Mejorar la memoria y reducir los riesgos del Alzheimer
«Yo necesito ayuda porque siento que alguien me está borrando la mente…» , me dijo mi padre hace dos semanas. Este artículo se lo dedico a él a sus 80 años. Es su sufrimiento y el de quienes lo amamos, lo que me motivó a realizar la investigación para este escrito. Mis deseos son que la información que aquí comparto sea de beneficio tanto para él como para muchas otras personas que sufren de este tipo de demencia, independientemente de la etapa en que se encuentren. Pero sobre todo, espero que las personas que quieran cuidarse para reducir los riesgos del Alzheimer encuentren en este escrito importantes datos que sean de ayuda en la prevención de esta enfermedad.
¿Cuántas personas han salido retrasadas de la casa debido a que no encontraban las llaves del carro? ¿Quiénes han visitado un centro comercial y al salir han pensado que le han robado el auto debido a que no lo encuentran, resultando luego que no estaba donde pensaban que lo habían estacionado? ¿Quién ha estado buscando los espejuelos teniéndolos en la cabeza o en el pecho y cuántos no han estado buscando el celular hablando en ese momento con el teléfono mismo? Estos leves grados de desorientación, posiblemente no tienen que necesariamente implicar signos de alguna enfermedad. Sin embargo, la realidad es que cada día más personas viven con pequeños y grandes olvidos que llevan a preocuparlos por la posible pérdida de memoria y los riesgos de desarrollar enfermedades como el Alzheimer. De hecho, un estudio realizado por la Alzheimer Association Women and Alzheimer Poll, encontró que, aunque las enfermedades del corazón son la primera causa de muerte, la enfermedad que los adultxs más temen desarrollar es el Alzheimer. El estudio se hizo con 3,102 personas y reportó que al 35% le preocupaba sufrir de Alzheimer, el 23% de cáncer y el 15% de un ataque al corazón. (Alzheimer Association, 2014)El Alzheimer es la cuarta causa de muerte en Puerto Rico y la sexta en Estados Unidos. En Puerto Rico no tenemos estadísticas y este año es que precisamente se ha comenzado el registro de pacientes con esta enfermedad. En Estados Unidos, el informe más reciente de este año, 2014 Alzheimer’s Disease Facts and Figures de la Alzheimer Association indica que una de cada nueve persona en ese país tiene Alzheimer. Además, señala que actualmente en Estados Unidos viven 5.2 millones de personas con esta enfermedad. Entre ellas, 5 millones tienen 65 años o más y alrededor de 200,000 (el 4% de los casos) tienen menos de 65 años. Este informe también presenta que el 82% de las personas con Alzheimer tienen 75 años o más y 2/3 parte de la totalidad de los casos ocurren en mujeres. Las personas de raza negra tienen casi dos veces más riesgos que los de la raza blanca de desarrollar esta enfermedad y la mayor cantidad de los casos son en hispanos.
Los costos médicos de esta enfermedad son marcados y se espera que para este año Medicare y Medicaid paguen alrededor de 150 billones por los cuidados de salud. Y aunque el gasto económico es significativo para los gobiernos, tal vez el costo mayor no es monetario sino emocional. El Alzheimer es una devastadora enfermedad donde, por un lado, la persona que sufre la condición queda incapacitada en una demencia progresiva y una lenta agonía de vida. Y por otro lado, sus familiares viven el desgaste emocional que produce el cuidado de la persona con la enfermedad junto al profundo dolor de ver al ser querido perdiendo sus habilidades y funciones más básicas hasta quedar en una cama sin posibilidades de caminar, comer y reconocer a quienes tanto ha amado…
¿Qué es el Alzheimer?
En el 1906, el científico alemán, el Dr. Alois Alzheimer fue el primero en encontrar y describir una aglomeración de placas en el cerebro de una mujer durante su autopsia. Esta mujer había tenido pérdida de memoria, desorientación y problemas del habla. En honor a este investigador, este tipo de demencia se nombra con el apellido del científico y se conoce como la enfermedad de Alzheimer.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por un deterioro cognitivo progresivo. Se considera el tipo de demencia más común. Para el 2013 la Asociación Americana de Psiquiatría incorporó la demencia bajo la categoría de enfermedades neurocognitivas moderadas y mayores. El desorden cognitivo mayor se define como un deterioro en la memoria, en el lenguaje y aprendizaje que interfiere con la independencia y actividades diarias de la persona. El desorden cognitivo moderado se refiere a una pérdida de las capacidades que no interfieren con las tareas diarias, pero sí en actividades que requieran un mayor esfuerzo mental.
La demencia en el Alzheimer es causada por un deterioro y muerte de las células del cerebro conocidas como neuronas. Estas células pueden sufrir un daño tal que impiden el funcionamiento normal del cerebro afectando a la persona en su capacidad para pensar, conversar y recordar. La memoria que más se afecta es la reciente debido a que las neuronas que inicialmente se afectan son las que se encargan de crear nuevos recuerdos. El deterioro en las funciones cerebrales lleva también a la pérdida de las distintas capacidades mentales creando desorientación, confusión, depresión y pobre juicio. Los efectos adversos de la enfermedad, no solo se ven en la parte mental, sino que igualmente afectan el funcionamiento físico de la persona desarrollando una eventual discapacidad para caminar, tragar y controlar los esfínteres.
El Alzheimer se clasifica en tres etapas: inicial, moderada y terminal. En la etapa inicial la persona tiene el diagnóstico de la enfermedad, comienza el tratamiento de ciertos fármacos (con el objetivo de aumentar los neurotransmisores en el cerebro y retrasar el progreso de la condición) y mantiene su vida cotidiana con pocas alteraciones. En la etapa moderada las actividades diarias se ven afectadas, la pérdida de memoria es mayor, pueden surgir alucinaciones, dejan de reconocer a familiares o amistades, el carácter puede cambiar (se vuelven más agresivxs o dóciles) y se requiere de un cuidador/a para la persona con la enfermedad. En la etapa terminal, las personas usualmente están en cama, con serios problemas de movilidad, gran dificultad para ingerir alimentos y desconectadas de la realidad con total desorientación en tiempo y espacio. El Alzheimer puede presentar los siguientes síntomas:
1. Pérdida de memoria que comienza a interferir con la vida diaria
2. Dificultad para resolver problemas
3. Desorientación en tiempo y espacio
4. Problemas con decir o escribir palabras
5. Dificultad para realizar tareas en el trabajo o en el hogar
6. Problemas de juicio y toma de decisiones
7. Aislamiento y abandono de actividades sociales y profesionales
8. Cambios de humor
9. Dificultad en recordar acciones o sucesos recientes
10. Se le comienzan a perder documentos, dinero u objetos
11. Apatía por comenzar cosas nuevas
12. Depresión
El desarrollo del Alzheimer se caracteriza por un proceso neuropatológico que consiste en la pérdida y atrofia de las neuronas en la parte tempo parietal y la corteza frontal del cerebro. Este proceso mediante el cual se dañan estas células nerviosas conlleva tres aspectos fundamentales: la inflamación celular, el daño oxidativo y la formación de placas de un tipo de proteína conocida como beta amiloide. La acumulación progresiva de estas placas ocurre en la parte externa de las neuronas. La parte interna de estas células también sufren daño ya que se desarrollan unos nudos o «twisted strands» de la proteína tau dentro de las neuronas creando un tipo de maraña conocida como «tau tangles» que lleva a una disfunción del cerebro. Los cambios en el cerebro de la persona con Alzheimer pueden comenzar hasta 20 años antes de que la condición se manifieste. Durante estos años, a pesar del daño que puedan estar sufriendo las neuronas, la persona puede compensar y continuar con un funcionamiento adecuado. Luego, se hace imposible continuar las funciones de un modo normal y aparecen los síntomas reflejo del daño al cerebro. Para diagnosticar esta enfermedad, los neurólogxs hacen múltiples pruebas que pueden incluir: estudios cognitivos, evaluaciones neurológicas, estudios de resonancia magnética (MRI) del cerebro y evaluación de las proteínas beta amiloide y tau en sangre y en el líquido cerebroespinal. Actualmente, hay estudios para diseñar un método que sea económico y de fácil acceso a las personas con las que se pueda diagnosticar el Alzheimer. Esta prueba en investigación y se conoce como la «prueba del olfato».
En las personas con Alzheimer, el sentido del olfato se ve marcadamente afectado. Sufre daño la parte frontal del lóbulo temporal que envuelve el sistema olfativo. Las personas en una etapa temprana de Alzheimer presentan una gran diferencia en detectar olores entre la fosa nasal derecha y la izquierda, la cual pierde gran capacidad olfativa. Esta diferencia no se ve en otros tipos de demencia por lo que se considera un elemento distintivo que podría ayudar a un diagnóstico temprano. Una de las investigadoras es la Dra. Jennifer Stamps de la Universidad de Florida. Ella ha diseñado una prueba utilizando la mantequilla de maní ya que este alimento tiene un olor puro que lo detecta el nervio olfatorio. La capacidad de oler está asociada con este primer nervio craneal que usualmente es uno de los primeros órganos afectados en el deterioro cognitivo. Aunque todavía falta una mayor investigación, son esfuerzos que van en la dirección de un diagnóstico temprano para un pronto tratamiento que retrase el progreso de la enfermedad.
¿Qué factores aumentan el riesgo de esta enfermedad?
El Alzheimer se considera una enfermedad que surge por múltiples factores que incluyen elementos genéticos y de estilo de vida. Para algunos investigadores como el neurólogo el Dr. David Perlmutter, autor del libro: Grain Brain, la mala alimentación es el factor principal que lleva al desarrollo de esta enfermedad. Además de la importancia de la nutrición, la cual discutiremos más adelante, existen otros factores de riesgo para el desarrollo del Alzheimer y los mismos se pueden resumir en los siguientes.
1. La edad
Aunque el envejecimiento no tiene que incluir la pérdida de memoria y el desarrollo de este tipo de demencia, ciertamente con el paso de los años, aumentan los riesgos de esta enfermedad. El diagnóstico es más común en personas de 65 años o más y se estima que el 50% de los envejecientes de 85 años sufren de Alzheimer.
2. Historial Familiar
El componente genético se considera un fuerte factor de riesgo en los casos de inicio temprano (surgen antes de los 65 años de edad y componen entre 1-5%). El gen que se relaciona con el Alzheimer es el tipo APO E. Todas las personas heredan del padre y de la madre el Gen APO E que se relaciona con la proteína que transporta el colesterol en la sangre. Existen tres formas de este Gen: E2, E3 y E4. El Gen E2 disminuye el riesgo de esta enfermedad, el Gen E3 no aumenta el riesgo ni lo reduce y el Gen E4 aumenta las posibilidades de desarrollar Alzheimer. Se estima que entre el 20% y el 30% de la población tienen heredado de uno de los padres el E4 y solo el 2% de la población tienen este tipo de gen E4 aportado por ambos padres. Los investigadores estiman que en el 40% y 65% de los casos de Alzheimer, la persona tiene una o dos copias de este gen aportado por uno o ambos padres (Alzheimer Association, 2014). Hay que entender, sin embargo, que el tener este gen, tampoco implica que necesariamente la persona va a desarrollar la enfermedad. Diversos estudios indican que aunque las personas con este gen tienen un riesgo mayor de Alzheimer (particularmente los que tienen las dos copias del E4 ya que han heredado el gen tanto de la madre como del padre), algunas no desarrollan la enfermedad y otras que no portan el gen llegan a sufrir este tipo de demencia. Los estudios sobre el Alzheimer apuntan a que, además del factor genético, los otros aspectos del estilo de vida son muy determinantes para que la manifestación genética aflore o que se mantenga latente.
3. Ser mujer
Aunque el Alzheimer lo desarrollan tanto hombres como mujeres, las estadísticas presentan un porcentaje mayor en las féminas. Además de la razón de la edad, ya que la expectativa de vida es mayor en las mujeres, se cree que el Gen Apo E4 es más frecuente en la mujer. También se considera que los cambios en la menopausia con la disminución del estrógeno puede ser un factor que reduzca el flujo sanguíneo cerebral y aumente el riesgo de la enfermedad.
4. Traumatismo encefalocraneal
Las investigaciones reportan que los golpes fuertes en la cabeza, particularmente los que producen pérdida de conocimiento, aumentan entre 2-4 veces los riesgos de desarrollar Alzheimer en etapas tardías.
5. Circunferencia cranial
La circunferencia craneal evalúa el tamaño del cerebro y esta medida se asocia al nivel de inteligencia. A los 6 años de edad, la persona tiene el 95% del tamaño del cerebro desarrollado. La pobre nutrición, lo mismo que la ausencia de estimulación intelectual, limitan el desarrollo cerebral de lxs niñxs aumentando el riesgo de demencia en etapas tardías. Mantener una óptima nutrición en los primeros años de vida, así como exponer al niñx a amplios estímulos cognitivos se consideran prácticas que, no solo tienen un beneficio en ese momento en lxs pequeñxs, sino que son acciones que pueden reducir el riesgo del Alzheimer en la tercera edad.
6. Reserva cognitiva, nivel educativo y estimulación intelectual
Aquellas personas con menos inteligencia y un menor nivel educativo, tienen un mayor riesgo de desarrollar este tipo de demencia. De igual modo, los estudios indican que niveles educativos mayores de 15 años sirven como factores protectores para esta enfermedad y que a más años de estudios, mayor es la reserva cognitiva e intelectual que se desarrolla la cual protege a la persona. Dicho de otro modo, mientras mayor sea el volumen del cerebro y la cantidad de conexiones sinápticas (comunicación entre las neuronas) que tenga la persona, mejor se pueden compensar los cambios y el deterioro cognitivo al pasar del tiempo. En un meta-análisis realizado en el 2006 se encontró que los años de estudios, así como ocupaciones de un alto nivel educativo presentan menos riesgos de sufrir Alzheimer debido a la reserva cognitiva que se crea (Caamaño-Isorna, 2006)
7. Depresión y alto nivel de estrés
Las personas que sufren de depresión, particularmente con síntomas de alteraciones cognitivas transitorias o pseudodemencias, tienen un riesgo mayor de desarrollar Alzheimer. Se entiende que el nivel elevado de cortisol que produce este tipo de trastorno afectivo, daña las neuronas, particularmente las del hipocampo que es el centro más importante para la memoria. De igual modo, el estrés agudo o crónico también se asocia a un mayor riesgo de desarrollar esta enfermedad.
8. Eventos traumáticos
La experiencia de eventos de gran impacto como puede ser la muerte de un padre o madre durante la niñez, puede afectar las estructuras cerebrales por diversos procesos complejos neuroendocrinos que repercuten luego en este tipo de demencia (Alzheimer Disease International, 2014).
9. Deterioro cognitivo leve
La pérdida leve de la capacidad cognitiva se considera un estado intermedio entre el envejecimiento normal y la demencia. Cuando esta pérdida ocurre, la misma debe tratarse. La reducción cognitiva leve que no se trata, aumenta los riesgos de desarrollar finalmente Alzheimer.
10. Condiciones médicas
Existen diversas condiciones médicas que aumentan el riesgo de Alzheimer. Entre estas podemos mencionar principalmente: la diabetes y la hipertensión arterial. Se estima que la persona con diabetes tiene dos veces más riesgo de desarrollar esta enfermedad. La relación estrecha entre la diabetes y el Alzheimer llevó a algunos investigadores de la comunidad científica a describir el Alzheimer como la «diabetes cerebral». Al descubrirse que las neuronas al igual que el páncreas producen insulina y que las personas con niveles más bajos de insulina y receptores de insulina en el cerebro tuvieran más riesgos de desarrollar Alzheimer, ha traído a la discusión científica la relevancia del metabolismo de las azúcares como punto de gran interés en la prevención y tratamiento de esta enfermedad. De acuerdo con recientes investigaciones, el azúcar y otras fuentes de hidratos de carbono pueden alterar la función cerebral aunque la persona no tenga diabetes o signos de demencia, ya que un nivel elevado de glucosa en sangre se relaciona con una peor memoria y un hipocampo más pequeño (Kerti, 2013).
11. La obesidad
La obesidad es un factor de riesgo para los problemas del corazón, distintos tipos de cánceres, diabetes y también para el Alzheimer. En particular, los estudios reportan que el periodo que más incrementa las posibilidades de desarrollar este tipo de demencia es la obesidad durante la edad media. Existen múltiples estudios que así lo demuestran. Uno de ellos es el estudio longitudinal realizado por el Dr. Whitmer que utilizó una muestra de 6,583 personas con obesidad central (acumulación de grasa en la cintura) del estado de California las cuales se siguieron durante tres décadas (36 años). El estudio encontró que las personas obesas, particularmente con obesidad central, tenían casi tres veces más riesgos de demencia, independientemente de otros factores como el nivel educativo, la hipertensión, la diabetes y otros. (Whitmer, 2007, Whitmer, 2008).
12. Vida sedentaria
La falta de ejercicios aumenta el riesgo de múltiples enfermedades, incluyendo el Alzheimer. Los estudios indican que la actividad física regular puede mejorar la memoria. Algunas investigaciones han demostrado incluso, que el ejercicio puede evitar la atrofia del hipocampo. El ejercicio, además, cambia la forma en que se metaboliza la proteína precursora amiloide y por tanto, puede disminuir la aparición y progresión de la enfermedad de Alzheimer (Adlar, 2005).
13. El cigarrillo
El cigarrillo aumenta dramáticamente los riesgos de todos los tipos de demencia, incluyendo el Alzheimer. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (WHO) titulado: Tobacco & Dementia estima que el 14 % de los casos de Alzheimer a nivel mundial se deben al uso del cigarrillo y señala que los fumadores tienen 45% más riesgo de desarrollar demencia que los no fumadores (WHO, 2014). Este informe también establece que el humo de segunda mano es igualmente perjudicial y aumenta los riesgos de Alzheimer.
14. El consumo de alcohol
El alcohol produce pérdida del volumen del cerebro, pero la evidencia hasta el momento es controvertible. Hay estudios que presentan ciertos beneficios demostrando incluso una reducción en el riesgo de demencia cuando se comparan los tomadores moderados con las personas abstemias. Sin embargo, otras investigaciones apuntan a un riesgo mayor, particularmente cuando se trata de «heavy drinkers» (Alzheimer Disease International, 2014).
15. Pobre alimentación
La alimentación es un factor determinante en el desarrollo del Alzheimer. Las dietas altas en azúcares con grasas perjudiciales (grasas trans, aceite de maíz) y comida procesada, se asocian con efectos inflamatorios que perjudican la salud de todo el cuerpo, incluyendo el cerebro. De igual modo, el bajo consumo de frutas, vegetales y grasas saludables como el aceite de oliva y alimentos fuentes de Omega-3, dejan al organismo con deficiencias de antioxidante y otros factores que protegen al cuerpo del Alzheimer y otras enfermedades.
El estilo de vida que mejora la memoria y reduce los riesgos del Alzheimer
La persona adulta normal tiene alrededor de 100 billones de neuronas y 300 trillones de sinapsis o conexiones entre ellas. Aunque en un pasado se pensaba que la muerte de las neuronas era permanente, ya las investigaciones más recientes demuestran que las personas pueden desarrollar nuevas neuronas y distintas conexiones entre ellas. De igual forma, antes se creía que la herencia tenía un rol absolutamente determinante en el desarrollo del Alzheimer y ya se sabe que incluso las mutaciones genéticas necesitan de otros factores en el estilo de vida para que se manifiesten. Las investigaciones son concluyentes en dejarnos saber que esta enfermedad es en gran medida el resultado, no de un solo factor, sino de varios aspectos como: la pobre alimentación, un nivel elevado de estrés y una actividad sedentaria, entre otros. Es, por lo tanto, indispensable que las personas hagan un esfuerzo por mejorar la forma en que viven entendiendo sus beneficios tanto a corto como a largo plazo. A continuación presento las recomendaciones más importantes para mejorar el estilo de vida y reducir los riesgos del Alzheimer.
1. Mejore su alimentación diaria.
Es indiscutible que una sana alimentación puede ayudarlo a mejorar la memoria y a reducir los riesgos de desarrollar el Alzheimer. Los estudios indican que una de las dietas más efectiva para protegernos de los problemas del corazón y que igualmente puede ayudar a reducir los riesgos de este tipo de demencia es la dieta mediterránea. Esta dieta presenta un alto consumo de pescados y grasas saludables (aceite de oliva, nueces, almendras, aguacate y otras), una frecuente ingesta de frutas y vegetales, un consumo moderado en fuentes de hidratos de carbono, una ingesta limitada en carnes, (particularmente en las rojas) y un bajo consumo de dulces. Este tipo de alimentación de beneficios probados para la salud cardiovascular puede igualmente ayudar a mejorar el funcionamiento cerebral, ya que hay un principio fácil de aprender e importante de aplicar: «Lo que es bueno para su corazón es también bueno para su cerebro». Por lo tanto, seleccionar alimentos que mejoren la salud cardiovascular puede de igual modo ser beneficioso para su cerebro. Las recomendaciones alimentarias más importantes las podemos resumir en las siguientes:
– Evite las fuentes de azúcares refinadas ya que las mismas suben el nivel de glucosa en sangre, producen inflamación celular y hacen que se utilicen reservas importantes de distintas vitaminas del complejo B, necesarias para la salud nerviosa. Las fuentes principales de azúcares refinadas son: las donas, los refrescos, los postres y la pastelería en general.
– Limite el consumo de harinas blancas y procesadas o controle sus porciones ya que suben igualmente el azúcar en sangre. La evidencia científica demuestra claramente que las dietas ricas en hidratos de carbono y niveles elevados de azúcar en sangre, están directamente relacionados con el deterioro del centro de la memoria del cerebro (Perlmutter, 2013). Considere también reducir la ingesta de trigo en su alimentación ya que diferentes estudios reportan que más del 40 % de la población tienen sensitividad al gluten (particularmente la proteína del trigo moderno) por lo que su consumo puede aumentar la inflamación y hacer al intestino más permeable lo que aumenta la entrada a la sangre de toxinas y sustancias nocivas. Además, el gluten puede también afectar la barrera hematoencefálica, barrera que evita lo que es nocivo para el cerebro. Las fuentes de trigo en harinas procesadas son: los panes blancos (criollo y especial), las pastas, los cereales y las galletas. Las viandas y el arroz no contienen gluten, pero al igual que las harinas requieren un control de porciones para evitar niveles elevados de glucosa en sangre y el sobrepeso.
– Aplique a la hora de seleccionar sus alimentos una regla básica de nutrición: «Prefiera los alimentos frescos a los procesados». Los alimentos procesados tienen en general, preservativos, colorantes, ingredientes transgénicos y distintas sustancias que pueden ser muy perjudiciales a la salud. Si tiene que utilizar algunos productos procesados, prefiera los que no contengan preservativos y sean libres de herbicidas. El uso de agrotóxicos, particularmente el glifosato utilizado en general, tanto en la agricultura industrial como en los alimentos modificados genéticamente, se asocia a múltiples enfermedades, incluyendo el Alzheimer (Samsel, 2013) (Lea también mi artículo en 80 grados sobre los alimentos modificados genéticamente y vea en la bibliografía el enlace a las estadísticas publicadas por la Dra. Nancy Swanson donde presenta una asociación entre el aumento del uso del glifosato y el incremento en enfermedades como el Alzheimer).
– Consuma diariamente frutas y vegetales. Tanto las frutas como los vegetales contienen grandes cantidades de antioxidantes que protegen las células nerviosas del daño de los radicales libres y el estrés oxidativo. Establezca el hábito de consumir diariamente una variedad de frutas y vegetales y prefiéralos libres de pesticidas (certificados como orgánicos) para evitar los daños neurotóxicos de los plaguicidas.
– Incluya alimentos buenas fuentes de Omega-3. Los ácidos grasos Omega-3 son unas grasas indispensables para el organismo que el cuerpo no sintetiza por lo que necesitan ser adquiridas a través de los alimentos o suplementos. Estos tres ácidos grasos son: eicosapentanoico (EPA), docoxahexanoico (DHA) y Alfa linolénico. El DHA tiene una particular importancia ya que es indispensable para la maduración del cerebro durante la niñez y luego para el mantenimiento de la capacidad cognitiva. Algunos estudios reportan niveles bajos del DHA en envejecientes con Alzheimer. Las investigaciones con el DHA y los Omega-3 en general arrojan resultados positivos tanto por el efecto antiinflamatorio como por la protección de la sinapsis entre las neuronas del daño de la placa beta amiloide (Florente, et. al., 2006). Los estudios con el uso de los Omega-3 son múltiples y sus beneficios muestran una reducción en el declive cognitivo y menos riesgos de demencia (Barberger-Gateau, 2002; Heude, 2003; Schaefer, 2006). El consumo de los Omega-3 presenta mejores resultados cuando existe un deterioro cognitivo leve y en las etapas tempranas del Alzheimer (Yurko-Mauro, 2010). Buenas fuentes de Omega-3 son: las semillas de chia, las semillas de lino, las nueces y pescados como las sardinas y el salmón «wild». Se deben incluir también otras fuentes de grasas saludables que, aunque no aportan gran cantidad de aceites Omega-3 son también importantes por su efecto antiinflamatorio: el aceite de oliva, el aguacate y las almendras.
2. Expóngase diariamente al sol y verifique los niveles de vitamina D.
Algunos estudios asocian los niveles bajos de vitamina D y un riesgo mayor del Alzheimer. Una investigación realizada por la Escuela de Medicina de la Universidad de Exeter en el Reino Unido y publicada en línea en agosto de este año por la revista Neurology de la Academia Americana de Neurología presentó un importante estudio que vincula niveles bajos de vitamina D y un riesgo mayor de demencia. El estudio se realizó con 1658 adultxs con la edad promedio de 73 años y todxs sin demencia al comienzo de la investigación. Luego de los 6 años que duró el estudio se encontró que lxs que tenían niveles de vitamina D menores de 25mmol/L tenían el doble de riesgo de desarrollar Alzheimer o algún tipo de demencia (Littlejohns, 20014). La deficiencia de vitamina D aumentaba el riesgo en un 69% de desarrollar Alzheimer y cuando los niveles de la vitamina eran marcadamente bajos (por debajo de 20) el riesgo aumentaba en un 122%. Estos fueron los resultados después de que el equipo ajustara la presencia de otros factores que pudieran influir el desarrollo del Alzheimer como el tabaquismo, el consumo de alcohol, el nivel educativo y otros.
Es necesario, por tanto, que las personas verifiquen sus niveles de vitamina D en sangre. Si los niveles están bajos, se requerirá la suplementación de esta vitamina en una dosis elevada. De todos modos, es necesario señalar que la mejor forma de conseguir la vitamina D es exponiéndose 10 o 15 minutos a los rayos del sol ya que de esta forma el cuerpo la sintetiza. Recuerde, sin embargo, hacerlo a las horas más seguras, antes de las 9:00A.M. o después de las 6:00P.M. (las horas pueden variar según la estación del año). Ciertos alimentos son también buenas fuentes de vitamina D como: el salmón salvaje o «wild», el yogurt, la yema del huevo y la alfalfa.
Además de la vitamina D, existen otros nutrientes con gran importancia para la salud del cerebro y la disminución de los riesgos de demencia. Entre ellos podemos mencionar el mineral selenio y las vitaminas C, E, y las del complejo B que pueden ayudar a reducir los niveles de homocisteína lo cual puede tener un efecto protector. La investigación con estos nutrientes, los efectos de las hormonas en el tratamiento de la demencia, así como el uso de las estatinas (medicamentos para bajar el colesterol) y su relación con el posible aumento en el riesgo de esta enfermedad; son temas importantes en la discusión del Alzheimer que estaremos presentando en un próximo artículo.
3. Considere suplementar su dieta con hierbas y especias de probado beneficio y seguridad.
Una de la hierbas o raíces más estudiada y con mejores resultados es el «Turmeric» o su ingrediente activo, la «curcumina» (también se conoce como el polvo de curry). Esta es una de las especias más utilizadas de forma milenaria en la preparación de comidas en toda Asia. Las investigaciones científicas han comprobado su efecto anticancerígeno, pero también un potente rol en la prevención y tratamiento del Alzheimer. Esta especia (familia del jengibre) tiene más de 1,000 publicaciones de estudios científicos hechos en animales, en vitro y en vivo. De hecho, varios estudios correlacionan el uso de la curcumina con una incidencia menor de Alzheimer en la India. El estudio realizado por el Dr. Pandav reportó que personas entre 70-79 años en la India tenían 4.4 veces menos incidencia de Alzheimer que la población occidental (Pandav, 2,000). Los mecanismos de acción de la curcumina son múltiples y entre los que podemos mencionar los más importantes: su acción antiinflamatoria que mejora el funcionamiento de las neuronas, el efecto antioxidante que combate el estrés oxidativo y la reducción de la placa beta amiloide (Mishra, 2008). El efecto en la reducción de la placa beta amiloide se ha reportado en múltiples estudios, no solo en vitro, sino también en vivo (Yang, 2005). De igual forma, un estudio hecho por la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) también demostró cómo la curcumina ayuda a los macrófagos a limpiar estas placas en el cerebro (Zhang,2006). Los efectos neuroprotectores de la curcumina están bien documentados (Lee, 2013) y su uso se considera seguro (Chainani, 2003). Aunque todavía hacen falta más estudios a gran escala, definitívamente el uso de la curcumina se debe considerar y evaluar seriamente debido a su potencial y beneficioso rol en la prevención y tratamiento del Alzheimer (Ringman, 2005).
Otra hierba que ha probado su efecto en mejorar la memoria es el Gingo Biloba. La misma ha sido estudiada por años y se ha encontrado que incrementa el flujo sanguíneo y mejora la sinapsis entre las neuronas. Hay en la literatura científica con estudios aleatorios que validan sus efectos beneficiosos (Serby, 2011), no solo en pacientes con Alzheimer, sino en el tratamiento de la pérdida de la memoria en general, particularmente en personas de mediana edad (Sakatani, 2014). Existen muchas otras hierbas con posibles beneficios, algunas con más investigaciones que otras. Entre ellas debemos mencionar: Gotu kola, Bacopa Monnieri, Huperzine A (Huperzia Serrata), Brahmi y otras. De igual modo, se han hecho estudios con especias que se utilizan en la confección de alimentos como el orégano y el romero utilizados en aromaterapia y de otras formas con probados efectos antiinflamatorios y de beneficios a la memoria (Avila-Sosa, et.al, 2011). Este tema de los posibles efectos positivos de la suplementación con hierbas es extremadamente interesante y su discusión, definitivamente va a requerir ampliarse en próximos escritos. Sin embargo, no quiero finalizar esta sección sin mencionar alguna información básica sobre dos temas de interés y discusión actual. El primero es el aceite de coco y el segundo es el uso de la marihuana y sus posibles efectos beneficiosos para las personas con Alzheimer.
El aceite de coco se está utilizando en la actualidad con diversos usos, incluyendo para la pérdida de memoria. En el momento actual no existe evidencia científica que valide su uso. Sin embargo, es necesario señalar algunos datos. El aceite de coco contiene gran cantidad de ácidos grasos de cadena mediana (MCT) que a su vez son fuentes de cuerpos cetónicos. La teoría más reciente establece que los cuerpos cetónicos pueden ayudar a restaurar y renovar las neuronas y algunas autoridades afirman que pueden ser el mejor combustible para el cerebro. La Dra. Newport presentó un estudio de caso donde utilizó 2 cucharadas de aceite de coco diarias con su esposo, paciente que fue diagnosticado con Alzheimer a la edad de 51 años (ver estudio en PDF en la bibliografía) con resultados de mejoría en la memoria y tareas diarias. La Dra. Newport junto al USF Health Byrd Alzheimer’s Institute comenzó en el 2013 una investigación para probar su teoría. Ciertamente, no hay evidencia al momento clara o concluyente sobre el uso del aceite de coco en el tratamiento para la pérdida de memoria. Sin embargo, es alentadora dicha investigación y de distintos componentes de otros alimentos que pudieran tener efectos protectores para la memoria y la prevención del Alzheimer.
Finalmente, quisiera mencionar que la marihuana está siendo estudiada por posibles beneficios para distintas enfermedades incluyendo el Alzheimer. La Universidad del Sur de la Florida presentó un estudio publicado en el Journal of Alzheimer Disease donde reportaba que concentraciones bajas del compuesto delta 9-tetrahidrocanabinol pudiera retrasar el avance del Alzheimer evitando la acumulación de la proteína beta amiloide (Chuanhai, et.al., 2014). Sin embargo, otros estudios muestran resultados distintos como el publicado por la Universidad en Dallas, Texas. Este estudio realizado por la Dra. Francheska Filbey y publicado tan reciente como este 11 de noviembre, demuestra que el uso crónico de la marihuana reduce el volumen del cerebro en la corteza frontal, aunque aumentan las conexiones neuronales (Filbey, 2014). Definitivamente, hará falta mucha más investigación con la marihuana antes que se tengan claro sus efectos positivos o negativos. Sin embargo, es igualmente alentador el interés en experimentar y ampliar nuevas y posibles opciones para el tratamiento del Alzheimer.
4. Haga ejercicios regularmente.
Comience y mantenga un programa regular de ejercicios. Recuerde que el ejercicio promueve la neurogénesis (creación de nuevas neuronas) y ayuda junto a la óptima nutrición para que el cuerpo utilice su capacidad de autoprogramarse para reparar áreas dañadas. Incluya ejercicios cardiovasculares como caminar, correr bicicleta recreativa o estacionaria, nadar, practicar zumba y otras actividades. Incluya también una rutina de ejercicios de resistencia muscular como bandas y pesas ya que también han demostrado tener beneficios protectores que reducen el riesgo del Alzheimer. Las recomendaciones generales para la población adulta de ejercicios cardiovasculares son de 30-60 minutos 4-5 veces a la semana. Los ejercicios de resistencia deben incluir una rutina donde se trabajen todos los grupos musculares del cuerpo una o dos veces por semana. El inicio y progreso de los ejercicios debe ser paulatino y diseñado de acuerdo con las condiciones médicas y la tolerancia de la persona.
5. Evite el sobrepeso.
El exceso de libras se asocia a un aumento en las posibilidades de desarrollar muchas enfermedades, incluyendo el Alzheimer. Es indispensable que las personas comprendan que mantener un peso saludable es un asunto que trasciende el tema de la apariencia ya que tiene serias implicaciones a la salud. Cuidar la alimentación es el factor más importante para mantener un buen peso y a la misma vez un óptimo estado nutricional. Buscar orientación y ayuda profesional para perder el exceso de libras, así como establecer buenos hábitos nutricionales individuales y familiares es definitivamente una forma de comprometerse con mejorar la salud en el momento presente, pero también para las etapas futuras.
6. Mantenga el reto intelectual.
Se ha documentado que actividades de reto a la capacidad cognitiva son importantes para reducir los riesgos de la pérdida de memoria y el Alzheimer. Las actividades que requieran nuevos estímulos mentales y experiencias de aprendizaje llevan a la creación de nuevas neuronas y conexiones entre ellas que mejoran el funcionamiento cerebral. Considere, por ejemplo, aprender a tocar un instrumento musical, un nuevo idioma, a bailar y otros retos intelectuales. Recuerde ese refrán popular que dice: «Lo que no se usa, se daña».
7. Cuide su estado mental, maneje efectivamente el estrés y considere los beneficios de la meditación y otras terapias alternas
Está comprobado que un nivel elevado de estrés produce en el organismo múltiples cambios mentales y fisiológicos que aumentan los riesgos de diversas enfermedades como las del corazón, el cáncer, problemas gástricos y el Alzheimer, entre otras. Aprender a manejar efectivamente el estrés, el coraje, la frustración y distintos estados anímicos negativos, tiene beneficios tanto mentales como físicos. Es por eso, que existen programas de tratamiento para el Alzheimer que incluyen terapias alternativas como la meditación que está siendo utilizada con excelentes resultados. Una organización que ofrece este tipo de tratamiento es la Alzheimer Research and Prevention Foundation en Estados Unidos. En particular, ellos utilizan una corta meditación de 12 minutos conocida como Kirtan Kriya. El Dr. Dharma Singh Khalsa es el médico que preside esta fundación y que ha realizado varias investigaciones comprobando significativos resultados positivos con este tipo de meditación (Khalsa, 1998). Diversos estudios reportan efectos muy beneficiosos con esta meditación que incluyen: aumento en la memoria, reducción en el estrés, reducción en el nivel de cortisol, incremento en el flujo sanguíneo y tamaño del cerebro, aumento en los transmisores y un nivel mayor (44%) de la telomerasa, enzima que afecta el largo de los telómeros (son los extremos de los cromosomas y su acortamiento se asocia a muchas enfermedades) luego de un programa de 8 semanas de meditación (Khalsa, et.al., 2009; Newberg, et.al, 2010; Wang, et. al, 2010; Moss, et.al., 2011; Lavretsky, et.al, 2012; Black, et.al., 2012; Pomykala, et.al, 2012). Estas investigaciones presentan resultados de gran impacto por lo que este tipo de terapia debe ser seriamente considerada en el tratamiento integral de las personas con Alzheimer.
8. Mantenga una vida social activa.
Estudios realizados en el campo de la salud mental muestran que el aislamiento y la depresión aumentan los riesgos de este tipo de demencia, mientras que cultivar una vida social puede reducir sus riesgos. Desarrolle un buen círculo de amistades y participe de diversas actividades que incluyan la buena conversación, el baile y un compartir que promueva la compañía y el sentido de bienestar.
9. Cuide las horas de sueño y descanso.
La falta de descanso y de sueño reparador puede alterar el funcionamiento de nuestro organismo física y mentalmente. De la misma forma que el ejercicio es necesario para la salud, el descanso y el sueño son elementos indispensables para restaurar y regenerar las células de nuestro cuerpo y lograr el balance para el óptimo funcionamiento.
10. Evite la exposición a metales tóxicos.
Existen distintos metales que tienen comprobados efectos neurotóxicos. Entre ellos se encuentran el mercurio y el aluminio. Las amalgamas dentales contribuyen a la exposición al mercurio. De igual forma, ciertos pescados como el atún, el tiburón y otros pescados de gran tamaño contienen cantidades peligrosas de mercurio. El aluminio, por otro lado, también es un metal tóxico y se asocia al igual que el mercurio con enfermedades como el autismo, el Parkinson y el Alzheimer. Y aunque una relación de causa y efecto es difícil de establecer por la ausencia de estudios longitudinales, la realidad es que niveles elevados de estos metales tienen efectos adversos a la salud. De hecho, un incidente reportado este año por la Universidad de Kell en el Reino Unido demuestra una relación bastante directa entre la exposición al aluminio y el Alzheimer (Exley, 2014). El caso presenta a un hombre que durante más de 8 años se expuso al aluminio en su trabajo y luego desarrolló un tipo de Alzheimer agresivo y murió a los 66 años. Los análisis encontraron niveles marcadamente elevados de aluminio en su cerebro, 4 veces más de lo esperado en un hombre promedio. El reporte del caso concluyó que el desarrollo del Alzheimer y la muerte del hombre tenían una fuerte asociación con la exposición al aluminio.
El Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) estima que una persona promedio consume diariamente alrededor de 7-9 miligramos de aluminio a través de la comida. El aluminio se encuentra principalmente en productos como el polvo para hornear, alimentos procesados, comidas enlatadas, productos con empaques de aluminio, repostería y el mismo papel de aluminio utilizado en la cocina. Hay estudios que muestran un incremento en el contenido de aluminio en los alimentos cuando se cocinan con este tipo de papel. Mientras más exposición haya del alimento en términos de la temperatura y el tiempo de confección, mayores van a ser los residuos de este metal en los alimentos. Un ejemplo que podemos mencionar es cuando se cocinan las carnes envueltas en el mismo papel de aluminio. Esta forma de cocinar hace que el contenido del aluminio aumente en los alimentos entre un 79%-378% (Turhans, 2006). Es indispensable, por lo tanto, hacer ajustes al comprar los alimentos y al preparar las comidas de tal modo que se logre una menor exposición al aluminio. De igual modo, la selección de ollas y sartenes para confeccionar las comidas no deben ser de aluminio, sino de materiales seguros como el acero inoxidable y la cerámica. Estos cuidados en la alimentación deben ser acompañados también por ajustes en la vida diaria como preferir los desodorantes libres de este metal, utilizar una pasta dental sin aluminio y reducir el consumo de medicamentos que contienen este metal como algunos antiácidos.
Conclusión
El aumento de casos de Alzheimer exige que revisemos y ampliemos la investigación y los conocimientos para profundizar sobre sus causas y las acciones que debemos implantar en los cuidados médicos y en las políticas de salud pública de tal modo que se logre una verdadera efectividad tanto en el tratamiento como en la prevención de este tipo de demencia. Este artículo solo representa un extracto, que por razones de espacio no se puede ampliar más, sobre la información científica disponible y posibles nuevas áreas de estudio que puedan surgir para ayudar a combatir esta enfermedad. Es indispensable aunar esfuerzos para que las personas reciban una educación con énfasis en las áreas de prevención y de estilos de vida que nos lleve como sociedad a tener una niñez alegre y saludable, una adultez productiva llena de bienestar físico y mental, pero también; una vejez con armonía, felicidad y calidad de vida.
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