puerto Rico con descuento”.

 No hay que dejarse engañar por la trampa que aquí pone en juego el discurso hegemónico de la quiebra. Como bien se sabe, uno de los obstáculos más complicados que enfrentará el proceso legal de la “quiebra” es la pugna entre los intereses individuales que fragmenta complejamente el conglomerado de bonistas y acreedores. Si a esto añadimos que el “fresh start” y el “final feliz” consiste en la restauración del orden financiero y la promoción del crecimiento económico bajo las lógicas del capital internacional, y que ninguno de los personajes implicados en la “quiebra” de Puerto Rico saldrán completamente ilesos –en tanto que unas partes tendrán que necesariamente sacrificar el máximo de sus intereses para beneficio y ganancia de otras partes–, la estrategia del discurso hegemónico de la quiebra es configurar cierta ficción teatral de los “bonistas buenos” y los “bonistas malos”. Pone en juego la retórica de presentar a una porción del grupo –en este caso los fondos buitres– como “villanos” del proceso legal de la “quiebra” de Puerto Rico, encubriendo así el verdadero problema de la crisis del capital financiero internacional. Para usar otra imagen nuestra: se construye retóricamente la atención pública hacia algunas manzanas podridas dentro del barril, encubriendo así que el verdadero problema es el barril como contenedor podrido.

Finalmente, el discurso hegemónico de la quiebra se sirve retóricamente del caso de Puerto Rico para amedrentar a los estados y municipios de los Estados Unidos que incurran en posteriores debacles fiscales. Este tercer punto lo observamos en el comentario que hace El Nuevo Día acerca de la opinión editorial del The Washington Post:

“Para el diario [Washington Post], el caso de Puerto Rico, aunque tenga el efecto de aumentar en uno o dos puntos las tasas de interés del mercado municipal, debe ayudar además a ciudades y estados a recordar ‘los riesgos que supone la indisciplina fiscal».

No nos cabe duda que así se escribe el capítulo más actual de la historia colonial de Puerto Rico con los Estados Unidos. No es solamente por atenerse a los hechos que la opinión editorial del The Washington Post menciona los 3.7 millones de ciudadanos estadounidenses que cayeron en la “quiebra” de Puerto Rico. Y puesto que en el discurso hegemónico de la quiebra la “indisciplina fiscal” se presenta como causa del debacle financiero público –todo con tal de quedar indultado las lógicas del capital– es un caso afortunado que Puerto Rico, colonia de los Estados Unidos con 3.7 millones de ciudadanos estadounidense, sirva para poner en su sitio al resto de los estados y municipios de la nación americana. Para decirlo con las palabras íntegras y perversas del The Washington Post: “that wouldn’t be such a bad outcome”.

En resumen, el discurso hegemónico de la quiebra es el dispositivo ideológico más actual que procura cancelar los ensayos más radicales de emancipación para una nueva convivencia puertorriqueña. Para este discurso del que hemos comentado aquí brevemente –y del que hará falta un desglose más detallado–, revitalizar al fracasado capitalismo neoliberal globalizado es prioridad sobre la construcción de una sociedad puertorriqueña más independiente y solidaria. El discurso hegemónico de la quiebra, por lo tanto, se propone salvaguardar los intereses del status quo en medio de la “quiebra” novedosa de nuestros tiempos presentes.

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Ricardo J. Jiménez Rodríguez
Autores

Ricardo J. Jiménez Rodríguez

Ponce, Puerto Rico. Posee un máster en filosofía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y un bachillerato en ciencias políticas y estudios pre-jurídicos de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR). Ha sido profesor en la PUCPR.

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