SOS infantil
La población de las ciudades del globo aumenta 60 millones cada año. Para el 2050, siete de cada diez personas vivirá en ellas, particularmente en Asia y África. Contrario a la percepción general, la migración no es responsable del incremento en las ciudades, sino que son los críos nacidos de madres que ya viven en ellas, los responsables del 60% del crecimiento.
Pero los niños y las niñas pequeñas que viven en la pobreza, se pierden en las estadísticas a conveniencia de gobiernos y políticos. Las dificultades de la niñez en las comunidades marginadas resultan opacadas, escondidas y a menudo perpetuadas por promedios estadísticos que mezclan las realidades de quienes crecen con oportunidades; y no dejan ver con la claridad necesaria la paupérrima experiencia de quienes más la necesitan.
Mientras muchos niños y niñas de las clases medias y pudientes disfrutan de acceso a educación, facilidades médicas y recreativas; son muchísimos los pobres a quienes son negados servicios esenciales de agua corriente y limpia, electricidad y salud, aunque vivan muy cerca de ellos. Miles de infantes son forzados a trabajar en condiciones peligrosas y abusivas en lugar de gozar de la oportunidad de ir a la escuela. Otros viven en constante zozobra ante el peligro de ser evacuados de sus hogares, que frecuentemente son casuchas y tugurios sobrepoblados e insalubres, altamente susceptibles al desastre en varios aspectos.
Las dificultades de estos niños y niñas, a menudo invisibles para la estadística, se perpetúan en una aritmética injusta que los priva de programas y oportunidades a base de promedios que ocultan la pobreza de muchos bajo la riqueza de pocos. Sólo cuando la matemática se calcula correctamente salen a la luz las disparidades abismales en las probabilidades de supervivencia, el estatus nutritivo y la educación de cientos de millones de infantes que enfrentan a diario la violación de sus derechos fundamentales aunque vivan muy cerca del «progreso». En muchos países la mortalidad infantil antes de los cinco años y la malnutrición son más altas en las ciudades que en los campos y áreas remotas. La experiencia urbana es pues, para los más inocentes e indefensos, brutalmente dura y abusiva. Una tercera parte de la población mundial vive en tugurios y, de acuerdo con el reporte de UNICEF, dicha proporción es mayor en África.
Las recomendaciones claves del estudio son: 1) Entender mejor la escala y naturaleza de la pobreza y exclusión que afecta a la niñez urbana. 2) Identificar y remover las barreras de la inclusión. 3) Asegurar que la planificación urbana, el desarrollo de infraestructura, la entrega de servicios y los esfuerzos para reducir la pobreza atiendan las necesidades particulares de la niñez. 4) Promover asociaciones entre todos los niveles del gobierno y la gente pobre, particularmente la juventud y la infancia. 5) Agrupar los recursos y energías de entidades internacionales, nacionales, municipales y comunitarias, en apoyo a los esfuerzos para asegurar que a la infancia marginada y empobrecida se le respeten y garanticen sus derechos.
No es fácil, pero todas las personas tenemos el deber y la responsabilidad de hacer algo por mejorar la situación de la niñez. No hace falta ir muy lejos para encontrar niños y niñas afectadas por la falta de oportunidades. En Estados Unidos una cuarta parte de la niñez vive en el umbral de la pobreza1 y Puerto Rico sufre lo peor de ese mal como colonia de la primera potencia mundial. Basta con asomar la nariz en la Perla, Cantera y tantas otras comunidades marginadas para corroborarlo. Tampoco hay que esperar por el gobierno, aunque es responsabilidad de todos exigirle el máximo aquí y ahora. Se acerca el día de acción de gracias y la navidad que tanta gente celebra. ¿Por qué en lugar de darnos golpes de pecho, comprar tanta chatarra plástica y atiborrarnos de comida; no hacemos algo -lo que sea, pública o privadamente, en el país o en cualquier punto del planeta- para darle un porrazo a la injusticia?
Hay mil cosas que se pueden hacer sin esperar por nadie. ¿Necesita ideas? Organícese u organice un grupo para adelantar causas infantiles puntuales en su área de trabajo. Done dinero o tiempo, con la regularidad que pueda a la causa infantil de su preferencia: local, nacional o internacional. Cocine para la suya y otra familia necesitada regularmente. Recicle las pertenencias y materiales educativos de sus niños/as. Hágase voluntario(a) de una escuela pública o un albergue. Apadrine a alguien. Acostúmbrese a comprarle menos objetos innecesarios a su prole y done esos ahorros a alguien que lo necesite o una causa infantil. Lea cuentos a la niñez del barrio pobre más cercano a su casa. Done la leche materna que no usa a un banco. Haga amistad con una familia pobre. Enséñele a su gente a ayudar y a derivar satisfacción del acto de compartir.
*Las fotografías utilizadas en esta columna son de la autoría de Eduardo Rubio, fotoperiodista español.
- Según informe publicado el 10 de octubre del 2012 por la organización pro-infancia First Focus y la ONG Save the Children. [↩]