La última sesión de Freud
La conversación (que es ficticia, ya que nadie sabe con certeza si Freud y Lewis se conocieron) es profunda, pero no tanto que no se puedan seguir los argumentos a favor y en contra si se presta atención. Ser creyente o no, no debe de interferir con el análisis del espectador de lo que está sucediendo en la pantalla. La obra no es un intento propagandista para convencer a uno de una forma u otra. De hecho, la cinta tiene la entereza de mostrar que uno puede debatir temas profundos sin enojarse con el antagonista. Es uno de los mensajes subliminales del filme.
Por supuesto, esto es una película no un tratado teológico-filosófico y, en ella, a Freud le molesta mucho el reciente rechazo de Lewis de su propia corriente de ateísmo a favor del cristianismo, y muchos otros temas. Además, casi inevitablemente, surge en la discusión, precipitado por algo que ocurre en una de las pocas escenas que no ocurren en el estudio, el trauma de Lewis como veterano de combate de la Primera Guerra Mundial. Las escenas de la guerra ya las hemos visto en películas recientes como All Quiet in the Western Front, pero aquí
toman un significado psicológico que concuerda con quienes están conversando y a quién le está hablando Lewis. Este, luego de ser salpicado por la sangre de su amigo ahora muerto, cae en un hoyo junto al cadáver de un alemán: la muerte no elige bandos.
No se supone que el filme nos convenza a favor o en contra de los postulados de los dos personajes. Sus posiciones, si las quieren apreciar más allá del cine, están en sus libros y queda en sus lectores el llegar a un acuerdo. Lo que si no admite mucha controversia son las alusiones a J.R.R. Tolkien (si el de Lord of the Rings, etc.) y los Inklings. Esto me pareció curioso ya que están hablando de religión y sus postulados. Los Inklings fueron un grupo de discusión literaria informal asociado con J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis en la Universidad de Oxford durante casi dos décadas. Los Inklings eran entusiastas de la literatura que elogiaban el valor de la narrativa en la ficción y fomentaban la escritura de fantasía. ¿Nos está diciendo Freud que la religión es fantasía?
Hay en el trasfondo de los diálogos, y a la vista, las opiniones de Freud sobre el amor entre personas del mismo sexo. Concluimos que pensaba que cada cual es libre para amar a quien quiera. El asunto lo toca directamente ya que su hija Anna (Liv Lisa Fries) depende de él patológicamente. Y el director y guionista (Mark St. Germain) Matthew Brown nos han ido mostrando algunos detalles que sugieren que Anna es lesbiana. Finalmente, ella le presenta a su pareja, Dorothy Burlingham (Jodi Balfour).
Desde el comienzo, en muchas escenas, vemos a Freud consumiendo morfina con su wiski. En el filme, es para aliviar el intenso dolor causado por su cáncer oral. En realidad, era adicto a la cocaína, lo que despachaba (las adicciones) como “fijación oral”. Eventualmente la causa por su suicidio asistido (creo que fue pionero en eso también) fue su cáncer.
Las actuaciones de Anthony Hopkins y Matthew Goode son estupendas y brilla el guion. De las muchas películas que se han hecho de Freud mi favorita es la dirigida por John Houston de 1962, con Montgomery Cliff en el papel principal y un guion de Jean-Paul Sartre, titulada Freud: The Secret Passion. Esta ahora la acompaña.