El orgullo puertorriqueño y el nuevo progresismo de Nueva York
A principios del año expresé mis dudas sobre el futuro potencial del progresismo que trajo la victoria de Bill de Blasio como alcalde, y todavía mantengo dicha postura. Pero la política, como la misma vida, sigue evolucionando en formas impredecibles, y hasta el momento se puede decir que ese progresismo está creando algunos cambios. Por un lado, con los esfuerzos de la concejal Melissa Mark-Viverito, la segunda persona en los rangos de poder de la nueva Alcaldía, se hizo una investigación sobre corrupción de la Junta de Directores del Desfile Puertorriqueño que resultó en las renuncias de los que ocupaban esos cargos.
Ese fue el primer paso para cambiar la imagen del Desfile, que, aunque todavía es del disfrute de la mayoría, había caído su prestigio, siendo visto como una fiesta medio decadente debido a la influencia de corporaciones, particularmente las productoras de cerveza. La controversia del año pasado en torno a la cerveza Coors, que promocionó una lata especial para el Desfile pintada con la bandera puertorriqueña, y la protesta que generó, fue el impulso para la investigación del fiscal Eric Schneiderman. La nueva Junta, encabezada por Mark-Viverito, incluyó a mujeres distinguidas como la exsecretaria de Estado Lorraine Cortés-Vásquez, la exdirectora de El Diario-La Prensa Rossana Rosado, y Sandra García-Betancourt. Hubo críticas y se alegó que la nueva Junta que politizaba de nuevo el Desfile, pero el de este año, con nuevo énfasis en la cultura más que en las corporaciones, fue todo un éxito.
De hecho, la participación de René Pérez del grupo Calle 13 junto con Clarisa López, hija de Oscar López Rivera, fue una de las intervenciones más nacionalistas que se han visto en la historia del Desfile. A tal grado, que provocó ataques de la prensa derechista, acusando nuevemente a la concejal Mark-Viverito de favorecer a los «terroristas». Al lado de Mark-Viverito estaba marchando Adriano Espaillat, otra figura que simboliza el nuevo alineamiento de la política progresista en Nueva York.
Espaillat es de nuevo candidato contra Charles Rangel (la primera vez fue en el 2012) al puesto de representante al Congreso. El distrito del famoso Rangel ha cambiado en los últimos años debido al aburguesamiento del Harlem central, un viejo centro de poder para los afroamericanos, y la alteración de los límites del distrito, que favorecen un poco más a Washington Heights, ahora creciente centro de poder dominicano. En el último enfrentamiento entre ellos, Espaillat estimuló el sueño de ser el primer congresista quisqueyano, pero perdió en alguna medida, porque la mayoría de los políticos puertorriqueños apoyaron a Rangel.
Pero ahora figuras como Mark-Viverito y el presidente del condado del Bronx, Rubén Díaz, Jr., están alineados detrás de Espaillat, manifestando así un cambio de la política neoyorquina debido al triunfo de Bill de Blasio. Resulta que el partido independiente llamado Working Families Party, cuyos afiliados respaldan agendas más izquierdistas, pactaron con el gobernador centrista Andrew Cuomo, que al principio se opuso al programa de Blasio cuando comenzó en enero. Se dice que este trató de forzar a Cuomo para que adoptara parte de la plataforma del WFP, y que él estaba en el centro de las negociaciones.
De repente, la nueva alineación de política, tanto en la ciudad como a nivel estatal, se movió a la izquierda, y aprovechando, Espaillat ya no es necesariamente el candidato de los dominicanos o de los latinos, sino el de los nuevos progresistas. Para combatir a este movimiento, Rangel invitó a sus viejos amigos, los representantes Luis Gutiérrez y José Serrano, a que lo acompañaran en una conferencia de prensa la misma semana del Desfile. Y allí, a la sombra de una estatua de Malcolm X, Gutiérrez y Serrano insistieron en que con Rangel había mayor posibilidad para la reforma de las leyes de inmigración en Washington.
Aunque de cierta manera esta demostración tenía sentido, el mensaje del nuevo progresismo, que ya ha hecho tratos con el sindicato de los maestros y sigue apoyando salarios más altos para los trabajadores, puede favorecer a Espaillat. Sus ataques contra Rangel por sus lazos con el sector financiero y porque votó por revocar la separación establecida en la Ley Glass-Steagall entre la banca tradicional y las transacciones arriesgadas de valores, que muchos economistas dicen que otorga demasiado poder a Wall Street y fue responsable de la crisis del 2008. Por su parte, Rangel ha acusado a Espaillat de vender al pueblo con su voto porque se negó cobrar impuestos a los que trabajan en Nueva York pero viven en los suburbios.
Así, la política acomodadora del Partido Demócrata de los últimos veinte años se está descubriendo, porque claramente Espaillat y Rangel eran culpables de eso. Y aunque en la última encuesta Rangel sigue adelante, es posible una sorpresa cuando llegue el 24 de junio, día de la primaria. Si Espaillat gana, no sería solo el primer dominicano representante en Washington, sería también otro político con deudas a la nueva coalición progresista.
Hasta ahora, esta coalición ha trabajado nuevas alianzas, estableciendo más poder, mientras facilita cambios sustantivos para la clase media y los trabajadores. Algunos dicen que este estilo de política, formado también con otros alcaldes progresistas, potencia la capacidad para luchar contra la política derechista que está ahogando a Washington. Veremos cuánto puede alcanzar esta nueva política y cómo balanceará las exigencias del poder.