El legado de Ana Guadalupe
La Universidad se enfrenta a grandes retos: insuficiencia presupuestaria, divisiones internas, reclamos de trabajadores, profesores y estudiantes y la necesidad de servir como agente de cambio de nuestro pueblo. El proceso de selección del nuevo rector o rectora debe tener como norte devolverle la esperanza al Recinto y la confianza de que es posible como comunidad enfrentar estos retos. El candidato o candidata seleccionada debe tener una trayectoria académica comprobada y saber mediar entre las tensiones que son parte integral de la vida universitaria, en particular en estos tiempos. Además, debe valorar por igual, los niveles de bachillerato y graduado, la enseñanza y la investigación, y ser capaz de promover la apertura y el consenso y contar con el apoyo de las organizaciones sindicales, de estudiantes y profesores.
El proceso de consulta actual nos ha dejado con solo dos opciones. Ninguna de las dos candidatas tiene la experiencia o las cualidades que requiere la posición. Una de ellas fue nombrada decana por la Rectora Ana Guadalupe. Sabemos que el Recinto cuenta con múltiples profesores y profesoras que tienen el perfil al que he hecho referencia: académicos comprobados, capaces de promover el diálogo, la inclusión y la generación de alianzas. Son académicos con una visión de la Universidad a la altura de nuestros tiempos, motor de la economía, la creatividad y la innovación.
Es por esto que se debe reabrir el proceso de búsqueda de candidatos y candidatas a la Rectoría. El Presidente de la Universidad debe asegurar que se cumplan con sus directrices: al menos tres candidatos y un consenso entre los distintos sectores de nuestra comunidad. No podemos dejar que una determinación administrativa limite nuestras opciones o conduzca a la selección de una candidata incapaz de aglutinar a la comunidad universitaria. No debemos permitir que el legado de Ana Guadalupe se perpetúe y determine la selección de nuestro próximo Rector o Rectora.