Vivir con menos y compartir más
¿Quién le pone el cascabel al gato y le dice al país la verdad?
Que hay que estudiar y trabajar, que ya no podremos depender de los cupones de alimento y de las migajas del gobierno imperial, que hay que legalizar las drogas para reducir el narcotráfico, que hay que comprar menos y ahorrar más, que hay que reducir la cantidad de autos en la carretera y planificar un sistema de transportación colectiva eficiente, que hay que comer menos en los restaurantes de comida chatarra y cocinar más nuestros propios alimentos y sobretodo, que hay que acabar con la mentalidad individualista y consumerista.Me temo que ningún político de carrera o analista político se atreverá aceptar públicamente que hemos vivido en una burbuja de consumo exagerado, en una mentira colectiva y que la única forma de echar adelante al país y al planeta, es vivir con menos y compartir lo que tenemos.
No se trata de un nuevo modelo económico, político o social, nada más.
Ni siquiera de la descolonización de Puerto Rico, máxima expresión de explotación del hombre por el hombre, similar a la esclavitud. Se trata de comenzar el proceso hacia una civilización superior, fundamentada en los valores humanos, la solidaridad y la cooperación.
Esta es una crítica constructiva que aplica a todos los partidos y movimientos políticos, a la sociedad civil y a los sectores intelectuales que a diario, se envuelven en la discusión pública de nuestros problemas, en los medios masivos de comunicación, repitiendo los mismos estribillos.
Todos se esfuerzan, analizando por pedazos nuestra realidad capitalista y colonial, pero ninguno aborda el asunto principal del consumerismo, porque es más facil envolverse en la crítica destructiva, tan de moda en Puerto Rico, que ir a la raíz del problema principal.
Con o sin pérdida de nuestro crédito ante los bonistas de Wall Street y la evidente quiebra económica del gobierno, la privatización de los servicios básicos, la debacle de la empresa privada, la asamblea constitucional de status, la crisis social, las huelgas y los paros de los trabajadores, al final tenemos que transformar la sociedad de consumo exagerado en que vivimos. Solo así podremos convertirnos en una sociedad productiva y solidaria, que rompa con la dependencia como estilo de vida, de la mitad de nuestra población.
Si el amor por el prójimo y la madre tierra, no prevalece sobre la avaricia, estamos abocados al precipicio, en Puerto Rico y en el planeta.
Yo tengo fe y visualizo un planeta en paz, humilde, bondadoso, compasivo y generoso,
donde la cooperación prevalezca sobre la competencia y vivamos en armonía con la naturaleza. El movimiento indígena de Bolivia, le llama “El Buen Vivir”.
Esa es la única alternativa para alcanzar la felicidad individual y colectiva.