Cine: «Tiempos de amor: entre recuerdos y encuentros en la Gran Manzana»

Past Lives
Celine Song, la directora y guionista de este hermoso filme, nos presenta un drama liviano que devuelve a la pantalla un romanticismo que pensé se había perdido para siempre. Es su debut como directora, pero su alma parece haber estado detrás de la cámara por mucho tiempo. Se revela en su estilo, en las tomas que simplifican la relación del entorno a los sentimientos de los protagonistas. En otras palabra, se remonta al Romanticismo clásico sin ser melodramática ni sombría. Además, maneja a los protagonistas como dos pichones de Romeo y Julieta y, en vez de rivalidades familiares trágicas, las de ellos favorecen su “amistad”.
El filme abre con una toma de tres personas en un bar y se nos pregunta qué hacen los tres juntos. Dos son orientales y uno es (así lo describen) blanco. De ahí vamos en flashback a conocer a Nora Moon cuando se llamaba Na Young de 12 años (Seung Ah) y de 24 (Greta Lee). A Hae Sung de 12 años (Seung Min Yim) y de 24 (Teo Yoo). Y, en esa edad de preadolescentes, ya Hae Sung ama a Nora y ella a él. El romance es de ir a divertirse a los parques de recreo y de aguantarse las manos. Viven en Seúl, Corea del Sur, pero la familia de Na Young (Nora) emigra a Toronto y los dos pierden contacto.
Doce años después, en 2012, descubrimos que Hae Sung terminó su servicio militar y Nora emigró a la ciudad de Nueva York. Un día, Nora descubre en Facebook que Hae Sung había comentado en una publicación que estaba buscando a Na Young, sin darse cuenta de su cambio de nombre. Se vuelven a conectar a través de videollamadas pero no pueden visitarse, ya que Nora planea asistir a un retiro de escritores en Montauk y Hae Sung se mudará a China para aprender mandarín. Luego de muchas llamadas por computadora, Nora le dice a Hae Sung que deberían dejar de hablar por un tiempo, ya que ella quiere concentrarse en terminar de escribir una obra de teatro y que su vida en Nueva York es muy complicada. En su retiro, Nora conoce a Arthur Zaturansky (John Magaro) y se enamoran. Hae Sung también conoce a una mujer con la que comienza a salir.
Pasan doce años más, con Arthur y Nora casados y viviendo en Nueva York, Hae Sung, que ya no está con su novia, va a encontrarse con Nora en la Gran Manzana. Arthur se pregunta si él es un obstáculo en su propia imperfecta historia de amor, y le admite a Nora que albergaba sospechas de que Nora se casó con él para obtener el “green card” que necesita para la residencia en Estados Unidos. Nora afirma que lo ama.
La noche siguiente, los tres salen a cenar y volvemos al bar que inició la cinta preguntándonos cuál era el motivo de que los tres estuvieran juntos. Nos asombra que, al principio de la conversación, Nora traduce cada diálogo, pero eventualmente habla con Hae Sung exclusivamente en coreano. Se pregunta qué fueron el uno para el otro en sus vidas pasadas y qué habría pasado si ella nunca hubiera salido de Corea del Sur y hubieran permanecido juntos. Cuando Nora va al baño, Hae Sung se disculpa con Arthur por hablar a solas con Nora, pero Arthur dice que está contento de haberlo conocido.
El desenlace, lo dejo para que lo disfruten. ¿Qué sucede con un amor que no se ha olvidado? ¿Cómo influye en la vida el olvido? Mientras tanto, en este filme finísimo y sensible, en ningún momento se recurre al sexo, ni tan siquiera se nombra. Después de todo sabemos cómo es eso y no siempre hay que estarlo mostrando. Durante un recorrido de Nora y Hae por la base del puente de Brooklyn, en el trasfondo hay a veces parejas besándose. Pero mostrar ese tipo de intimidad es lejana a un amor sublime. Y, pensémoslo bien, que esté alejado del cuento muestra el juicio atinado de la directora: se llama buen gusto.