“La universidad que queremos”: respuesta al profesor Waldemiro Vélez
Agradeciendo al profesor Waldemiro Vélez el tiempo y la dedicación destacada a darle respuesta a algunos de los asuntos contemplados en el documento titulado La universidad que queremos, me dispongo a volver sobre las distinciones efectuadas por el profesor Vélez en aras de cualificar de maneras más detenidas asuntos por él problematizados. Estos comentarios los someto en mi carácter singular si bien puedo anticipar que podrían o no ser endosados por los otros profesores redactores. Igual podría también haber divergencias entre nosotros.
I. Sobre la frase discursiva “desmoralización generalizada”.
Se pregunta el profesor Waldemiro Vélez cuál es el lugar de observación desde donde los profesores que redactamos este documento registramos lo que entendemos es una situación de “desmoralización (caída del ánimo o el valor) generalizada” por parte de los profesores. Los profesores redactores de este documento pertenecemos a distintos Departamentos (Ciencias Sociales, Sociología y Antropología, Comunicación, Psicología, Centro de Investigaciones Sociales, Historia, Humanidades) y a distintas Facultades y Recintos (Estudios Generales, Humanidades, Sociales, Comunicación, Río Piedras y Arecibo). A nuestro modo de ver, frases discursivas tales como: “ésta es la peor crisis por la que ha atravesado la Universidad de Puerto Rico,” “las cosas van de mal en peor: “esta administración y este gobierno quieren destruir la Universidad”; “las cosas no se pueden poner peor de lo que están” han sido y son una constante entre los docentes pos la pasada huelga/cierre institucional. Las mismas tienen como referente el registro, a nuestro modo de ver atinado, de todo un cuadro de transformaciones que efectivamente se está llevando a cabo en la Universidad y que operan para la desventaja absoluta de nuestra situación como docentes. No tenemos otro modo de nombrarlo que no sea desmoralización generalizada. La pregunta sería ¿cómo y por qué es que del imaginario celebracionista de la huelga se ha pasado a la desmoralización generalizada ?
II. El sentido del planteamiento en torno a la renuencia al debate
Cuando hablamos del registro que hacemos en torno a una renuencia al debate por parte de los profesores nos referimos a que no se ha llevado a cabo una pasada de balance y/o discusión pública de la pasada huelga/cierre institucional en otros términos que no sea el imaginario celebracionista-ejemplificado en la frase discursiva recurrente “los estudiantes han dado cátedra”-que imperó en el contexto de la huelga. ¿Cómo es que pasamos de ese imaginario celebracionista al cuadro presente de asuntos?
III. Lo asuntos destacados y vinculados a la pasada huelga/cierre institucional
El documento La Universidad que queremos no tiene como propósito hacer la pasada de balance sobre la pasada huelga/cierre institucional. Si ese hubiese sido el propósito el documento escrito hubiese sido otro. Lo que decimos justamente es que esa pasada de balance, al día de hoy, no se ha llevado a cabo. El profesor Waldemiro Vélez entiende que en dicha pasada de balance (que, recalco, no hacemos en el documento) “se obvia los aspectos positivos” de la huelga entre los que menciona la constitución de un “terreno propicio para la creatividad”, el emerger de “medios de comunicación alternos”, el “ensayo de procesos participativos para la toma de decisiones”, entre otros. Sobre este punto me permito hacer unas observaciones de tercer orden (observaciones sobre las observaciones del profesor):
a. Si bien, al decir de Niklas Luhmann, “sólo acontece lo que acontece”, una de las preguntas que bien podría hacerse es: ¿acaso estos efectos positivos no podrían propiciarse desde otro contexto que no sea el de una huelga?
b. El que se exalte ahora el “extraordinario componente simbólico” de la pasada huelga no cancela el que el motivo y/o propósito expreso de dicha huelga estudiantil fue el asunto de las exenciones de matrícula, particularmente la intención de derogar la certificación 98. Como sabemos, esto no se logró. Lo único que hubo fue una posposición de este asunto (y otros) lo cual, a mi modo de ver, ha tenido como efecto el desplazamiento de la conflictividad al semestre en curso.
c. Si lo que se exalta como “aspectos positivos” de la pasada huelga es su valor como espacio de experiencia formativa (política) para los estudiantes, ¿no tendríamos acaso que preguntarnos si es que, para algunos sectores, la huelga se ha convertido en un fin en sí mismo? Vuelvo a insistir, esto contrasta significativamente con el hecho de que la huelga se justificó (ante los estudiantes, ante la comunidad universitaria, ante los medios, ante el espacio social más amplio) a partir de un motivo o propósito expreso: evitar la eliminación de las exenciones de la matrícula.
d. Vamos a suponer que, efectivamente, la huelga tenga principalmente un valor simbólico: sirva de espacio de experiencia formativa para los estudiantes, etc. Nada de esto sería en sí mismo un problema hasta que una se pregunta, pero ¿a qué precio? Al precio del recrudecimiento de los procesos de fiscalización de los profesores por parte de la institución, al precio de estar todavía más en la mirilla de las agencias acreditadoras, al precio de pérdidas irreversibles en distintos planos, al precio de un disloque mayor del calendario académico, entre otros?
e. Cuando nos referimos a la huelga como un “dispositivo físico material” lo hacemos en el contexto de la discusión en torno a cómo ésta no consigue detener la producción del conocimiento y como manera de ilustrar que la forma que invariablemente asume la huelga es el cierre físico de la Universidad. Nos reafirmamos, como es planteado en el documento, en la deseabilidad de “una universidad abierta intelectual, participativa, fiscal y físicamente”.
IV. Sobre lo “específicamente universitario”
Cuando decimos que “la política en la universidad y de la Universidad se dirima en el terreno de lo específicamente universitario” nos referimos a que los criterios de reflexión no sean la política partidista, querer desestabilizar el sistema para que el gobierno de turno pierda las elecciones, o bien colapsar lo que pasa fuera de la universidad con lo que está pasando dentro. Lo “específicamente universitario” remite también a una disposición reflexiva (desplazada a un “hacer”) donde se sustituyan los apoyos incondicionales y mecánicos por espacios deliberativos y ponderados en los que se abandone el imaginario de “si no estás conmigo, estás contra mí”.
V. Sobre el trabajo “multisectorial”
No veo ningún problema en conversaciones multisectoriales entre personas que se reunen en su carácter singular, siempre y cuando estas conversaciones no se representen luego en calidad de acuerdos de toda una Facultad. Esto fue lo que denuncié sobre la llamada “asamblea multisectorial” de la Facultad de Ciencias Sociales en el pasado mes de octubre.
VI. Sobre lo que no se comenta del documento
Me llama la atención no sólo lo que se comenta del documento sino también lo que no se comenta, no solamente por el profesor Vélez sino por otros colegas también. Se comenta la primera parte del documento. Esto es, principalmente la discusión en torno al contexto de la pasada huelga/cierre institucional. No así la segunda parte del documento, que es la que trabaja con la parte más epistemológica dedicada a examinar la frase discursiva “defensa de la universidad pública”. Este, a mi modo de ver, tendría que ser el espacio de reflexión central pues, al menos de nuestra parte, no se trata ahora de la defensa de la Universidad previamente existente pues en lo que sí concordamos es en que gran parte de los problemas que identificamos como endémicos en la Universidad son previos a la presente conflictividad. Coincidimos en decir que hay un modelo de Universidad que se ha agotado. Lo que no estoy tan segura es que estemos hablando del mismo modelo y por eso es que no nos queda otra que no sea seguir hablando y pensando. Pero favorezco un pensar (para citar al profesor Félix López del Recinto de Humacao) “fuera de dogmatismos para actuar radicalmente.”