Epistemología de la concepción materialista de la historia (5): materia

Materialismo histórico en marcha.
Introducción
En las primeras dos redacciones definimos la concepción materialista de la historia (CMH) como una teoría crítica de la sociedad y explicamos su surgimiento a partir de las contradicciones de la sociedad burguesa y del desarrollo de la ciencia. En la tercera sección explicamos la gran escisión social y epistemológica inaugurada con el surgimiento de las clases sociales. En la cuarta mostramos lo básico del materialismo dialéctico, expusimos cómo sutura esa escisión epistemológica y revisamos las relaciones entre dicha filosofía, la ciencia y la metodología de Marx.
Habiendo definido preliminarmente el materialismo dialéctico, profundizaremos en su entendimiento enfrentándonos a dos preguntas: ¿qué es la materia? y ¿qué es la dialéctica? Contestemos aquí a la primera; responderemos a la segunda en la sexta redacción.
Cualificar la pregunta
Esta pregunta es ontológica. Toda ontología es una construcción desde alguna epistemología: ninguna ontología se traduce sola al pensamiento, pues son concebidas desde la escuela filosófica desde la cual se piensa. Pero si contextualizamos socio históricamente la filosofía (lo cual implica pensar en términos materialistas y dialécticos) podemos superar el solipsismo de la autodeterminación absoluta del pensamiento y reconocer dos ideas. La primera es que la filosofía surgió cuando, al dividirse la sociedad en clases, la clase dominante tuvo suficiente tiempo libre como para dedicarse a pensar. La segunda es que en el debate filosófico surgieron perspectivas idealistas (que exaltan el pensamiento y metaforizan el trabajo intelectual) y perspectivas empiristas (que fetichizan la experiencia y metaforizan el trabajo manual).
Ya surgidas esas tendencias, cada filósofo se posiciona ante las alternativas en su momento histórico. En la medida en que la ciencia y la crítica a las opresiones se desarrollaron, construyeron conocimientos que partieron de premisas que luego fueron explicitadas y sistematizadas como materialismo dialéctico.
Materia: unidad y diversidad
Podemos definir materia como aquello de lo cual está hecho todo lo existente; es todo lo que tiene masa y ocupa espacio (Magnitudes y valores, 2021). Etimológicamente, este término se deriva del latín “mater”, que es la raíz de la palabra “madre”, lo que implica a la materia como fuente originaria (Anders, 2021). Existe una diversidad de tipos de materia, la cual resulta de la historia de la organización de la misma. ¿De cuáles tipos de la materia hablamos?
- Materialidad física-química. A este nivel, la materia existe como partículas subatómicas, elementos y moléculas. Es pertinente notar que, a partir de Einstein, los físicos y cosmólogos asumen la mutua convertibilidad entre energía y materia. El universo surgió hace unos 13,700 millones de años con la gran explosión originaria (big bang); luego la energía se fue convirtiendo en materia (Hawking, 2018). El planeta Tierra, compuesto por átomos y moléculas evolucionadas a partir del big bang, surgió hace unos 4,600 millones de años.
- Materialidad biológica. La vida en la Tierra emergió hace unos 4,000 millones de años. Los sistemas vivos inauguran un modo particular de organizar la materia físico-química: las moléculas auto-replicantes. Son moléculas complejas que crean entidades similares a sí mismas, lo cual inició la existencia de lo que Maturana y Varela (1973) llamaron autopoiesis, sistemas auto-creados y auto-organizados. Con el paso del tiempo, algunos organismos se complejizaron organizacionalmente mediante la coordinación de células funcionalmente diferenciadas y surgieron los multicelulares, que a su vez evolucionaron en una diversidad de organismos aún más complejos. Pudiéramos plantear que el conocimiento inicia con la vida, pues tan pronto existen organismos, estos tienen facultades sensoriales mediante las cuales captan información de su entorno, lo cual les permite detectar agua, alimento, temperatura… actuar concordantemente a su autoconservación; pero aún no es conocimiento abstracto, manejo de ideas. De todos modos, es pertinente notar que el surgimiento de la vida consiste en la aparición de otro nivel de materialidad, el que introduce en la historia nuevos componentes, relaciones y procesos.
- Materialidad social. Las sociedades son sistemas de relaciones entre organismos. Con ellas brota otro nivel de materialidad con su respectiva innovación de propiedades. Los insectos eusociales, aquellos que existen en sistemas de relaciones con diferenciación funcional, inauguraron este modo de organización de la materia hace unos 150 millones de años. En estas formas de coordinar la vida, la totalidad (social) incluye y supera a las partes y define el funcionamiento de estas. Es importante notar una diferencia clave entre las sociedades humanas y las de las otras especies: las no humanas tienen una estructura rígida que resulta de prefiguración genética; pero las sociedades humanas son tremendamente diversas debido a la gran plasticidad del organismo humano y debido al poder de la cultura (que por estar compuesta de abstracciones facilita la divergencia de la acción). También es pertinente recordar la historicidad de la organización social humana, pues durante el grueso de la historia del homo sapiens sus sociedades no estaban divididas en clases: nuestra especie surgió hace unos 300 mil años y las clases sociales comenzaron a emerger en algunas sociedades hace unos 10 mil años. Esta variabilidad que confirma la plasticidad de este nivel de materialidad. La CMH centra su estudio en el caso humano de esta materia.
- Materialidad psicológica. En su relación entre humano y mundo, las ideas son representaciones abstractas de la materialidad concreta; en cuanto a su funcionamiento dentro del organismo humano, estas son un nuevo nivel de materialidad indesligable de las estructuras neurológicas corticales (Engels, 1883; Bunge, 1985). Las ideas están fuertemente vinculadas al lenguaje: cuando este comienza a surgir hace un millón de años (Barham & Everett, 2021), potencia la capacidad de manejar ideas, de pensar (Vygotsky, 1978).
La hominización (Morin, 2005; Jaiswal, 2021, Harmand, 2015) incluyó el desarrollo del binomio pensamiento-lenguaje a través de una relación de promoción recíproca entre su anatomía-neurología y factores socio-tecnológicos: la bipedestación (hace unos cuatro millones de años) liberó las manos y permitió manejar instrumentos; el manejo de instrumentos, mayormente de piedra (hace dos millones de años), suscitó un portentoso desarrollo neuro-cognitivo-lingüístico; la domesticación del fuego (hace 400,000 años) posibilitó cocinar (lo que facilitó masticar, redujo la mandíbula y permitió crecimiento craneal) a la vez que fomenta el desarrollo neuro-cognitivo-lingüístico porque incrementó el aprovechamiento de los nutrientes. El refinamiento de los instrumentos de piedra (entre hace 100,000 y 35,000 años), supone el lenguaje y a la vez lo refuerza. Esta hominización engendró las ideas, construcciones abstractas de cerebros con alto grado de desarrollo cortical que están imbuidos en sistemas socioculturales en los cuales las abstracciones (tecnología, lenguaje, religión, planificación, normas…) son relevantes (Engels, 1883). Notemos, epistemológicamente, que esto evade el reduccionismo biológico que prescinde de lo social y el antropologismo-sociologismo que ignora lo neurológico: los cerebros son órganos sociales. Recordemos que esta evolución sucedió en sociedades comunistas, sin clases sociales, en las cuales los principios de solidaridad, equidad y empatía regían la cultura y que esos principios fueron cruciales para la hominización (Spikins, 2015).
El conocimiento inició con la vida pero dió un salto cualitativo con la morfogénesis del lenguaje-ideas. Ahí surgió otra materialidad: la semiosis-cultura. Esto inaugura una existencia social regulada por signos, los que se definen como una relación entre significante y significado (de Saussure, 2011). En la cultura los signos de tipo simbólico (Peirce, 1988) son importantísimos por su alto grado de abstracción-conceptualización que permiten, especialmente mediante el lenguaje. Según Morris (1985), los signos son parte de códigos, los que existen dentro de lo que Jacobson (1984) llamó estructura de la comunicación (emisor, mensaje, referente, medio, código y receptor). En cuanto a la historia del universo, las ideas son síntesis de la historia de la organización de la materia.
Recordemos la importancia que las ideas tienen para Marx. El primer concepto que discute en su obra magna, El capital, es el de mercancía; las define como cosas que satisfacen necesidades, sean estas del estómago (biológicas) o de la fantasía (ideas, abstracciones). Similar importancia le adjudica a las ideas cuando explica el concepto más importante de la CMH, el trabajo: en el capítulo V de El capital expone que lo que distingue al peor albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera: los resultados del trabajo existen primero en la imaginación del obrero, o sea idealmente. Los subrayados son de Marx. Su concepto cumbre, praxis, significa acción guiada por el pensamiento para transformar las condiciones de existencia: implica poner la historia bajo el control de las ideas (de solidaridad, libertad, equidad…).
Podemos añadir que la ciencia es un caso particular de ideas cuyo propósito es explicar los fenómenos, incluyendo a las ideas, lo que implica un despliegue de la reflexividad de estas. Notamos la existencia previa de esa reflexividad en la filosofía, y que con la epistemología, como filosofía de la ciencia, dicha reflexividad se profundiza. También agregamos que las artes comprenden un caso único en el que las ideas tienen un grado de autonomía que les permite explorar combinaciones sintácticas prescindiendo de las ataduras impuestas por la semántica (Rosario, 1999).
De todos modos, estamos ante el reconocimiento de las ideas por parte del pensamiento de Marx y Engels: su concepción materialista de las ideas, al adjudicarles un rol activo, implica al sujeto como ente dinámico. Esto es contrario a tergiversaciones, como la teorización reduccionista economicista, la epistemología materialista objetivista y el mecanicismo metodológico, que persisten entre algunos marxistas.
Implicaciones para la teoría sociohistórica
¿Qué implica lo anterior para la CMH? Asumir la materia como ontología significa que las sociedades son coordinación de organismos y que lo fundamental en las sociedades es la satisfacción de las necesidades (seguridad, oxígeno, agua, alimento, vivienda, vestimenta, transporte, diversión…). ¿Cómo se satisfacen esas necesidades? Interactuando con la naturaleza. Algunas de esas satisfacciones suceden autónomamente, como es el caso del oxígeno (respirar resulta del movimiento involuntario del diafragma); pero las demás necesidades exigen actuar con la intención de conseguir lo necesario: requiere trabajar. Debido al carácter gregario del homo sapiens, los procesos de trabajo son sociales: de hecho, los modos de producción (comunismo originario, esclavitud, feudalismo, capitalismo, socialismo moderno) son formas de organizar las relaciones de trabajo, distribución y consumo. Debido a la crucial importancia de estos procesos socioeconómicos, la forma de relacionarnos allí definida establece la manera de realizar las demás actividades sociales: la producción de lo necesario para la vida es tan importante que los principios fundamentales de sus relaciones aparecen como principios de las demás dimensiones sociales (el ordenamiento y la actividad política, el derecho, la organización sexual-familiar, el conocimiento-lenguaje, la religiosidad, la estética-artes, la relación con la naturaleza…) y estos sistemas suelen reproducir el modo de producción vigente.
De esta determinación económica derivamos dos axiomas. El primero es que esa materialidad económica fundamental, tan pronto consiste en relaciones sociales, es siempre un asunto político; por eso Marx y Engels hablaban de economía-política. La economía es un asunto político porque el poder (asunto central en la política) es inmanente a las relaciones sociales. Aquí definimos “poder” como la intención de que la voluntad se cumpla, como ejercicio de fuerza, y englobamos dentro del término “poder” a la dominación, la resistencia, la liberación y la existencia en equidad. Lo político es inseparable de la economía en dos sentidos. El primero es las relaciones de trabajo pueden variar en cuanto al grado de concentración de poder: pueden ser tremendamente explotadoras (como en la esclavitud) o fuertemente equitativas (si hay propiedad colectiva y democracia de trabajadores en el taller de trabajo); también los procesos de distribución de lo producido varían en cuanto al tipo de control de los productos: pueden operar en términos unilaterales-autoritarios o democráticos-colectivos. El segundo sentido en el que lo político es inherente a lo económico es que todo sistema socioeconómico (todo modo de producción y apropiación de lo producido) requiere proteger lo producido (defender las relaciones de propiedad), reclama unas maneras de mantener sus relaciones sociales, pues de lo contrario desaparece; tanto la democracia directa (anarquía) en el comunismo originario como el Estado (en las sociedades de clases, sean esclavistas, feudales o capitalistas) son las formas históricas de defensa (política) de la economía. Sin embargo, a la vez que en este pensamiento la economía y la política son inmanentes, Marx y Engels le adjudican gran importancia a lo político como proceso con relativa autonomía. Marx le adjudicaba tanta importancia a la política como para escribir libros como El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases en Francia y Guerra civil en Francia, en los que coloca el contexto socioeconómico como fondo sobre el cual analiza las luchas políticas: parafraseando a Marx, diríamos que los humanos hacen su historia en condiciones que no decidieron. Engels también fue claro en su crítica al reduccionismo económico y en la centralidad de lo político, lo que dejó claro repetidamente en su “Carta a Konrad Schmidt”, la que cierra condenando la falta de dialéctica de economicistas para quienes no ha existido Hegel y promoviendo pensar en términos de acciones y reacciones (causalidad recíproca) entre economía y política. No olvidemos que la motivación principal de estos autores es política.
El segundo axioma derivado de la determinación económica es que las ideas son producción social. Dado que las ideas provienen principalmente de la experiencia y que la existencia humana es un proceso intensamente social, podemos decir que estas son producto de la interacción de los sujetos en el sistema de relaciones sociales dentro del cual existen. Esto no desconoce la persistencia de ideas provenientes de fases socio históricas anteriores, solo indica la historicidad de las mismas (y que las ideas previas van tornándose caducas y existen de modo refuncionalizado o disminuído). Tampoco ignoramos la existencia de la crítica (la negación, aunque sea solo a nivel simbólico, del orden existente); solo planteamos que la impugnación de un orden de relaciones sociales se realiza a partir de existir en dichas relaciones. Si bien es cierto que las ideas y el sujeto que las porta son producto de la experiencia de los sujetos en el orden social, para Marx la relación es dialógica, la influencia es bidireccional: una vez las ideas surgen, estas guían la acción, como demuestra en al explicar su concepto de “trabajo” en el capítulo V de el capital; y en las Tesis sobre Feuerbach expone su concepto de praxis (práctica revolucionaria), mediante el cual explica que el sujeto puede transformar su entorno.
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