Epistemología de la concepción materialista de la historia (4): materialismo dialéctico
Introducción
En las dos primeras redacciones definimos la concepción materialista de la historia (CMH) como una teoría crítica de los procesos sociohistóricos y explicamos su surgimiento como una síntesis de las contradicciones de la sociedad burguesa y el desarrollo de la ciencia. En la tercera expusimos cómo la división de la sociedad en clases provocó la generalización del hilemorfismo (la dicotomía empirismo/idealismo).
Aquí examinaremos cómo el materialismo dialéctico es la filosofía de la CMH y cómo configura una revolución filosófica que supera la aludida cosmovisión dualista. Revisaremos la relación entre la epistemología de la ciencia, materialismo dialéctico y la metodología de Marx. Finalizaremos señalando la complejidad epistemológica asumida por este pensador.
Materialismo dialéctico
Para la CMH, la ontología es la materia. Pero, distinto al materialismo mecánico (empirismo), supone que el movimiento es inmanente a esa ontología; la conciben dialécticamente (Engels, 1883). Ese dinamismo existe a nivel físico: debido al movimiento browniano, los átomos no están quietos; químicamente, las moléculas reaccionan abundante e incesantemente; biológicamente, los organismos actúan en su contexto para satisfacer sus necesidades; antropológicamente, los humanos también actúan en esos términos, pero se transforman al hacerlo (Engels, 1876; Childe, 1951). Ese materialismo no es objetivista (reconoce lo subjetivo y las ideas) ni unidireccional (asume causación circular): en el capítulo V de El capital, Marx expone que los humanos trabajan a partir de ideas (que son actividad material neurológica) y en Tesis sobre Feuerbach explica que somos resultado de nuestras circunstancias, pero también que podemos transformar nuestro contexto social. Eso último es lo que Marx llamó “práctica revolucionaria”. El materialismo dialéctico coincide con el idealismo en concebir al sujeto como ente activo; pero difiere al descartar que lo único que existen son las ideas, al postular la primacía de la materia y al reconocer la usual primacía del contexto y a la experiencia como principal determinante del conocimiento. Marx concibe un sujeto que resulta de interactuar con su contexto, pero que puede reflexionar sobre este, criticarlo y trocarlo. Este es el concepto praxis, que consiste en poner el pensamiento al servicio de la transformación de la realidad; eso acarrea unir ideas y materia, pensamiento y acción, sujeto y contexto, conocimiento-ciencia y ética, razón y emoción (González, 1991); esto borra las escisiones institucionalizadas a partir de la división de la sociedad en clases. Dialécticamente, la praxis requiere conocer la realidad para transformarla, a la vez que reconoce que conocer la realidad es solo posible al transformarla. Entonces este materialismo no es estático ni unidireccional; registra que el humano es activo, que maneja ideas y que es producto de su actividad de transformación de su entorno. Esto indica que el concepto de “trabajo” fundamenta la visión antropológica y la teoría sociohistórica de Marx, e implica que el concepto de praxis (meta-trabajo) es su concepto filosófico cumbre.
Pensando que el hilemorfismo plantea la dualidad idealismo-opresores y empirismo-oprimidos, pudiéramos estimar que la CMH asume el empirismo debido a su identificación con los trabajadores. Eso es errado. Recordemos que la escisión empirismo/idealismo es producto de, e isomórfica a, la división social en clases; por lo tanto, posicionarse desde el empirismo es ubicarse gnoseológicamente al interior de esas relaciones y reproducirlas. Además, epistemológicamente el empirismo falla por su reduccionismo (menosprecia las ideas) y por su concepción pasiva del sujeto. Distinto a eso, la ontología de estos autores define materia en términos de constante movimiento, afirma la existencia del sujeto y de las ideas, recalca que estos son activos y que esa materia es dialéctica (cambiante y contradictoria). Mediante el concepto de praxis, esta concepción de la materia supera el hilemorfismo: disuelve la escisión entre ideas-abstracción y acción-concreción, lo que implica eliminar la escisión trabajo-manual/trabajo-intelectual y establecer un orden social en el cual quienes trabajan piensan y deciden; el materialismo dialéctico prefigura la eliminación de las clases sociales. Dado que la filosofía se yergue sobre la división social en clases, y que la generalidad de sus corrientes de pensamiento existen al interior de la dicotomía abstracto/concreto, la superación realizada por el materialismo dialéctico equivale a una revolución filosófica; es una epistemología homóloga al comunismo, pues realiza en el pensamiento el contenido de esa propuesta política.
Epistemología de la ciencia y de Marx
Establecimos lo básico de la filosofía de esta teoría científica sociohistórica crítica. Ahora revisemos la relación entre los fundamentos de la ciencia y la metodología de Marx.
El idealismo es incongruente con la ciencia porque asume (ontológicamente) que solo existen ideas y (epistemológica-metodológicamente) propone solo pensar; y la ciencia incluye la observación. El idealismo es cónsono con las religiones (especialmente las monoteístas) pues asume la veracidad de sus creencias por fe, sin exigir prueba empírica; las ciencias se han construido a contrapelo de este dogmatismo. El idealismo contiene elementos valiosos, como desconfiar de las apariencias sensoriales y valorar las ideas y al sujeto como activos; también, mediante las matemáticas, provee un lenguaje crucial para la ciencia; pero su desdén por lo empírico discrepa con la ciencia.
Según Bachelard (1990) los errores vienen por pares. Las filosofías centradas en lo tangible son la antípoda al idealismo. En su prólogo a Del socialismo utópico al socialismo científico, Engels presenta esa oposición y establece que la ciencia es materialista. Pero también arguye que el materialismo no es homogéneo, pues sus primeras manifestaciones exhibían problemas como ignorar las contradicciones, pensar ahistóricamente e interpretar al mundo como si fuera una máquina. A esos fallos podemos añadir: epistemológicamente, desconocer que las apariencias son engañosas e ignorar que la percepción está mediada por las ideas; y metodológicamente, olvidar que la ciencia inicia con la pregunta. Ese materialismo asume en un objetivismo que menosprecia las ideas y concibe un sujeto pasivo que solo recibe la información, por lo que se asemeja a lo que definimos en la redacción anterior como empirismo. Como bien dice Marx en la primera parte de Tesis sobre Feuerbach, el materialismo que le antecedió concibe las cosas como objeto de contemplación accesible desde la sensorialidad y no como actividad humana, como práctica. La premisa de pasividad es incompatible con el rol activo que realiza el investigador en la ciencia y el sujeto en sus interacciones sociales. En el ámbito de los procesos sociales, esa supuesta no-actividad deja el campo intelectual abierto para que el idealismo conciba al sujeto como activo, aunque lo reduzca al pensamiento y desconozca su contexto sociohistórico. El empirismo es el error contrario al idealismo y reproduce la matriz epistemológica dualista.
Epistemológicamente, la importancia de las ideas y el carácter activo del sujeto indican el rol central de la teoría en la ciencia. Las ciencias se han constituido criticando y descartando el conocimiento sensorial espontáneo, pues este no es fiable: las ciencias naturales desbancan ideas como la apariencia plana de la tierra, el geocentrismo y que las especies parecen estáticas; las ciencias sociales superan ideas como que siempre ha habido dominación, o que la sociedad moderna es democracia, basada en libertad, igualdad y progreso. Metodológicamente, las ciencias critican las apariencias, elaboran teoría (construyen conceptos, formulan preguntas, proponen hipótesis…) y observan rigurosamente para probar las hipótesis: establecen un diálogo entre teoría y observación. Mediante dicha dialéctica las ciencias alcanzan una ruptura epistemológica (Bachelard, 1990): desechan el saber inicial (sea sensorial o intuitivo) al construir un conocimiento mediante otras premisas, definiciones, procedimientos, observaciones y conclusiones. La ciencia opera en términos materialistas discontinuistas (Braunstein, 1975), pues la evidencia empírica es criterio de verificación de los enunciados, pero el conocimiento se construye en discontinuidad con la sensorialidad inicial. Ante lo anterior, y dado que las ideas también son materialidad (son la actividad del cerebro), podemos concluir que la ciencia se construye mediante una dialéctica de la materia: el pensamiento (materialidad neuropsicológica), niega la primera materialidad sensorial y mediante la colaboración entre la teoría (materialidad neuropsicológica construida para explicar) y la observación sistemática (materialidad sensorial guiada por la teoría) erige otro conocimiento (otra materialidad neuropsicológica); la ciencia es materialista dialéctica.
Ahora revisemos la reflexión de Marx sobre el método científico. En los Grundrisse escribió:
“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones […], unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida […] de la intuición y de la representación. En el primer camino, la representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento.” (p. 21)
El sujeto, al interactuar con una materialidad que existe independientemente de sí, construye lo concreto representado. A partir de ese concreto representado el investigador analiza, distingue, elimina factores, para llegar a determinaciones simples y abstractas; produce conceptos abstractos, que no existen en lo concreto, pues son creaciones del pensamiento, pero que son imprescindibles para entender la materialidad a partir de la cual se construye lo concreto representado. Luego realiza un proceso de síntesis: examina cómo se relacionan las categorías abstractas y erige intelectualmente lo concreto como un sistema; reconstruye conceptualmente lo concreto en el pensamiento como síntesis de múltiples determinaciones.
Para Marx este proceso de (re)construir lo concreto mediante el pensamiento es metodológico-epistemológico, no ontológico, como lo es para Hegel. Desde el idealismo filosófico, este identifica lo real con lo racional; asume que lo concreto es producto del pensamiento. Marx reconoce que lo concreto real antecede a la conciencia, que es independiente de ésta y que lo que hace la ciencia es construir los conceptos que explican lo real; así lo real deja de ser una apariencia caótica y se convierte en un concreto rico en determinaciones. Dicho de otro modo, no confunde el camino histórico-real (lo concreto representado) con el camino del pensamiento-investigación (lo concreto pensado, síntesis de determinaciones).
Notemos que Marx piensa esto casi circularmente, como en espiral. Parte de un punto (lo concreto representado) va al extremo opuesto (determinaciones abstractas) y regresa al punto de inicio (lo concreto), pero a otro nivel (como síntesis de determinaciones). Su método es completamente dialéctico. Apreciamos la compatibilidad entre la concepción metodológica de Marx y el proceso de constitución del conocimiento científico. Ambos parten de lo concreto-aparente, construyen conceptos-abstracciones y regresan a lo concreto en otros términos.
Ciencia, poder y complejidad
El fuerte compromiso político de la CMH lleva a algunos a denunciar una falta de objetividad. Podemos remitir esta crítica al argumento expuesto en la segunda de estas redacciones, donde explicamos cómo la crítica a las categorías inmanentes a las opresiones es condición de realización de la ruptura epistemológica que permite construir conocimiento científico sobre dichas relaciones. Hacer ciencia sobre un asunto requiere descartar las prenociones, ideas que no fueron confeccionadas para explicar (Bourdieu, et. al., 1973); eso incluye la terminología propia de la reproducción del capitalismo, el patriarcado, el racismo, el imperialismo y de nuestra dañina relación con la naturaleza.
Profundizando en la confluencia entre crítica y conocimiento científico, es pertinente recordar las transformaciones epistemológicas de las ciencias. Según Bachelard (1934/1984) desde inicios del siglo 20 la física ha pasado por cambios importantes. La mecánica cuántica, en sus investigaciones sobre luz, informa que partir de distintas teorías (la luz como onda o como partícula) lleva a realizar distintos experimentos (para contestar diferentes preguntas), y que esos distintos experimentos generan resultados diferentes (que confirman a la luz como onda o como partícula).
Esto cuestiona el principio epistemológico de objetividad asumido por las ciencias en su versión clásica, la que Morin (1990) llamó paradigma de simplicidad (sistema epistemológico en el que se basan el materialismo estático y el empirismo). El principio de objetividad postula que la ciencia intenta producir, y produce, conocimiento que no está mediado por el sujeto, sus ideas o su cultura. A partir de esta normativa y de la presunción de su cumplimiento, la epistemología de la simplicidad desconoce que el conocimiento (la selección de temas, la construcción teórica, las estrategias metodológicas y las conclusiones) es la realización de decisiones del investigador, las cuales suponen algún posicionamiento ante las relaciones sociales: la fantasía de objetividad oculta su imposibilidad.
Entonces el conocimiento científico es una construcción material-sociohistórica del investigador. Pero esto no es exclusivo de las ciencias sociales; hasta la física plantea que el conocimiento producido varía según el posicionamiento teórico decidido por el científico. En la economía política es evidente cómo el pensamiento se transforma a partir de los cambios históricos en el fenómeno que estudia y en el contexto histórico-cultural dentro del cual existen los investigadores: los fisiócratas concibieron la economía como un asunto natural cuando esta aún era predominantemente agrícola; los clásicos (Smith, Ricardo…) pensaron en términos liberales cuando, en las fases iniciales del capitalismo, dicha doctrina estaba en ascenso; Marx estudió el capitalismo de un modo radicalmente crítico en contexto de crisis intensas del capitalismo; Keynes concibió una teoría que permitió reformar el capitalismo para paliar sus brutales crisis; las crisis keynesianas fueron ámbito favorable para desplegar el pensamiento de libre mercado de los neoclásicos (Friedman, von Hayek); el neokeynesianismo (Stiglitz, Krugman, Reich…) se desarrolló en la medida en que el neoliberalismo engendró crisis que es incapaz de resolver… Un indicador de la genialidad del pensamiento de Marx radica en que este podía captar cómo el pensamiento de teóricos anteriores estaba delimitado por el momento histórico en el que vivían: este era un excelente epistemólogo.
Dada la determinación teórica y socio histórica del pensamiento científico, debemos reformular el principio de objetividad y reconocer que esta es una construcción material del investigador; hagámoslo aclarando que esto no debe confundirse con el subjetivismo ni con el anarquismo epistemológico postulado por Feyerabend (2002). Morin explica que esta constructividad es una premisa fundamental en el paradigma de complejidad. Explicitar lo político en el desarrollo de la investigación-teorización es una decisión ética-epistemológica realizada por el intelectual (consciente o inconscientemente), la cual tiene consecuencias políticas y teóricas. Políticamente, notar las opresiones y teorizar comprometidamente con su erradicación facilita dicho objetivo; desconocer las opresiones y pretender pensar “neutralmente” las reproduce. En cuanto a la construcción de teoría social, desconocer la opresión incapacita el entendimiento, pues equivale a ignorar un componente crucial de las relaciones sociales y usa categorías intelectualmente inválidas; por lo tanto, reconocer el carácter opresivo de relaciones de dominación construye un conocimiento más completo. Esto no significa que tener postura crítica ante las opresiones sea suficiente para hacer buena ciencia; pensar y observar sistemáticamente es imprescindible. Por el contrario, dada la impugnación de falta de objetividad, es indispensable que el teórico social crítico destaque en rigurosidad epistemológica, teórica y metodológica, pues los agentes del orden establecido le condenarán, aún cuando al hacerlo cometen aquello de lo cual lo acusan.
Síntesis
Notamos que el materialismo dialéctico provee la base filosófica a la CMH, que reconoce la importancia de las ideas y del sujeto y que es epistemológicamente isomorfo al comunismo. Observamos que el materialismo dialéctico y la construcción del conocimiento científico concuerdan epistemológicamente. Reconocimos la continuidad entre la politicidad explícita de la CMH y la epistemología del paradigma de complejidad. En las siguientes dos redacciones examinaremos los conceptos fundamentales de esta filosofía: “materia” y “dialéctica”.
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