Una aproximación a «Guessquienes»
[…] el arte contemporáneo parece principalmente preocupado por enfrentarse, desafiar y derrocar a todo lo que la aceptación social, el aprendizaje y la formación hayan congelado en esquemas de conexión “necesaria”; es como si cada artista, y cada obra de arte, luchase por establecer un nuevo lenguaje genuino y consensuado, es decir, en un vehículo de comunicación… (132) –Zygmund Bauman, La posmodernidad y sus descontentos, 2001.
¿Qué pueden tener en común Maripily y Martorell? ¿Robi Draco Rosa y Lilliana Ramos Collado? ¿Quiénes son Ramón “Diplo” Rivero, Cheryl Hartup, Marquita Rivera, Teo Freytes y José Ferrer? Precisamente Guessquienes, de Rafael Vargas Bernard, barajea personalidades del mundo del arte con las del mundo del entretenimiento comercial en Puerto Rico como quien extiende un puente entre la cultura de los medios de comunicación masiva, el arte y la literatura. Las piezas yuxtaponen los rostros fragmentados de diversos personajes culturales, enlazados de manera casi monstruosa, pero con unos colores que les brindan una belleza psicodélica.
Al mismo tiempo, Vargas Bernard nos tiende un reto: descubrir en la memoria colectiva o mediante las imágenes de los buscadores de la red, estos personajes de la industria cultural para adivinar el título de las piezas. ¡Con premio y todo! Exhibición y juego, la galería nos recibe con una resma de papel y bolígrafos para que predigamos los nombres de las pinturas o collages de fotos de figuras importantes y resonadas en la cultura puertorriqueña. Y aunque parece que las imágenes fueron dispuestas de modo azaroso, sobreentendemos que suponen un modo de renombrar, reagrupar y recuperar significados. Así, creamos un nuevo discurso (el título) que nos permite correlacionarlos en un recuento histórico que genera paradigmas culturales muy peculiares.
¿Martopily? Es en esta correlación que generamos unas conexiones que tal vez antes no habíamos considerado por cuestiones clasistas, mediáticas o por simple omisión. ¿Ivytero? Yuxtaponemos el rostro de Ivy Queen con el de Walter Otero y nos vemos empujados a generar un vínculo que va más allá de la imagen; entrevemos un discurso historiográfico de las nociones culturales puertorriqueñas. De hecho, el juego establece un proyecto de rescate de figuras olvidadas por el aparato mediático o de aquellas conocidas exclusivamente en los círculos del arte y de la academia. Así, dentro del juego de adivinar, suponer e inventar los nombres de las piezas, formamos un colectivo integrador que saca a la luz seres destacados en nuestra historia cultural.
Sin embargo, debemos detenernos en el concepto ‘fragmentación’ en su dimensión discursiva. Fredric Jameson (1998) destacó que las producciones culturales posmodernas se asientan sobre lo heterogéneo y lo fragmentario, que no ofrecen una mirada global e íntegra. Si la modernidad se caracterizó por la diferenciación entre campos semánticos, explicó Jameson, la posmodernidad colapsó dichas diferenciaciones y las fusionó en un modelo fragmentado e incoherente. En sus palabras, una: “implosión que reúne de nuevo los aspectos que en la modernidad habían sido separados en disciplinas, de modo que la superestructura se pliega de nuevo sobre la base y, al mismo tiempo, la base se vuelve superestructural” (2012: 23). Así dichos fragmentos ofrecen nuevos acercamientos, significados y miradas ante discursos que anteriormente suponían miradas totalizantes.
De un modo ingenioso y provocador, tal fragmentación sirve, en Guessquienes, para contar la historia de la coincidencia de los mundos de la llamada “alta y baja” cultura –de la cultura popular y la cultura del arte o de la academia– como entes formativos del imaginario de la cultura puertorriqueña. Sin caer en valorizaciones, Vargas Bernard fusiona seres que de entrada creemos disímiles, pero irónicamente o históricamente están muy relacionados. Si investigamos en los libros de historia del arte o de historia general, nunca veremos estas conexiones, pero una vez las enunciamos, entendemos que conforman una visión integradora y compleja de nuestra cultura. Consecuentemente, esta práctica juguetona construye nuevos significados en nuestro imaginario.
Las ideas de Zygmund Bauman en torno al arte contemporáneo describen, desde el ángulo que mencionamos, ese barajeo de personalidades y la yuxtaposición de sus fragmentos en esta exhibición. Según indica Bauman: “Ya no hay un punto privilegiado, elevado por encima de todo el territorio de la experiencia vital, desde el que la totalidad de dicha experiencia se pueda contemplar, cartografiar y ordenar, de forma que permita calificar de reales algunos de los significados y desenmascarar a otros como erróneos o ilusorios. En dicho mundo, todos los significados son sugerencias, invitaciones permanentes al análisis y a la discusión, a la interpretación y a la reinterpretación; ningún significado se crea definitivamente, y ninguno es definitivo una vez creado” (135).
Guessquienes apuesta por la fragmentación como modo expositivo, como medio para generar nuevos significados en nuestra construcción cultural. A través del sentido de comunidad que suponen las fotos de gente de los medios y del arte, complica la visión que tenemos de lo que es la cultura puertorriqueña sin caer en el discurso trillado de la identidad. Asimismo, la integración del juego, lo lúdico, brinda una recreación del sentido comunitario, ya que supone la participación activa de quienes van a la exhibición. La complicidad que nos implanta la competencia nos aleja del anonimato, ese que surge al vernos frente a esos seres tan destacados en el mundo de la cultura, y nos convierte en gestores de nuestras propias piezas que son esos intentos de descubrir los nombres o de develar ese nuevo discurso integrador que sugiere Vargas Bernard.
Justamente, el juego nos dirige (casi como una trampa traviesa) a la memoria de nuestra historia cultural, esa cultura con C mayúscula en la que converge lo popular y lo elitista, lo comercial y lo exclusivo, lo consagrado y lo devaluado. Se trata sencillamente de una exhibición a la que hay que descifrar con nombres y apellidos. Rafael Vargas Bernard sigue jugando con nosotros y nosotros con él.
Guessquienes, de Rafael Vargas Bernard, se exhibe en Art Lab hasta el 21 de junio. El 20 de junio se llevará a cabo un conversatorio moderado por su curadora, Anna Astor Blanco, con Norma Vila, José Jorge Román y Abdiel Segarra como panelistas. Para más información, pueden visitar la página de Art Lab.
* Publicado originalmente en Visión Doble, revista de Arte de la UPR.
Referencias: Bauman, Zygmunt. La posmodernidad y sus descontentos. Cristina Piña Aldao y Marta Malo de Molina Bodelón (trads.). Madrid: Akal, 2001. Jameson, Fredric. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Buenos Aires: Ediciones Paidós, 2005. El postmodernismo revisado. David Sánchez Usanos, ed. Madrid: Abada Editores.