El poeta pastor siempre por aparecer
Vito Apüshana es el nombre de un poeta que ha publicado bellos poemas, pero nunca ha aparecido realmente en persona, no importa que algunos afirmen haberlo identificado. Para reseñar la segunda edición de su deslumbrante poemario, Contrabandeo sueños con arijunas cercanos, es importante situarlo ante el público general en el contexto de la aventura literaria de su pueblo. Los wayuu, antes llamados guajiros, son un pueblo de lengua arawaka, proveniente de la cuenca amazónica, que hace más de mil años se estableció en la península de la Guajira, punto más septentrional de Suramérica proyectado casi como una isla dentro del mar Caribe. La Guajira es un territorio binacional, compartido por Colombia y Venezuela.
Ha llamado la atención la manera en que los wayuu adoptaron aceleradamente una fuerte economía pastoril y de contrabando desde la llegada de los primeros europeos, lo que según algunos estudiosos les permitió resistir exitosamente la conquista y derrotar a los españoles. Éstos nunca lograron derrotar a los wayuu ni ocupar su territorio. El pueblo wayuu es una literatura. Posee una tradición oral y gráfica milenaria conectada al Libro del cuarto mundo de los pueblos amerindios, actúa como personaje en señeras expresiones de la ciudad letrada moderna y sus autores publican con voz propia dentro de la literatura contemporánea, contribuyendo al auge actual de las literaturas indígenas de América y a las letras hispanoamericanas en general.
El arte verbal del jayeechi o cantar tradicional wayuu forma parte de una herencia americana de raigambre precolombina que incluye también la escritura en el sentido amplio de la expresión visual y sonora contenida en las artes y artesanías. Los wayuu y su cautivante territorio ancestral han sido no sólo un fondo humano palpitante sino personajes enigmáticos en obras de narradores colombianos como Gabriel García Márquez, Eduardo Zalamea Borda, Laura Restrepo y otros. Los escritores wayuu José Ángel Fernández, Estercilia Simanca y el propio Vito Apüshana –nombre de autor de Miguel Ángel López Hernández– han obtenido premios internacionales en circuitos letrados del ámbito latinoamericano. Les anteceden y suceden otros escritores, mayores y más jóvenes, que componen una literatura emergente con voz singular, con una pasión del territorio y la colectividad tan intensa e inconfundible que da pie a un ideal, a un mito, a una era imaginaria.
Contrabandeo sueños con arijunas cercanos, publicado por Vito Apüshana en 1992, es el primer libro de poesía de autor wayuu dado a la luz pública. Esta afirmación es tan exacta como imprecisa: exacta porque hasta el momento no se conocen otros libros de poemas de autor wayuu que se hayan publicado antes; imprecisa porque la cultura expresiva wayuu, como toda expresión amerindia, es toda ella un libro de poesía inscrito en innumerables formas desde hace cientos de años hasta nuestros días. El gran erudito de las civilizaciones amerindias, Gordon Brotherston, ha calibrado la inmensa sabiduría y sofisticación de lo que llama Libro del cuarto mundo, en verdad una miríada de libros, múltiples expresiones escritas y orales de los pueblos amerindios que están diseminadas en el espacio americano, en topografías, ecosistemas, monumentos, artefactos, pinturas, códices, papiros y memorias orales desde el Círculo Ártico hasta la Tierra de Fuego. Brotherston, como muchos otros conocedores del tema, no acepta que haya pueblos sin historia y sin escritura, como se suele decir, pues demuestra que tanto los códices y otras escrituras gráficas de los pueblos americanos, como sus formas orales, pertenecen a la escritura en su sentido amplio, en cuanto registro sistemático y complejo de signos expresivos. La literatura oral emplea los mismos procedimientos de codificación e inscripción de la escritura gráfica, es, en fin, una variante sonora del signo escrito en un sistema vivo de memoria y reproducción. Los diseños gráficos y artesanales, los mitos y leyendas, los jayeechi y otras tradiciones verbales varias demuestran que el pueblo wayuu sí posee una escritura y una historia desde sus orígenes hasta hoy. La interesante emergencia y florecimiento de autores wayuu en la literatura letrada registrada en las últimas décadas –movimiento al cual pertenece Vito Apüshana y que cuenta con figuras como Miguel Ángel Jusayú, José Ángel Fernández, Estercilia Simanca, María Vicenta Siosi y otros– es, por tanto, sólo una rama esplendorosa más de un vergel ancestral que prosperó desde siempre en formas que rebasan lo que hoy se conoce convencionalmente como “literatura”.
Contrabandeo sueños con arijunas cercanos pertenece, entonces, a esa gran biblioteca que viene siendo publicada desde hace milenios. Lo que es inaugural es su incursión desde el intersticio del wayuunaiki y el español, en la forma de libro impreso según la costumbre occidental, y en el género de la poesía, según la define también una tradición occidental. Este libro de Apüshana, pastor, poeta y habitante del norte de la Guajira colombo-venezolana, proviene de un espacio de la expresión amplio, milenario, proliferante, polimorfo, e introduce toda esa multiplicidad americana en el coto restringido de una tradición expresiva históricamente identificada con Occidente, a la cual sin mucho rigor se le reserva el término de “literatura.” Como dice el título de su poemario, Apüshana acude a contrabandear sueños con esa tradición. Es en función de ese generoso contrabando que el pastor de palabras y visiones de su pueblo asume el avatar del autor que imprime y publica un poemario, simulando cumplir con las reglas y requisitos de admisión que impone la ciudad letrada, para mejor transgredir el coto cerrado de la literatura convencional y establecer un intercambio abierto de bienes ideados y soñados. Vito Apüshana persigue abrir senderos de contrabando, no de asimilación ni integración, con ese coto restringido que suele presentarse como la única literatura posible. En este gesto de apertura del rapsoda wayuu radica su apuesta a la universalidad o mejor dicho, la multiversalidad de los intercambios humanos. Su objetivo es entrar y salir de la ciudad letrada para ofrecer regalos y recibirlos, al tiempo que mantiene su residencia en la tierra de dimensiones inconmensurables de lo visible y lo invisible, recreada día a día en la cosmopraxis amerindia. Con ello, Apüshana reconoce que la tradición de la literatura convencional, en su alcance mundial, posee delicias y bondades muy preciadas, entre ellas, la capacidad de recibir con júbilo lo que el pueblo wayuu ofrece y de reciprocar con recursos creativos invaluables. La obra de Vito Apüshana es un gesto de intercambio y donación que nos convoca a todos.
Ahora se publica la segunda edición de Contrabandeo sueños… Han pasado veinte años desde que este poeta luminoso se estrenó en la dimensión del libro impreso, envuelto en el misterio de su identidad proteica. Durante casi una década un enjambre creciente de lectores persiguió los rastros de un autor llamado Vito Apüshana, de quien nadie podía o quería dar cuenta. Hubo excursiones de lectores, críticos y antropólogos por los parajes deslumbrantes de la Guajira colombo-venezolana; atravesaron sus pampas, bosques y breñales bordeados de dunas, médanos y playas, buscándolo. Algunos creyeron haber visto al poeta pastor y contrabandista, pero era sólo una creencia. Este anecdotario alucinante nos recuerda las búsquedas de autores desaparecidos en las novelas de Roberto Bolaño. La profesora Adriana María Campos Umbarilla, de la Universidad Javeriana de Bogotá, nos ofrece el más pormenorizado análisis realizado hasta ahora sobre la estrategia de este poeta de no comparecer en persona ante sus lectores. Las reflexiones de la profesora Campos nos permiten relacionar la danza de identidades de Vito Apüshana a un desencuentro crucial entre las literaturas amerindias y la ciudad letrada convencional. Marc de Civrieux, el traductor del gran libro ancestral de los so’to en la Orinoquia venezolana, el Watunna, ha explicado con toda claridad tal desencuentro: “No hay margen, en las mitologías —y aquí entra toda la tradición amerindia—, para la fantasía subjetiva de ‘artistas’ individuales ni para la improvisación. Cada episodio, cada símbolo, tiene importancia y significado ejemplar. Expresión espontánea del alma colectiva, el mito sobrepasa los límites del hecho síquico individual y sería vano buscar su autor. Sólo hay un poeta: la comunidad.” En mi opinión, el continuo acto de desaparición de Apüshana recusa la vanidad de buscar un autor para una obra que convoca a un pueblo desde la palabra misma de ese pueblo. Por eso decimos que el contrabandista guajiro de sueños simula adecuarse a ciertos requisitos de la ciudad letrada, para incursionar en ella, pero se rehúsa a validar el mito moderno-occidental del autor. Esto, sin que podamos decidir si acaso tal estrategia redunda, a fin de cuentas, en reforzar el mito del autor al crear un autor que hace de su invisibilidad un mito contemporáneo. Lo que sí queda establecido es que Vito se convierte en personaje de la obra poética misma, que su personalidad mítica late en cada verso y que comprobar a quién pertenece el nombre del poeta que así se llama es secundario.
Los bienes que aporta este contrabandista de la poesía son luminosos. Esta palabra esbelta, susurrada o cantada, pero siempre sonora —breve, muy medida, más intensa— capta las palabras, los nombres de los antepasados, y también de los coetáneos, y de quienes todavía no han nacido, entre los que se incluyen parientes, espíritus, animales, criaturas visibles e invisibles y lugares concretos de un ámbito muy real, tan real que incluye los paisajes del sueño, un ámbito en el cual todos los seres son potencialmente personas, nunca del todo cosas ni objetos, al contrario de las relaciones cosificadas del mundo degradado y reducido al que tantos llaman, sin hacer justicia a las palabras, “realidad,” “modernidad,” “civilización.” Bruno Latour, un antropólogo que se ha atrevido a estudiar a los científicos y sus laboratorios como elementos de un drama ritual tan mágico y creador de mitos como cualquier otro, no con el propósito de devaluar ni desmerecer a la ciencia, sino para explicar su capacidad creativa, no hace mucho escribió un libro titulado Nunca fuimos modernos. Más o menos explica que lo único moderno de los supuestos modernos es creerse que lo son. La poesía de Vito Apüshana va más lejos, después de leerla quedamos preguntando si tiene algún sentido en este siglo veintiuno, aquella distinción espuria entre la civilización y la barbarie, lo moderno y lo pre-moderno, la cultura y la naturaleza y lo humano y lo no humano que tantos estragos permitió causar en manos de quienes se la tomaron demasiado en serio, o que pretendieron cínicamente que así lo hacían.
*Las imágenes utilizadas en esta columna son fotos recientes del área donde vive el poeta, de la autoría de Constanza Ussa.