Hacia un nuevo modelo agrícola
Puerto Rico es un país en donde cerca del 90% de los productos agrícolas que lo alimentan son importados. Si un día esos alimentos dejasen de llegar, Puerto Rico tardaría menos de un mes en comenzar a sufrir una escasez crónica de alimentos; sus cuatro millones de habitantes no podrían alimentarse satisfactoriamente y comenzaría una crisis por sobrevivir, un caos desesperante. Un futuro inevitable si continuamos viviendo de la misma forma.
Este pronóstico es lo que ha llevado, en tiempos recientes, a cada vez más agricultores, ingenieros agrícolas y especialistas en política pública a movilizarse en promover el modelo de agricultura sostenible.
El tiempo apremia. Así lo aseguran tanto el joven agrónomo Georges Félix Lancelloti, como Nelson Álvarez Febles, especialista en política pública sobre biodiversidad.
Ambos pronostican que un desarrollo de agricultura sostenible permitiría, de inmediato, una revitalización y preservación de los recursos naturales, una agricultura responsable con el medio ambiente, el aumento en el ofrecimiento de empleos en la Isla, y una inyección substancial a la economía del país.
Sostenibilidad, un nuevo desarrollo
¿De qué se trata la sostenibilidad? “De que una actividad humana pueda seguir en el tiempo”, contesta Lancelloti, quien se especializa en el cultivo del café de sombra, ejemplo de agricultura sostenible. El joven explica que la sostenibilidad se basa en tres elementos claves que trabajan, interdependientes, para el logro de una economía sustentable: lo ecológico, lo económico y lo social.
El elemento ecológico es el más básico. Se trata de ver el panorama agrícola como lleno de elementos que cumplen una función, específica e imprescindible, que refuerza las demás funciones del ámbito agrario. En otras palabras, la agricultura sostenible sugiere un regreso a la lógica de los ciclos naturales para la producción agrícola; que se conoce también como “agricultura orgánica” o “agricultura campesina”.
Tomemos el ejemplo del cultivo del café de sombra, con el cual Georges trabajó en fincas costarricenses durante sus estudios de maestría. La parcela donde se cultiva este café está sembrado de árboles altos, algunos de ellos frutales, –Brucayo, Capá Prieto, Guamá, Guava o Mangó- que además de sombra, para que el café no se seque de más, provee los nutrientes de los frutos y bagazos que se desprenden de éstos, evitando la intervención de fertilizantes externos. El terreno también se beneficia pues las raíces de los árboles lo suplen de nitrógeno, lo que evita la erosión y la infertilidad del terreno. Sembrar el café en un bosque de árboles frutales y otras plantas comestibles ayuda a que la producción en la parcela nunca cese: en las temporadas que no se recoge café, los demás frutos del bosque se pueden cosechar y vender. Este sistema no sólo garantiza un cultivo respetuoso con el ambiente, sino que también incentiva la renovación de los recursos.
En días recientes, Alvarez Febles presentó el libro “La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica,” publicado por el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico.
El pasado 10 de noviembre, en la Facultad de Arquitectura de la UPR, dictó la conferencia “La agricultura ecológica, opción para la sustentabilidad en Puerto Rico.” Después de argumentar sobre la viabilidad técnica y económica de la agricultura sostenible y de enumerar las ventajas que ese tipo de producción tendría para nuestro país, sugirió que se promueva como política pública el establecimiento en nuestras montañas de 1,000 fincas ecológicas e integradas (vegetales, animales, café bajo sombra, frutales, etc.).
A base de cálculos preliminares, Alvarez Febles sostuvo que esas fincas, familiares o de núcleos productivos, podrían aportar, en 25,000 cuerdas manejadas a través de la agricultura ecológica, cerca de 50 millones de dólares anuales a la economía del país.
Este tipo de cultivo implica la renovación de los recursos: el ganado no sólo es una fuente directa de ingreso para el productor, sino que los animales mantienen y nutren el terreno cultivado.
El beneficio económico/laboral de estas iniciativas agrícolas no se encuentra solamente en el trabajo en la tierra. La agricultura sostenible alienta también la creación de mercados agrícolas independientes o colectivos; como el que se da el segundo y el último domingo de mes en la plaza Roosevelt, en Hato Rey, donde los agricultores llevan sus productos para venderlos en una dinámica de relación directa entre productor y consumidor. Existen también negocios independientes como El Departamento de la Comida y Agroexpress, que sirven de distribuidores a domicilio de las cosechas locales.
Sencillo y complicado
El elemento social para impulsar una agricultura sostenible es el más sensible y tal vez el más complicado. Iría ligado a un proyecto de educación ciudadana, según explica Lancelloti. Para Georges, este proceso de educación a la sociedad puertorriqueña requiere derribar barreras cimentadas en el imaginario colectivo hace más de sesenta años.
En la segunda mitad del siglo pasado nuevas formas de capital y maquinaria industrializaron el trabajo agrícola, sobre todo el arado de la tierra. Este cambio de paradigma no solo sustituyó la mano de obra agrícola, sino que inspiró el comienzo de un menosprecio hacia la agricultura campesina. En la Isla, el proyecto económico Operación Manos a la Obra, impulsado por Luis Muñoz Marín y Teodoro Moscoso, viabilizó y promovió el empleo de trabajadores puertorriqueños en industrias extranjeras, con el augurio de un supuesto «progreso» en las condiciones económicas del país. Entonces, el campo enfrentó un profundo deterioro, sumergido entre el olvido y la carencia de manos sensibles que desarrollaran la tierra.
Dos problemas surgieron de aquellas nuevas formas de producir capital. En primer lugar se trató a la agricultura con una lógica de producción cual línea de ensamblaje de automóviles, olvidando el ciclo de crecimiento de la naturaleza. En segundo lugar, y éste con impresionante arraigo en Puerto Rico, se desvalorizó el trabajo del agricultor, sobre todo como propulsor de un sustento económico nacional. Para Lancelloti y Álvarez esta visión de la agricultura es contradictoria y absurda: las generaciones actuales y las que están por venir necesitarán alimentarse sea cual sea el presente o el futuro que les toque vivir y el agricultor es quien cosecha y brinda esa comida.
Aunque es complicado para los puertorriqueños cambiar de un paradigma industrial a uno ecológico, Georges Félix Lancelloti asegura que este cambio de paradigma “es el futuro de Puerto Rico”. Será tan sencillo, dice, como no poder escapar de la necesidad de alimentarnos.