Un país sin cine es un país sin rostro
En la escala de valores la cultura va antes que la economía.
-Juan Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea
Donde va nuestro Cine, va nuestra cultura
y con ella van nuestros productos.
-Franklyn Delano Roosevelt, expresidente de los Estados Unidos
Uno de los grandes problemas del cine puertorriqueño es que ni la sociedad ni el estado reconocen que su valor cultural está por encima de su valor económico.La palabra cultura viene del latín cultivo, en su origen se refería a la cultivación o mejora de un terreno para cosechar alimentos (agricultura). Cicerón fue el primero en usar la palabra de manera metafórica para referirse al cultivo o mejoramiento del alma. Hoy entendemos por cultura todos los rasgos de comportamiento que comparte un grupo geográfico con el mismo idioma, y que los hace diferentes a otros grupos. La cultura es todo: cómo amamos, lo que comemos, cómo matamos… Por esta misma razón es bien diversa y difícil de definir, está compuesta de múltiples sub-culturas, es un todo dinámico que se transforma a través del tiempo. Las artes son vitales para la cultura, pues plasman en el tiempo y el espacio el retrato de quienes somos hoy, retroalimentando a la vez nuestra cultura.
El cine entre las artes, es la manifestación más poderosa de la cultura. Conocer y preservar nuestros orígenes y nuestra historia hace de nuestra cultura una fuerte, con una sociedad de individuos saludables. Por eso cada vez que leo una noticia de un ciclista atropellado, o de una mujer asesinada por quien la deseaba, o el narcotráfico nuestro de cada día, o de cómo la corrupción carcome todos los niveles de nuestra sociedad, pienso que nuestra cultura está enferma, y necesita transformación.
Mucho se habla de una crisis de valores, mas si uno mira a profundidad descubre que los valores que hoy por hoy nos rigen, los establece el mercado con el arma más poderosa de modelado de conducta que existe: el lenguaje audiovisual. Así como la comida alimenta el cuerpo, la cultura alimenta la mente. Irónicamente Puerto Rico no solo importa el 80% de los alimentos que consume, sino también el 80% de la programación televisada y el 95% de las películas que vemos en el cine. Importamos cerca de un 90% de la cultura que consumimos. La cultura puertorriqueña en su diversidad, no existe en los medios de comunicación. Como tampoco existe nuestra historia de principios del siglo XX, o nuestra fauna y flora en los libros de texto escolares. Si no fuera por el retrato que hacen de nosotros los programas de chisme y de comedia sexista y chabacana, la larga lista de crímenes atroces que reseñan los medios noticiosos y la publicidad, parecería que los puertorriqueños no existimos culturalmente.
La publicidad nos retrata porque los mercaderes saben que para vendernos X o Y, necesitan modelar nuestra conducta y esto será más efectivo mientras más nos identifiquemos con el modelo. Basta mirar la TV un par de horas o ir a ver cualquier película hollywoodense para tener claro que un ser humano vale la ropa que viste, los tenis o tacos que usa, las tetas y las nalgas que se puede comprar, el reloj, las gafas, el maquillaje, las prendas, el sombrero, el celular, la cámara, etc, etc… Y por sobre todas las cosas, el carro. Y es que, de la misma manera que comer comida chatarra enferma nuestro cuerpo, consumir cultura chatarra, enferma nuestra cultura.
El documental Isla Chatarra, de la compañera cineasta Karen Rossi, es un buen auto-retrato de uno de los aspectos más cotidianos que nos distingue como puertorriqueños: nuestra relación con el carro. El mismo ofrece un comentario crítico de nuestras decisiones como país-isla en materia de transportación, a la vez que retrata de manera efectiva el “culto al carro” que caracteriza nuestra cultura. Karen, como muchos de nosotros, un día se preguntó ¿por qué no hay aceras donde caminar?, ¿ni árboles que nos protejan de nuestro caliente sol tropical? El documental nos plantea que la ciudad se construyó en función del carro y el crecimiento económico, no en función de la calidad de vida de las personas que la habitamos. Ahora vivimos irremediablemente montados en esa máquina del tiempo, que ha distorsionado nuestra convivencia colectiva. Este se ha convertido en una extensión de nuestra casa, personalidad, de nuestras emociones y el no querer caminar es uno de los rasgos culturales que más nos singulariza como puertorriqueños. Isla chatarra nos empuja a cuestionarnos si nuestra relación con el carro es saludable y si eso es lo que queremos para el futuro.
Detrás de muchas cosas que asumimos como ciertas está el cine, la televisión y la publicidad. Estos nos bombardean mensajes seductores de lo “cul” que seremos guiando un Sion, o sofisticados en un Mercedez. Culturalmente se da por sentado que si guiamos una pick-up Ford Atlas es porque somos unos “machote/as”, en cambio si guiamos un Jeep Rangler es que somos espíritus libres y aventureros. Tan cierto es, que en más de una ocasión amistades me han comentado que mi carro no me pega, que a mí me va un jeep o mini cooper, como si se tratara de una pieza de ropa. Mi respuesta: tengo el carro que estoy dispuesta a pagar y que me es útil para mi vida y trabajo. El documental de Rossi logra desvanecer esa “ilusión cultural” creada por la publicidad: no importa el carro que tengamos, estaremos todos atascados en el tapón de las 5 para poder pagarlo. Este es el principal valor del cine: retratarnos desde diferentes perspectivas para mostrarnos la compleja realidad multicultural en que vivimos sumergidos y que somos incapaces de ver.
La gran tragedia del cine y la televisión puertorriqueña es su subyugación a los valores comerciales del mercado. Mientras solo busquemos en nuestras historias su potencial comercial de enriquecimiento personal, seguiremos alimentando las mentes de nuestra gente con los valores deshumanizantes de este materialismo existencial que vivimos: “tengo luego existo”. ¿Y qué pasa si no tengo? ¿O si no puedo conseguir lo que quiero? ¿Y si no quiero darte lo que quieres? ¿O si eres un obstáculo para materializar mis deseos? ¿Te mato?
La cultura violenta y machista del patriarcado combinada con la objetivación de la mujer en los medios de comunicación, es la cultura del femicidio. Es tan fuerte este rasgo cultural que tanto en el subtexto de los reportajes, como en los tribunales y en la “vox populi”, se lee el pre-juicio a la víctima: “ella se lo buscó”.
El gusto por el morbo en nuestra cultura se mezcla con los valores del mercado noticioso ($$$) y convertimos indirectamente a los asesinos en figuras públicas, con su foto por todos lados. Así un pobre infeliz, enfermo o víctima de nuestra cultura, que no tuvo a nadie que le enseñara con amor como controlar sus deseos y emociones, de la noche a la mañana, un día salta a la fama como asesino y su voz vuelve a silenciar la de su víctima. Dos largometrajes de ficción puertorriqueños exploran esta pulsión del deseo-muerte que es la violencia de género en nuestra cultura. Desde dos perspectivas encontradas, uno modela la conducta de la víctima y el otro retrata una mujer seducida por la violencia. Uno de ellos es América (2011) de la directora Sonia Fritz, basado en la novela de Esmeralda Santiago El sueño de América y la otra es Under my nails (2012) escrita por su protagonista Kisha Tikina Burgos y dirigida por Ari Maniel Cruz.
Curiosamente en ambas películas las protagonistas están exiliadas en la ciudad de Nueva York, ilustrando otro rasgo de nuestra cultura, ese constate “me voy de la isla”, que expresa la profunda ansiedad que sentimos todos, “aquí no hay futuro”. Puerto Rico es un lugar sin rostro, genérico y por lo tanto sin futuro. En América, la protagonista lleva por nombre el título de la película, escapa de Vieques a Nueva York para salir del ciclo de violencia con su amante, un soldado boricua casado. La historia narra el inicio de una nueva vida para América y el intento de superar sus miedos. Ocultar su paradero para proteger su vida de un hombre incapaz de soportar la humillación de ser abandonando es su mayor afán y es el diario vivir de muchas mujeres que escapan al ciclo de la violencia. Por otro lado Under My Nails cuenta la historia Solimar, una mujer boricua que vive sola en un pequeño apartamento de Nueva York. Los primeros planos de cámara, con un tratamiento un tanto onírico, nos sugieren un pasado violento entre el padre y la madre de Solimar. El drama se centra en el voyerismo y la seducción autodestructiva que siente Solimar por relacionarse sexualmente con su vecino, un hombre violento de ascendencia dominicana, que presumimos mató a su compañera, de ascendencia haitiana. Esta película abre una ventana tímida a la complejidad psicológica de las asociaciones humanas. Ambas historias tratan de contar en nuestro “espanglish” rasgos de la complejidad de la violencia de género, retratan indirectamente el contexto de la diáspora latina y caribeña en Nueva York, y como nuestros orígenes culturales nos acercan. Una retrata la dificultad de la salida del ciclo, la otra explora las oscuridades de la sexualidad y el alma humana. Ninguna de las dos representa la complejidad total y la singularidad particular de cada caso de violencia de género. El hombre puertorriqueño como victimario y víctima de su propia violencia, aún no tiene un retrato que humanice su tragedia. Se necesitan muchas películas más para explorar las diferentes perspectivas de este problema cultural que nos abruma. Mirarlo nos ayuda a identificar los patrones violentos para transformarlos.
La mayoría de las películas que invaden nuestras salas de cine, y que son éxitos comerciales, son épicas hollywoodenses en donde todo se resuelve a punta de pistola – o espada. Las mujeres suelen ser rubias anoréxicas con sonrisas bonitas en eterna necesidad de salvación, – no en todas – y los hombres maquinas invencibles, de pocas palabras, que corren de principio a fin entre explosiones – u otros obstáculos – con un arma y ojos azules – esto es una burda generalización del genero de acción hollywoodense, existen excepciones. Todo este cine completamente comercial, se escribe a partir de la formula estructural conocida como “el viaje del héroe”1. Esta variedad de películas de acción son la expresión híper simplificada de la ideología de la sub-cultura patriarcal blanca, la clase hegemónica estadounidense. Y para nada es el único cine que este país multicultural produce, pero es el más conocido y el estándar contra el que juzgamos al cine puertorriqueño. La mayoría de sus películas comerciales modelan y reproducen de forma directa o indirecta, la ideología de la superioridad tecnológica, militar y cultural de los blancos de Estados Unidos. Como todo país imperialista, su verdadero poder radica en el dominio cultural de otros países, y más importante aún, de sus propios ciudadanos. El documental nazi El Triunfo de la Voluntad (1935) de la directora Leni Riefensthal, fue el primer ejemplo de un cine de propaganda, en este el lenguaje cinematográfico y el preciosismo estético fue usado para promover en el pueblo alemán la idea de que Hitler era el “mesías” que devolvería la dignidad a la nación Alemana a través del poderío militar.
Un ejemplo de cómo se usa el cine comercial de EU como “propaganda” imperialista es la película 300. Rise of an Impire (2007) del director Zack Snyder. La misma está basada en la novela grafica de Frank Miller, 300. Su adaptación cinematográfica narra de forma políticamente arbitraria, la legendaria batalla (greco-persa) de las Termopilas. La impresionante puesta en escena de ésta, explota el recurso de la cámara lenta, ampliamente usado en la publicidad, para enfatizar la belleza estética del combate, al detener el tiempo en momentos claves de la lucha cuerpo a cuerpo de los espartanos contra los persas. El resultado es una artificiosa súper estilización de las escenas de batalla – que emulan al comic-, y redundan en la glorificación estética de la guerra. Recuerdo que al terminar de ver la película me hizo falta una frase sobre la imagen final que dijera: “support our troops in Iraq”. Este “blockbuster”, aunque lo niegue su director, fue una película de “propaganda” a favor de la guerra en el Medio Oriente, en tiempos en que se debatía en el congreso de Estados Unidos si enviar más tropas al conflicto bélico en Iraq. Uno de los elementos más controversiales de este filme fue la representación que hizo de los “Otros”, los Persas, como seres monstruosos y sexualmente depravados que merecían morir, o como denunció públicamente el ofendido gobierno iraní: la película 300 representa a los persas como hordas de “bloodthirsty, demonic zombies” (Danikas)”2.
Estas películas comerciales “gringas” y su sobre-simplificación de los conflictos a las dualidades absolutas de bien o mal, a la larga, atrofian nuestra capacidad de percibir compasivamente la naturaleza contradictoria de los seres humanos, incapacitándonos de mirar la raíz de nuestros problemas en la vida cotidiana. En la realidad, nadie es totalmente malo, ni totalmente bueno. La función de un cine libre, hecho por una gran variedad de realizadores, – en este caso iranís – es mostrarnos una perspectiva amplia de la diversidad cultural de la zona y de la complejidad de los problemas que la aquejan, dándole rostro, emociones y humanismo a ese “Otro” que es vilmente simplificado en una película como 300.
Gracias a que existe un vasto acervo de cine “libre” iraní, más allá de la ideología de Estados Unidos o la del propio gobierno de Irán, los iranís tienen un rostro propio. Un ejemplo de esto es la película Persepolis (2007) (ciudad Persa) escrita por la exiliada iraní Marjane Satrapi y basada en su homónima novela gráfica. Este largometraje autobiográfico, de animación simplista en blanco y negro, narra a través de los ojos de una niña que se hace adulta, la tumultuosa historia política de Irán, a partir de los años ’70 y su angustia existencial una vez emigra a Europa. Muestra el cambio que sufre la sociedad iraní, de ser una sociedad libre, a convertirse en una sociedad represiva y violenta contra la mujer, a partir de la revolución Islámica. La película habla ante todo de la identidad que nunca debe perderse, de los orígenes que todos tenemos, y de que nunca debemos olvidar quiénes somos y a quién le debemos nuestra existencia. Si bien muchas de las películas iranís son criticadas por el gobierno islámico extremista, estas nos muestran la realidad de personas tan humanas como nosotros, a veces con nuestros mismos problemas, y a veces con otros no podemos ni imaginar. Nada remotamente cercano a los estereotipos siniestros que retrata la película 300.
Muchos gobiernos, entre los que destaco el de Francia, México, Argentina, Colombia, Venezuela y Republica Dominicana, tienen políticas agresivas y efectivas para impulsar la producción de un cine “libre” nacional, no por su rendimiento económico y las divisas que este pueda representar para sus países, sino por su valor cultural y lo que esto representa en un mundo globalizado en el que Estados Unidos impulsa agresivamente la homogenización de la cultura y el acaparamiento de las salas de cines a nivel global. Una vez se logra echar a andar una industria de cine saludable, con una producción sostenida de más de 100 películas año, el rendimiento económico será un hecho incuestionable. Antes de esto, el criterio económico no debe ser una prioridad.
Miremos el caso de Francia, uno de los países que más fervientemente protege, promueve y defiende su cultura y que cuenta con la producción más poderosa de cine y la mejor cuota de pantallas en Europa.
El Centre National de la Cinématographie (CNC) es la base de esta compleja y efectiva política de ayudas al cine cuyo norte institucional es la promoción y preservación de la diversidad cultural francesa. Las arcas del Centro se alimentan “de la tasa sobre el volumen de negocios de los difusores televisivos y la tasa sobre el precio de las butacas de cine.”(( Blog: Por una nueva Ley de Cine. El caso Francés: formas de apoyo a la industria cinematográfica y audiovisual. http://porlanuevaleydecine.blogspot.com/2007/12/el-caso-francs-formas-de-apoyo-la.html)) En el artículo El Secreto del cine francés publicado el 10 de octubre de 2009 en el periódico virtual español Publico.es se reseña la efectividad de la política cinematográfica francesa hasta la fecha:
Año tras año, el cine francés mantiene un nivel de producción nacional subvencionada de entre 200 y 240 películas, tanto de cine de autor como de obras para el gran público. Y esos filmes conservan una cuota de pantalla que nunca baja más allá del 34% de las entradas, y que, en el caso espectacular de 2008, superó el 45%, por encima del cine norteamericano, básicamente gracias al tirón de (la película) Bienvenidos al norte. Para todas y cada una de esas películas (francesas), el Centro Nacional de la Cinematografía (CNC) encuentra fondos gracias a su formidable tesoro de guerra: su «Fondo de Apoyo» al cine, que en 2008 canalizó 530 millones de euros. Un fondo organizado para que, de alguna manera, el film rico ayude al film pobre. El botín celosamente guardado por el CNC… proviene en gran parte (380 millones) de una tasa a las cadenas televisivas, grandes beneficiarias del hecho que haya películas francesas que programar en prime, y en menor medida de una inteligente tasa a la entrada de cine, de un 11,5% de su precio. ((Publico.es. El Secreto del cine francés. Por Andrés Pérez: http://www.publico.es/culturas/189628/el-secreto-del-cine-frances))
De esta manera un espectador que decide ir a ver un “blockbuster hollywoodiano” como The Hunger Games, financia, quiera o no, la producción nacional francesa con el 11.5% que paga por su taquilla. Así fue que una de las 240 películas subvencionadas por la abarcadora política de apoyo al cine del CNC, Intocable de la directora Isabelle Giordano, vendió en el 2012, 140 millones de entradas en el extranjero3.
Si multiplicamos ese número por el costo en PR de la taquilla ($7.50), estamos hablando de que esta película generó, solo internacionalmente, un aproximado de 1 billón de dólares. Pero esta es una en 240 películas financiadas por el estado, y el estado reconoce que no todas las películas recuperaran. Inclusive, su fondo está diseñado para que las películas comerciales ayuden a financiar las películas no comerciales.4 Los franceses tienen muy claro que la importancia principal del cine es la representación de la diversidad cultural del pueblo francés y esto está por encima de su rendimiento económico. Ellos reconocen que en su cultura su patrimonio más valioso.
Los cineastas en Francia y en muchos otros países, luchan por la protección de su cine, porque están orgullosos de su cultura, y quieren verse retratados. No quieren ver desparecer su idiosincrasia tragada por la cultura chatarra hollywoodense. Ese, sin embrago, es nuestro “Talón de Aquiles”, nuestro profundo menosprecio a nuestra cultura. Y es que, en el tirijala político, nuestros líderes son incapaces de ver más allá de las fracasadas estrategias del siglo XX de impulsar una economía por invitación. La prueba más contundente de esto es el crecimiento vertiginoso que ha tenido en los últimos años el cine dominicano. Hace 20 años, atrás los puertorriqueños iban a la Republica para trabajar en las películas, por que los dominicanos – víctimas de todos nuestros prejuicios y chistes – no sabían hacer cine. Las historias de horror de lo que era trabajar allá nos hacían reír a carcajadas toda la anoche. Y mientras nosotros nos burlábamos, nos pasaron el rolo. Tienen una industria solida con una producción de cine en aumento, y ya sus películas empiezan a invadir nuestras salas y ser éxitos comerciales. Mientras en Puerto Rico aumentamos nuestros incentivos para atraer a cualquiera que tenga billetes a filmar aquí, y así de paso que nos enseñen a hacer cine. La República Dominicana tiene un cine propio y en crecimiento, no de mucha mejor calidad que el nuestro, pero con dos cosas claves que nosotros no tenemos: un público fiel y orgulloso de ser dominicano y un gobierno hoy por hoy comprometido con promover el cine propio. Una amiga profesora universitaria del Sagrado le pregunto un día en clase a una estudiante suya dominicana si iría a ver el último estreno de su cine nacional y ella le respondió: mis padres me enseñaron en casa que uno ve el cine dominicano aunque sea malo, porque es nuestro.
Aquí sin embargo tenemos “ishus” con la palabra “apoyar lo de aquí”. Nos sentimos “fracasados culturalmente”, y este complejo e inseguridad lo disfrazamos de arrogancia. Mientras las facciones de artistas y cineastas nos veamos como amenaza los unos a los otros, y las facciones anexionistas continúen viendo nuestra cultura como algo subversivo, que nos separa de los Estados Unidos, no avanzaremos. Seguiremos siendo miopes acomplejados, incapaces de ver que el mundo es una “cuasi-colonia” de los Estados Unidos, la lucha por proteger la cultura es global. El poder de una cultura radica en su acervo, en la suma de todas sus manifestaciones a través del tiempo. La vida y la cultura no van a esperar a que nos decidamos en ser un estado o una republica. En el corazón mismo de la gran corporación estadounidense hay profundas diferencias culturales, solo basta mirar los estados de California, Texas, Vermont, Alabama y Nueva York.
El verdadero problema de valores en nuestra cultura es que no sabemos quiénes somos, adonde vamos, ni de dónde venimos. Y no proveemos los contenidos culturales que nos ayudan a crear una identidad integrada de quienes somos. Se nos va la vida en imitar la cultura estadounidense y borrar la mancha de plátano, pues sentimos vergüenza. En esa angustiosa búsqueda de saciar nuestra ausencia de identidad, nos convertimos en copias baratas o eternos adolescentes inseguros y acomplejáo’s.
Solo ser protagonistas del retrato continuo de quiénes somos y quiénes fuimos, nos dará las claves para el quiénes seremos. Nos toca a todos proteger, cultivar y promover nuestra cultura. Ahora bien, es vital reconocer que ya no somos solo aquella mezcla dócil del taíno, el español y el africano. Es indispensable asumir lo gringo en nosotros, 100 años de colonialismo Yanqui dejan su marca cultural y no mirar su influencia nos deja incompletos. Solo conociendo nuestra historia esas marcas tendrán sentido, y el cine es una herramienta poderosa para narrar nuestro pasado y registrar el presente. Es a través de las artes y el autorretrato que estas hacen de nosotros, que podremos hacer sentido a nuestro caos, y vivir plenamente orgullosos de nuestra cultura.
- The Writer’s Journey. Mithic structure for writers. By Christopher Vogler [↩]
- Blog: Film & History. The 300 Controversy: A case study of politics in adaptation. http://www.filmandhistory.org/controversial_films/films/300.php [↩]
- El confidencial. Como el cine francés consiguió bajar su IVA al 5% http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-09-26/como-el-cine-frances-consiguio-bajar-su-iva-al-5_32546/
El fondo de ayudas cinematográficas del CNC que se divide en:
- “Ayudas automáticas”: para los productores con películas exitosas comercialmente. El financiamiento está enfocado en las áreas de producción, exhibición y distribución.
- “Ayudas selectivas”: que se enfocan en seleccionar películas por su valor artístico, estético, narrativo y documental. El financiamiento está enfocado en cualquiera de las innumerables fases de la realización de una película desde la escritura, el desarrollo, la producción, las coproducciones internacionales, la exhibición y la distribución. [↩]
- ibid. [↩]