Prioridades educativas
El regreso a clases se ha convertido en un evento consumista que refleja la realidad puertorriqueña, en la que la educación es secuestrada para el lucro de algunos individuos y entidades ante la carencia de un verdadero proyecto educativo.
El velo de la “colaboración” gubernamental a las familias con el ofrecimiento de la exención en la compra de artículos escolares para no pagar el Impuesto de Venta y Uso (IVU) no da visibilidad al enjambre de la superficialidad de la preparación escolar.
Lamentablemente, inmersos en el bombardeo publicitario, las familias son impulsadas a acampar en las cadenas comerciales para obtener útiles escolares que han pasado de ser un simple lápiz, una caja de crayones y una libreta para convertirse en materiales especializados.
La búsqueda de marcas específicas, hasta cartapacios y libretas coloridas, ejemplifican la comercialización de la educación al vender la idea de que el uso de colores propicia en el estudiante las destrezas de organización, seguridad, confianza y la focalización en el aprendizaje como ejes primordiales del proceso educativo cuando la esencia estriba en la ausencia de un verdadero plan para la educación.
Definitivamente, lo benefactor de la exención sólo queda en manos de los grandes intereses económicos que conviven en las esferas políticas y gubernamentales del País.
La contraparte, es el significado para el pueblo de estas ofertas que se caracteriza con la frase “algo es algo”; que alude a la conformidad que se ha cimentado en Puerto Rico para no exigir la atención a la educación. La emancipación y enajenación individual y colectiva ha sido la herramienta de poder del gobierno al encauzar a la ciudadanía a aprender prácticas políticas, sociales y económicas masificadoras en la represión de ideas, postulados y roles.
Esta concepción está arraigada a la función que ha ejercido la escuela como institución de control y de transmisión ideológica (Ayuste, Flecha, López, Lleras: 1999). El gobierno utiliza la educación en escenarios de escolarización para emitir el conocimiento sustentado en la premisa de brindar únicamente las destrezas básicas para la sobrevivencia.
Ante esta realidad, el estudiantado está inmerso en el proceso de interrelacionarse para aclimatarse a las exigencias académicas, sociales y emocionales que se generarán en el ambiente educativo con una oferta limitada. Entretanto, se plantea con incertidumbre si deben ser ellos quienes estén preparados para ir a la escuela o, por el contrario, debe ser la escuela la que esté preparada para promover un entorno apropiado para su aprendizaje.
Se delega, en cambio, la responsabilidad de la preparación a la familia partiendo de la premisa de que el entorno escolar a través de una remodelación estructural y administrativa es suficiente para recibir a los estudiantes.
Mientras tanto, y en salones oscuros, se delinean y establecen las políticas de cesantías, declaración de excedentes, ausencia de programas de salud y seguridad, falta de atención a las escuelas en plan de mejoramiento, desfase entre el currículo, organización escolar y la implantación de experiencias educativas. En ese mismo escenario se debate el cierre de planteles escolares que ponen de manifiesto el desmantelamiento de la educación para el País.
Una escuela necesita la embestidura de un proyecto cimentado en la igualdad, diversidad, lenguaje, cultura, autonomía y con la participación de los estudiantes, maestros y la comunidad en la toma de decisiones para provocar una oferta educativa curricular atemperada a los participantes. Esto mediado por la conformación de metas alcanzables que propicien en el estudiantado realizar conexiones entre actitudes y percepciones positivas sobre el aprendizaje. Adquirir, integrar, extender, refinar y utilizar el conocimiento para el desarrollo del pensamiento crítico acorde a la motivación que tenga por aprender y el educador por enseñar.
La acción constituye vivencial la escuela como un laboratorio de aprendizaje relevante y pertinente donde se cultive la capacidad de cada individuo por ser participativo. Esto porque las experiencias proveen la oportunidad de establecer conexiones, alcanzar niveles profundos de entendimiento y provocar la transformación del entorno social (Dewey: 1933 y Riestra: 1992).
Este proceso evoca escuchar las voces de los estudiantes como actores sociales constructores de sus vidas y su entorno con la finalidad de propiciar espacios dialógicos que respondan a sus intereses, necesidades y talentos junto a la comunidad en la que conviven para que evidencien la educación democrática. La finalidad es propiciar el respeto a los derechos, la libertad y la seguridad en la existencia equitativa que dignifica la igualdad enmarcada en el análisis, la reflexión y autoevaluación dirigida a la acción en el aula escolar que se logra con mucho más que simples materiales escolares adquiridos en un centro comercial.
Las ofertas educativas deben estar en la lista de prioridades de nuestro País. No podemos perpetuar que se continúe con la idea de que para regresar a clases los estudiantes lo que necesitan es seguir la ruta a un establecimiento, estar acompañado de los intereses económicos o de la mano con las entidades gubernamentales a través de aparentes programas de modernización de escuelas.
El recurso más valioso y moderno que tienen las escuelas son sus estudiantes, educadores y su comunidad, quienes asumen el inicio escolar como la antesala a la adaptación social. La comunidad tiene que liberarse del yugo emancipador y controlador para crear, cuestionar, indagar y exigir una mejor educación porque actualmente no se encuentra en los estantes de las ofertas y exenciones del gobierno.
Las esperanzas las ciframos cuando observamos la participación ciudadana al rescate de una escuela y el apoyo al estudiantado en la faceta escolar. Celebrar el éxito de afrontar con entereza, valentía y responsabilidad un nuevo año académico no dependerá de los útiles escolares sino del tesón del educando, el educador y la comunidad que emprende el camino en la búsqueda de una educación de calidad y excelencia.
Recabemos en un mejor regreso a clases con una oferta educativa que responda a la construcción y reconstrucción de nuevo País.