El holocausto y la virazón de Michael Cohen

Cohen se convirtió en el judío colonizado por el poder anglosajón de Nueva York, a pesar de que la ciudad ha sido centro de operaciones de algunas de las familias judías más influyentes de la nación. Pero DT no solo representa el poder anglosajón que controla el poder económico, aun cuando él, personalmente, es demasiado burdo y decadente para formar parte de la verdadera élite. DT, al igual que su padre, quien simpatizaba en su juventud con el KKK, es un racista que ha apelado a la desesperación de la población blanca que se siente cada vez más desplazada en los sectores de clase media y clase pobre de los EE. UU. El bien fundado temor de estos sectores es que esta creciente población no blanca (negros, hispanos, orientales) han aprovechado la educación para alcanzar «el sueño americano», y lo han logrado, sobre todo en sectores de alta visibilidad como lo son la música, la TV, el cine, las artes en general y la política, culminando con la presidencia de Barack Obama. DT se convirtió en la última «gran esperanza blanca», como la trama de la obra de teatro/película del mismo nombre sobre la esperanza de que un boxeador blanco (William Warren Barbour) le arrebatara el título al campeón de pesos pesados Jack Johnson. Johnson, había cometido el pecado mortal de casarse con una mujer blanca que eventualmente se suicidó, luego de que Johnson fuese acusado de secuestrarla al cruzar de un estado a otro.
DT se convirtió en la última esperanza blanca para rescatar la nación de los extranjeros que «se están quedando con el país». Por esta razón a los evangélicos no les molestan, o más bien toleran, sus tres matrimonios marcados por tres infidelidades, sus «romances» con una actriz porno y una playboy bunny, o su expresión de que por ser famoso le podía agarrar los genitales a cualquier mujer, sin consecuencias. A los republicanos no les importan sus ataques a los deportistas negros, su defensa de los nacionalistas blancos, su campaña sobre “el hecho” de que Obama nació en Kenya, su obsesión por desarticular todo lo que Obama hizo, su caracterización de los mexicanos como traficantes y violadores, o su recurrente referencia a los negros como individuos de «bajo I. Q.» Todas estas caracterizaciones racistas tienen tanta resonancia con la base del partido republicano que en gran medida alimenta su sueño de regresar a la era en que los negros “sabían su lugar” y ese lugar era la invisibilización y el trabajo asalariado, el de sirvientes que lamentablemente ya no pueden ser esclavos, al servicio de los blancos sin importar su nivel social, inconscientes de que al poder económico blanco poco le importa su bienestar aunque compartan el mismo color de piel. Ese estado utópico es la operacionalización del eslogan “Make America Great Again”, o sea, devolver a los Estados Unidos a la era post-abolición en que la hegemonía blanca no se cuestionaba y 20,000 miembros del Ku Klux Klan podían marchar en Washington D. C. sin temor a represalias.
Las palabras del padre de Michael Cohen al efecto de que él no sobrevivió el holocausto para que su nombre fuese enlodado (sullied) por su hijo en defensa de DT, tuvieron un efecto devastador en un hombre que se humilló como pocos para ser consistentemente pisoteado por el objeto de su admiración. Cohen ha rechazado la posibilidad de un perdón presidencial. Decirle todo lo que sabe, que es mucho, a los federales para fortalecer sus casos contra el presidente es su acto de contrición, su forma de purgar su autodenigración para servir a un desvergonzado narcisista, embaucador, mentiroso y traidor a su propia nación, dispuesto a vender a quien sea con tal de hacer dinero y salvar su propio pellejo.
Un particular rasgo de personalidad de los estadounidenses es que no respetan a quien se humilla ante ellos. Solo respetan a quienes les hacen frente aunque no tengan posibilidad de vencerlos; a quien tiene los ovarios de enfrentarlos pues, en el fondo, se reduce a una lucha por quién los tiene más grandes. Ese es un rasgo que los estadoístas del patio nunca han entendido. El famoso «don’t push it» que emitió Pedro Rosselló confrontó a los congresistas con una expresión de tú a tú, no de tú a usted, que es la fórmula para ser humillado nuevamente.
Donald Trump ha hecho más por desnudar el sistema que todos sus detractores juntos. Michael Cohen está demostrando, tal vez demasiado tarde, que la única forma de enfrentar los protagonistas de ese sistema es no convirtiéndose en sus lacayos con tal de ganar su favor. DT ha demostrado a la saciedad, que el poder económico hará lo que tenga que hacer para prevalecer. Solo enfrentándolos con la dignidad que ellos carecen se puede al menos retener aunque sea un ápice de vergüenza.
Los días del abominable están contados. Ese anticipado resultado no cambiará el sistema. En todo caso puede que lo fortalezca, sobre todo cuando Pence lo perdone y el gobierno de EE. UU. enfrente el desafío de enjuiciarlo por todo lo que ha hecho más allá de su abuso de poder o, al igual que Nixon, decida pasar la página para «preservar» la «imagen» de la presidencia. Esta decisión revelará la costura de sus verdaderos ideales, sus verdaderas lealtades, su verdadera naturaleza depredadora de sus propios compatriotas, su propio país, el planeta entero.
De todas formas pienso descorchar un espumoso barato cuando ocurra lo que tiene que ocurrir. Es un pequeño consuelo, pero de esperanza vive el cautivo, ¿no?