Walmart go home!
Walmart inauguró su primera tienda en Puerto Rico en el año 1992. Veinticuatro años después, según informa con mucho orgullo en su portal cibernético, la empresa de ventas al detal por departamentos más grande del mundo cuenta con seis tiendas regulares, 12 Super Center, 11 Sam’s Club, 24 Supermercados Amigo y tres Super Ahorros, para un total de 56 establecimientos comerciales a través de todo el país (aunque hay quienes aseguran que son más). Sus ventas totales al año en territorio boricua son multimillonarias –entre las mejores de cualquier lugar del mundo– y emplea cerca de 14 mil personas, lo cual convierte al conglomerado en el detallista con mayores ventas y el patrono privado más grande del país (de hecho, es la tienda de ventas al detal más grande del orbe también). Este gigante mundial del comercio anunció la semana pasada el cierre de siete de sus tiendas (tres Super Ahorros y cuatro Supermercados Amigo) en Puerto Rico como parte de un plan de restructuración de sus operaciones globales. Si usted es de los que piensan que esta noticia es un golpe más a la ya muy alicaída economía boricua, aguántese ahí… Si se fija mejor, tal vez se dé cuenta que el cierre de estos mega comercios es una oportunidad para que el país emprenda nuevas maneras de producir, comerciar y distribuir riquezas.
Como se sabe, Walmart es una corporación estadounidense establecida en 1960 por Sam Walton. Sus principales accionistas hoy son los herederos de su fundador. La fortuna de la familia Walton ha sido estimada en al menos $125 millardos, lo cual es suficiente para pagar la deuda pública de Puerto Rico completita y aun así se mantendrían entre las familias más ricas del mundo. No obstante tanta riqueza, a la gran mayoría de sus empleados en Puerto Rico (y el resto del mundo), Walmart les paga salarios de miseria que muy probablemente a casi ninguno les alcanza para darle una calidad de vida justa, digna y razonable a sus familias. Mientras tanto, la familia Walton sigue recibiendo dividendos de sus ganancias en este mercado (y a nivel mundial) y cada día se hace más rica. En este sentido, sin menospreciar el impacto individual inmediato que los anunciados cierres tendrán en los empleados de los establecimientos concernidos, lo cierto es que las desiguales, irrazonables e injustas relaciones económicas entre los dueños de Walmart y sus empleados son razón suficiente para que el cierre de cuatro de sus Supermercados Amigos y sus tres Super Ahorro no le cause pena a nadie.
Encima de lo anterior, los tan cacareados 14 mil precarios empleos que supuestamente ha creado Walmart (la mayor parte de ellos a tiempo parcial y sin otro beneficio que no sea el salario mínimo por hora) han sido a costa de miles que se perdieron en los pequeños y medianos comercios que tuvieron que cerrar sus puertas porque no pudieron competir con una empresa que utiliza todo su poder económico y político para penetrar y acaparar el mercado y eliminar la competencia. En Puerto Rico hasta compraron a uno de sus competidores (Supermercados Amigo) y ahora anuncian el cierre de varios de esos establecimientos. Poco le importa al presidente de Walmart o a la familia Walton los 400 empleados que van a quedar sin trabajo. Como no están obteniendo las ganancias a nivel mundial que su gula por el dinero les exige (porque millones de dólares en ganancias tienen), cierran 269 tiendas que aparentemente no son rentables. Los seres humanos que perderán el mísero salario que le pagan (pero que en muchas ocasiones es su único sustento y el de sus familiares), pues que se las arreglen como puedan, me imagino que piensan el millonario consultor que aconsejó y el ejecutivo que tomó la decisión de cerrar ese preciso y exacto número de tiendas. Y miren que curioso, a esos padres y madres de familia que perderán su empleo, el malvado gobierno los ayudará con un cheque por desempleo, en lo que el hacha va y viene.
No obstante invertir millones de dólares en relaciones públicas para tratar de convencer a los incautos de que son una empresa socialmente responsable, como ven, Walmart representa lo peor que puede ofrecer el capitalismo. Es más, hasta desde la perspectiva de un buen capitalista, esta megatienda es mala para la economía. No estoy completamente seguro, pero me sospecho que en ninguna otra jurisdicción del mundo Walmart ha tenido una penetración y acaparamiento de mercado más anticompetitivo que en Puerto Rico. No que yo crea que la competencia debe ser el único e insustituible motor de una economía (está disponible también la mucho más noble cooperación, por ejemplo), pero si nos ceñimos a lo que dicen los textos básicos sobre economías de mercado, nada sería más positivo para la economía puertorriqueña que se rompiera el virtual monopolio que mantiene Walmart en el comercio al detal.
Siendo este el escenario, ¿no les parece irrazonable, injusto e inmoral que Puerto Rico le otorgue privilegios, beneficios o exenciones contributivas a Walmart para que reparta dividendos a manos llenas a sus accionistas sin aportar su debida y justa parte al pote que provee bienes y servicios públicos –como el cheque de desempleo que recibirán muchos de los empleados que despedirán gracias a los anunciados cierres– a los que no tuvieron la suerte de ser herederos de Sam Walton? No sé ustedes, empero, a mi modo de ver las cosas, al igual que sus relaciones económicas y políticas con la metrópoli, las relaciones comerciales y fiscales entre Puerto Rico y Walmart son una soberana cogida de tontos a los puertorriqueños.
No que sea el más optimista o positivo (por el contrario, soy bastante pesimista respecto al futuro de Puerto Rico), sin embargo, en lugar de lamentarnos o preocuparnos por el cierre de siete establecimientos comerciales propiedad de Walmart, el país en general, y los pequeños y medianos empresarios y los grupos comunitarios de autogestión en particular, deberían reconocer que la demanda por bienes o servicios existe independiente de ésta o cualquier otra mega tienda. Por lo tanto, lo sabio y sensato es asumir esta coyuntura como una oportunidad. Podríamos aprovechar la salida de algunos de estos buitres para establecer nuevas pequeñas o medianas empresas nacionales (o expandir las ya existentes) y desarrollar prácticas comerciales socialmente responsables, inspiradas por el comercio justo, la sana competencia y hasta la cooperación, en lugar de la competencia desleal y descarnada y del desmedido afán de lucro que inspira a los Walmart de la vida (y algunas empresas boricuas también). Puerto Rico no necesita empresas, ya sean foráneas o criollas, que promuevan el consumo irresponsable a la vez que acaparan el mercado para que el rendimiento de sus accionistas sea el máximo posible. Lo que este desencantado archipiélago necesita son empresas nacionales que generen un nivel de actividad económica que permita producir suficientes riquezas para que cada puertorriqueño disfrute una calidad de vida material justa, digna y razonable, pero que a su vez frene el consumismo depredador que nos ha legado el marketing y la voraz ambición por el dinero del capitalismo mundial.
¿Saben lo que sí es una pena? Que Walmart no haya anunciado el cierre de todas sus operaciones. Total, antes del año 1992 no había ni uno solo en Puerto Rico y el país funcionaba mejor que lo patético que luce en estos momentos. Ojalá hubiese podido darle un definitivo adiós, pues estoy convencido que si este rapaz centro de consumo regresa al mismo lugar de donde vino, Puerto Rico no lo va a extrañar. Al contrario, sería una gran oportunidad para comenzar a hacer mejor las cosas. De nuevo, ¡despierta boricua! Y grita conmigo: Waltmart go home!