De nada, poetísimos, reniego: / ni del rebudio entre los carismáticos, / ni del mirar a los recién nacidos / con la cara de la mónada de Munch, / ni de hacer el amor bajo el influjo / de los helicópteros de Stockhausen.
De nada, poetísimos, reniego: / ni del rebudio entre los carismáticos, / ni del mirar a los recién nacidos / con la cara de la mónada de Munch, / ni de hacer el amor bajo el influjo / de los helicópteros de Stockhausen.
No soy negra, y a la sazón tampoco madre. Ni clitórica, ni fálica, ni masturbadora. No soy bembona, afroimpregnada, rapada o rebelde; ni activista o transgresora, si eso es lo que se espera. Soy lo que no se espera. Y tampoco eso soy.
Hay otras que rozan el silencio y hacen un ruido… / Como el golpe de amarillo que ciertos robles estrellan / contra la carretera, y tú / como un sol duro castigando la vista con la camisa puesta.
Porque tus manos son la fuente / por la que manan todas las aguas / el mar, la gracia del cielo / los nimbos y las tormentas
Prefiero el musgo fresco de las cavernas a cualquier investidura de carroña. Por lo mismo me apego más al silencio profundo de los hocicos animales que a la podredumbre infinita de los abecedarios.
«un sudor hidrográfico dibuja / terso el torso / el istmo que nos une / tu cuerpo: mi (alie)nación (con)verso»
Lo que produce esta mano ahí. / Los engranajes humedecidos por mi deseo / Que quiere hacerse estructura / con tu carne / -por favor, no hablemos de espíritus ahora-.
El tiempo para ti es / una tormenta de arena / en las dunas de tu cuerpo / que no sabe esperar /
el tiempo para mí / es una semilla germinada / sobre mi cuerpo en reposo
Cuando se toma un tamarindo con la punta de los dedos y se parte, se abre, se remueve la cáscara y se coloca en la entrepierna, y se lame, se empuja con la lengua, se saborea y se retira la pulpa…
Tiemblan gemelos estos ojos cristalinos / cuando estiras un nombre desde el otro lado / para tañer la campana de mi tímpano. / Oigo tu voz por el teléfono / y está nevando.
En el oscuro bar de izquierda / -ya sin fuego nutrido en la mirada- / tu agitado rostro reluce / desde el póster de una pared. / ¡Es la huelga del 34 y gritas! / Pero descontextualizado…
«El árbol / socorría a la nueva madre / con su cría lazada al pecho / enternecida / se movía del árbol / a la fruta en su regazo»
«Quisiera narrarles que este pícaro alemán, / nacido en Boston, amigo de congressmen, / sirvió a Roosevelt, al káiser y en Guatemala / por fisgonear lo sacaron a la mala…»
«el amarre a sus espaldas / la lanza de combate / las cazadoras amarillas / sus flechas envenenadas / mujeres que desconocen el temor», Yolanda Arroyo Pizarro en su segunda entrega.
«aguacate yo mango tú habichuela / yo china tú grosella yo acerola / tú culantro yo clavo tú canela»
«En la dura molleja de las aves / hace en secreto el bardo gallináceo / su poesía digestiva. / ¡Tomar, entonces, todos este reflujo! / Y ¡Salud!»
«Miras largamente / el hilo que llevas en la mano / para medir cuánto queda de la vida / mientras deshilvanas cuanto queda de la muerte.»
«¿Se hará cada palabra roca caliza / arrojada en adjetivo a sus motivos? / Quizás esa sea la ruta del sosiego: / El amor a la vida: otra vez el fuego.» Esta temporada se une Rafah Acevedo a la sección de poesía.
El nuevo ciclo de relevos de poesía en 80grados inaugura con este poema de Yolanda Arroyo Pizarro.
Una lectura de las coincidencias sobre el tema del duelo, en los libros La moda negra–Duelo, melancolía y depresión, de Darian Leader y Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett.
Con este poema cerramos el primer ciclo de poesía de 80grados en el 2014. Gracias a los poetas Noel Luna, Yara Liceaga, Áurea María Sotomayor, Urayoán Noel y Mara Pastor por aceptar nuestra invitación.