Imperios
Los portavoces de los dos partidos políticos principales entretienen con sus disputas personalistas, a grandes sectores del pueblo. Las severas limitaciones que le impone la relación imperio-colonia a la economía se mantienen bajo el radar de la discusión. No hablan de la falta de poder político de Puerto Rico para concertar tratados económicos con otros países y para proteger su producción interna.
No discuten la salida de 36,000 millones de dólares anuales en ganancias que se generan en Puerto Rico o que pasan por aquí de otros países con subterfugios de contabilidad. Hablan de los fondos que llegan de EUA, pero no de los que salen hacia allá. Discuten la generación de empleos por inversiones externas, pero no la precariedad de una economía parcelada, fragmentada, de actividades paralelas que no se entrecruzan al interior de Puerto Rico y generan muy pocos empleos.
Arropan su superficialidad con la retórica electoral del cambio de la relación política con EUA que traería las prometidas transformaciones económicas. No discuten su estrategia, su plan de trabajo, pero los ponen en práctica cuando administran la colonia. Los dos partidos han impulsado la reducción del número de empleados públicos y sus salarios, además del aumento de sus contribuciones. Apuestan a la emigración masiva de puertorriqueños como válvula de escape, de la colonia. Mantienen intacta la dependencia de la importación de capital, la exención contributiva y el aumento de los fondos gubernamentales de EUA. Todavía impulsan tomar prestado dada la precariedad de los ingresos del estado que ha resultado de esa misma dependencia económica.
Hablan de las ventajas que ofrecerán a los empresarios individuales y colectivos puertorriqueños, que siempre son mucho menores de las ofrecidas en bandeja de plata al capital externo. No tienen poder político para proteger esas empresas del abarrotamiento del mercado con productos de pobre calidad por el capital comercial externo. Han discutido la necesidad de cambiar el modelo económico, como si fuera igual que cambiar un automóvil o un televisor. Le huyen a la discusión profunda de la relación entre la economía y la política, que incluye las relaciones entre los diversos sectores y clases con intereses contradictorios.
Esos políticos representan, están sometidos a la lógica de la reproducción ampliada del capital externo y al gobierno del imperio, aunque lo nieguen. Desconfían de la capacidad del pueblo puertorriqueño para gobernarse. Han internalizado la ideología colonial que ha imperado con modificaciones de acuerdo a cada momento histórico, primero por cerca de 500 años y ahora por 116 años. La ideología colonial está montada en el racismo: la supuesta superioridad biológica del colonizador con respecto al colonizado.
El valor es fruto del tiempo de trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo y el tiempo de trabajo excedente que genera valor adicional que se convierte a través del mercado en ganancia del capital. La mayor parte del valor producido por los trabajadores y trabajadoras puertorriqueñas y de otros países, a través del flujo por Puerto Rico, ha sido controlado por el capital externo. Desde que se inició la llamada Operación Manos a la Obra, ha salido más de un trillón de dólares en ganancias. El gobierno del imperio ha devuelto menos de una cuarta parte de ese total en programas con el ropaje eufemístico de las llamadas ayudas. La colonia es un negocio redondo para el capital externo y el imperio.
A pesar de ello el imperio y sus representantes han logrado atar a la mayoría del pueblo a la colonia a través de la ideología del supuesto mantengo y la incapacidad para sostenernos. Han logrado dividir, entretener al pueblo para que unos sectores ataquen a otros y no dirijan su atención a la raíz del problema: los estrechos límites económicos y políticos impuestos por el imperio a la colonia.
Desde que nos invadieron en 1898 impusieron la importación de capital y exportación de ganancias como estrategia de explotación de la fuerza de trabajo puertorriqueña y el control creciente del mercado. No se dio un proceso de suficiente acumulación de excedente por los puertorriqueños en la agricultura, la industria, el comercio, la banca para conseguir el adelanto tecnológico, científico, educativo, de la salud, la vivienda, la transportación colectiva, necesario para el fortalecimiento de la economía y la cultura, que hiciere posible la ruptura con la colonia.
Los procesos económicos dentro de la colonia han fortalecido la ideología de la supuesta superioridad del colonizador con respecto al colonizado por vías abiertas o subliminales. La ruptura colectiva con esa ideología puede darse dentro de una crisis como la presente, pero solo si se comprende de forma profunda cómo funciona el capital externo, el estado colonial y el estado imperial. El desempleo, el subempleo, la migración, los bajos salarios, los despidos gubernamentales, el aumento de las contribuciones, el mantengo corporativo cuasi-intocable, la violencia individual, la corrupción, la drogadicción, los chismes, los ataques personalistas, pueden ser entendidos a profundidad si se comprende la naturaleza de la relación colonia- imperio.
En medio de las crisis los pueblos pueden adelantar sus derroteros estratégicos de forma acelerada a través de las luchas informadas, organizadas. Un cambio en dirección de la soberanía y la equidad política y económica del pueblo puertorriqueño se atisba en la discusión pública. La presencia del Movimiento Unión Soberanista y la creciente discusión dentro del Partido Popular Democrático apuntan en esa dirección. La comprensión crítica de la economía política en los diversos sectores del pueblo es fundamental para avanzar de manera más resuelta.