Steve Jobs
No tardó mucho tiempo para que este filme me agarrara y me hiciera agudizar los oídos. Dos cosas me llamaron la atención: pasaron por los menos 30-40 segundos antes de que reconociera a Kate Winslet en el papel de Joanna Hoffman, la mano derecha de Steven Jobs (Michael Fassbender); la segunda, que escasamente unos meses después de salir al mercado “Birdman”, Danny Boyle, director/productor que admiro, está rindiéndole homenaje a Alejandro Iñárritu. Apúntenle esa a la latinidad.
Entiendan que no minimizo el logro que es el diseño visual del filme que estuvo a cargo de Guy Hendrix Dyas, la edición de Elliot Graham y la dirección de Boyle de un estupendo guión del asombroso Aaron Sorkin. Este último era el escritor idóneo para la película (basada en el libro de Walter Isaacson) dada su capacidad extraordinaria para escribir diálogos profundos que avanzan la historia sin impedir en cómo se cuenta para que conozcamos a los personajes. Lo había hecho muy bien en su obra de teatro, luego película, “A Few Good Men” (1989) que vi en Washington, DC con Tom Hulce en el papel principal, y recuerdo por su eficiencia verbal en transmitir los códigos de “honor” no escritos de los Marines. Su logro más grande, sin embargo, y en el que demostró cómo sus conocimientos del tema le permitieron lograr un efecto de “realidad” que convencía al espectador que de verdad estaba en el “West Wing” (NBC-TV, 1999-2006).
Para esta película Sorkin se ha compenetrado con el lingo del mundo de las computadoras y nos permite (como dije ya, hay que prestar atención: cero miradas al móvil) entender bastante los vericuetos del mundo de los negocios y la publicidad en el que se movía Jobs. Además nos adentra bastante en el cerebro de este individuo genial que revolucionó el mundo de las comunicaciones y, por lo tanto, el mundo en que vivimos.
El filme es claustrofóbico (como debe ser) porque narra lo que sucede durante los tres lanzamientos más importantes de la carrera de Jobs y de lo que “ocurrió” tras bastidores en cada uno de ellos entre Hoffman y los tres hombres que más tuvieron que ver con ese periodo de la vida de Jobs: el cofundador de Apple y creador del Apple I y II, Steve Wozniac (Seth Rogen); John Scully (Jeff Daniels), quien fue el principal ejecutivo de Apple de 1983 a 1993; y uno de los miembros originales del equipo Mac, Andy Hertzfeld (el cada vez mejor y proteico, Michael Stulhbarg).
La cámara sigue los personajes por los pasillos de los teatros donde se llevan a cabo los lanzamientos, por los camerinos, las bambalinas, los peines, los fosos de la orquesta, etc., y nos hace partícipes de las manías de Jobs, de sus exigencias y de su distanciamiento emocional de los que lo rodean. Sus interacciones personales (todas impersonales) con la mujer que lo acusa en un caso de paternidad, con sus exsocios y colegas, y principalmente con su hija nos muestran la complejidad del individuo, su narcisismo y convicción de que era alguien especial que iba (como sucedió) a cambiar el mundo. Asoma también el tema de la falta de higiene personal de Jobs. Cuando comenzó en Atari, lo ponían a trabajar de noche porque su olor corpóreo no había quién lo aguantara. En el filme, luego de que la gente se quejara de sus hábitos, se muestra una de sus manías más deleznables: cuando sentía que le dolían los pies, los metía en la taza de inodoro… El genio no garantiza la pulcritud.
Una de las partes más deleitables de la cinta es la relación de amistad-admiración-amor que llevan Jobs y Hoffman sin que haya el más mínimo rayito de sexualidad. Se percibe el vínculo emocional entre los dos pero lo más próximo entre los dos son abrazos de felicitaciones con los resultados de sus tareas compartidas.
Como dije al principio mi deleite incluyó que, con el pelo negro y corto y unos espejuelos de búho que la hacen ver muy “profesional práctica”, Winslet se nos esconde desde el punto de vista sexual, aunque hay veces que en tomas de lejos su atractivo físico está a plena vista. Joanna Hoffman es una “nerda” y Winslet la encarna con una soltura que nos hace creer que podría ser la jefa de personal de cualquier compañía. Su interacción con Jobs es compleja y simultáneamente superficial porque él es como un niño a quien hay que engañar con tretas emocionales para lograr que conceda en cosas que son obviamente para su beneficio.
Fassbender rutila en el papel de Jobs. Su lógica mercantil y técnica están enredadas con los problemas psíquicos que le afectan manifestándose de forma inapropiada en momentos inoportunos. Su frialdad personal contrasta con la llama que lo hace amar sus productos y sus planes (algunos en el borde de la ética y la legalidad). Es un hombre que se relaciona mejor con un concepto que con una persona. Que piensa más en las dimensiones y el color de la caja en la que estarán puestas las entrañas de una computadora que en los sentimientos de quienes le rodean o la construyen. A veces su egoísmo es tal que nos sorprende que nadie esté dispuesto a estar a menos de cien pies de su invectiva y sarcasmos. Ningún actor logra imitar completamente a un personaje. De hecho, muchas veces pensamos en cómo es la persona real que está siendo representada, basándonos en la interpretación del artista. Casi seguro que Fassbender es solo una aproximación de Steve Jobs y su lado psicótico. Lo convincente es que no hubiéramos querido estar muy cerca de ese Steve Jobs tampoco. Un laptop, iPad o Iphone son más que suficientes.