Más allá de las puertas de los baños
Si los cristianos se reunían entre esqueletos y cadáveres, ¿por qué habríamos de avergonzarnos nosotros por reunirnos entre meadas y mierda? -Rodolfo Rivas
Alerta
A principios de noviembre del 2011 un grupo de compañerxs universitarixs nos sentimos convocadxs a abrir un espacio que nos permitiera explorar las masculinidades desde la teoría hasta la práctica política. Horas después de la marcha “Por una universidad segura”, que perseguía el objetivo de visibilizar las múltiples agresiones sexuales que suceden en el campus universitario y que la administración maneja desde su política de invisibilización, surgió el colectivo Varones Contra el Patriarcado (VCP). Entre las palabras, acercamientos de apoyo y críticas (algunas productivas, otras sin fundamento) a nuestra iniciativa, nos llamó la atención una en particular.Resulta que un compañero de clases estaba en desacuerdo con nuestra iniciativa (el colectivo VCP) y lo que él entendía eran nuestras propuestas de trabajo. En particular estaba en desacuerdo con una en específico: que nosotros queríamos que los baños fueran de todos y todas en común y que esto no podía ser porque los hombres y las mujeres somos diferentes. Lo interesante de su crítica, sin embargo, es que en aquel momento aún no habíamos hablado sobre ese tema en particular, ni en nuestras reuniones, ni en nuestras discusiones informales.
Hoy, al momento de escribir este breve ensayo, le doy mi más sincero agradecimiento a aquel compañero ya que su crítica fue una voz, un grito de alerta -¡carajo!- que pasó desapercibido; un PARE, una apertura para examinar ese espacio físico que desarrolla todo un andamiaje tecnológico para imponer una rigurosa pedagogía de género. Un imperativo que se sustenta mediante una implacable policía biopolítica cotidiana de la cual todxs participamos. Es decir, una policía que vigila el cumplimiento de las políticas de regulación de los cuerpos. Este escrito es un primer intento de repensar y rearticular aquella premonitoria crítica.
Me gustaría que estas líneas se leyeran como una propuesta contrasexual (en el sentido que Beatriz Preciado le da al término),1 una lectura crítica a las diferencias de género y de sexo que se legitiman como producto del pensamiento heterocentrado. Que se leyeran como una invitación para convocar cierta incomodidad cotidiana ante la pedagogía de género impuesta al cagar-mear, como una herramienta más ante las oleadas fundamentalistas de estos días, así como también, como una búsqueda para joder con la masculinidad.
Razonamiento espacial o recorrido (des)generado
No se nos pregunta si vamos a cagar o a mear, si tenemos o no diarrea, nadie se interesa ni por el color ni por la talla de la mierda. Lo único que importa es el GÉNERO. -Beatriz Preciado
Beatriz Preciado, en su breve artículo “Basura y género. Mear-cagar. Masculino-femenino” nos brinda las herramientas de un razonamiento espacial de la arquitectura de los baños para seguirle la pista a la pedagogía de género que su estructura reafirma. Pedagogía que busca sustentar y codificar los roles de la masculinidad y la feminidad y perpetuarlos a través de diversas estructuras, en este caso, los baños. Nos invita a cuestionarnos cómo esos espacios de gestión de la basura corporal se convierten en cabinas deterministas del género, y a su vez, en una tecnología discriminatoria de coherencia política. El dibujo de la puerta exige transparencia. ¡Que se note lo que hay en la entrepierna! Además, exige adecuación a los referentes genéricos: correspondencia entre el letrero y la entrepierna. Por otra parte, y con lecturas muy afines, Ricardo Llamas y Paco Vidarte nos recuerdan cómo esta estructura arquitectónica logra la convergencia de lo público con lo más íntimamente privado, un espacio en que “lo más secreto se comparte azarosamente con cualquiera”. Con cualquiera que tenga acceso al mismo baño: “[e]l único requisito de acceso es la adecuación de género: la representación de la masculinidad como signo de una particularidad anatómica”.2 Lxs autorxs están en acuerdo con la lectura de cómo las tecnologías de género tras el discurso de la higiene regulan el acceso y la mirada.
No es casual que la nueva disciplina fecal impuesta por la naciente burguesía a finales del siglo XIX sea contemporánea del establecimiento de nuevos códigos conyugales y domésticos que exigen la redefinición espacial de los géneros y que serán cómplices de la normalización de la heterosexualidad y la patologización de la homosexualidad. En el siglo XX los retretes se vuelven auténticas células públicas de inspección en las que se evalúa la adecuación de cada cuerpo con los códigos vigentes de la masculinidad y la feminidad. En la puerta de cada retrete, como único signo, una interpelación de género: masculino o femenino, damas o caballeros, sombrero o pamela, bigote o florecilla, como si hubiera que entrar al baño a rehacerse el género más que ha deshacerse de la orina y de la mierda.3
Así se nos devela la diferencia entre los baños como espacios de pedagogías de género a partir de una biopolítica de adecuación, de transparencia y de encasillamiento, y los baños como tecnologías de higiene. Preciado nos recuerda cómo operan y cómo esa estructura responde a ese rehacer del género donde el baño designado a las mujeres se vuelve un espacio mucho más privado que el de los hombres.4 Inclusive, señala esa línea divisoria del espacio público y privado al interior del baño de los hombres, donde la prótesis arquitectónica de los urinarios configura ese espacio de apertura y sociabilidad frente al encerramiento del inodoro donde la masculinidad se pone en cuclillas y asiste a la posibilidad de utilizar-abrir el culo.
Aquí me interesa rescatar las puertas de los baños de una de las barras favoritas de lxs universitarixs en Río Piedras: El Refugio. Son baños pequeños, codificados para que los use un cuerpo con su debida adecuación genérica. La puerta que designa el baño de las mujeres cubre la totalidad del marco, hay un encierro privado, un ocultamiento. Mientras, y a falta de más inodoros o urinarios que permitan la sociabilidad, el baño designado a los hombres posee dos aperturas. Si eres lo suficientemente alto, tal vez puedas aprovechar la apertura superior para mantener una conversación con quien espera en la fila afuera o con quienes juegan dominó. Eso sí, todos tienen el privilegio de responder a ese diálogo y mandato de la masculinidad con los otros, ese diálogo con el tercero, con el cual se reafirma la masculinidad. Entra riéndote con la cerveza en mano, deja que la puerta caiga, párate frente al inodoro y separa bien esas piernas. ¡Que se enteren que está por fuera, que tal vez estés bebiendo y a la vez charlando con él próximo en la fila! Pero, ¿cómo reaccionarían lxs espectadorxs antentxs ante las cuclillas si se diera el caso? Y más si las cuclillas cumplen con las esxpectativas de tiempo/esfuerzo que toma el mear.5 ¿Cómo? La pregunta queda abierta.
Ahora bien, quisiera recuperar la preocupación del compañero de clases. Si bien podemos reconocer cómo en las pasadas elecciones generales se manifestó la presión e importancia que van teniendo los debates de género en la política pública del país, también lo podemos hacer con las oleadas fundamentalistas que se han levantado en los últimos meses. Ante esto podríamos decir que su voz de alerta fue más precisa aún. En estos tiempos de entrelazamiento de muchas crisis, los reclamos fundamentalistas pululan desde su espacio más moralista y conservador: su miedo al cuerpo, a los cuerpos y su sociabilidad. Vale aquí reconocer su puntualidad para identificar estos espacios de opresión donde cotidianamente recitamos el género, donde aprovechan para armar ficciones identitarias que necesitan para sustentar la violencia intrínseca de sus fundamentalismos y de su mundo hetero-capitalista-patriarcal. En este sentido, la alerta nos funciona para estar despiertxs ante la cruzada política que podrían atravesar los baños como terreno de enfrentamiento (o como señalaran Llamas y Vidarte: “[e]stamos ante el pariente pobre del Territorio. Su otra cara.”).
La política de las cuclillas: mear con el strap-on bien puesto
Ante la posibilidad de esta cruzada y la espera de casi dos años de respuesta a mi compañero de clase, me parece que es necesario tomar cierta ofensiva. Beatriz Preciado alerta:
“[n]o vamos a los baños a evacuar sino a hacer nuestras necesidades de género. No vamos a mear sino a reafirmar los códigos de la masculinidad y la feminidad en el espacio público. Por eso, escapar al régimen de género de los baños públicos es desafiar la segregación sexual que la moderna arquitectura urinaria nos impone desde hace al menos dos siglos…”.6
Creo necesario abrir el espacio para propuestas de transgresión y desestabilización, para conseguir maneras de rearticular el espacio de los baños y escapar a través de una pedagogía militante contrasexual. Es decir, mediante la creación de nuevas maneras de comprender y habitar el cuerpo y vivir el género que le hagan frente a las pedagogías heteronormativas y a los efectos naturalizadores de su discurso. Una pedagogía contrasexual que se articule desde un desaprender/reaprender de género.
Ahora bien, esta no se puede atar solamente a una convocatoria abierta a prácticas transgresoras en la cotidianidad. Me parece que podemos recuperar un comentario importante de Llamas y Vidarte, donde además de recuperar los ritos y mitos de la comunidad gay a través de los urinarios, proponen una posibilidad de apertura a subvertir una actividad banal.
El rito tiene, nadie podría negarlo, un componente moral preciso que define en términos restrictivos las situaciones de intimidad entre los hombres (cuerpos). Al haber un fundamento moral en la organización de una actividad tan básicamente banal, existe también la posibilidad de una subversión que convierta el programa mingitorio en algo completamente distinto y esencialmente desestabilizador. El acto se convierte entonces en el origen de una situación todavía más turbadora. Y es precisamente allí donde la hetero-masculinidad(-femineida
Esta propuesta de Llamas y Vidarte nos llevaría a plantear, sin salir del baño, el vínculo de las dinámicas relacionales de los cuerpos en los baños y la ideología heterosexista de género.8 Su lectura contempla que los baños funcionan como válvulas de escape a “las cotidianas contenciones a las que los gays se ven abocados” por los prejuicios homofóbicos. En nuestro caso, y al recuperar estas perspectivas, me parece que nos convendría hacerle frente a ese miedo al cuerpo desde una política de afinidad, que proponga la sociabilidad en espacios que cumplen una función refinada en la pedagogía de género heteronormativa, como lo son los baños, para ejercer incomodidad, ante los reclamos morales y fundamentalistas, para de este modo generar una pedagogía militante desubicada desde la rearticulación yreapropiación de estos espacios.
Es decir, abrir una convocatoria a las manadas9 a empuñar esa escritura desde la diferencia en la cotidianidad que “trata del poder para sobrevivir, no a base de la inocencia original, sino sobre la de empuñar las herramientas que marcan el mundo y que las marcó como otredad”.10 Las fotografías que acompañan este escrito, y las acciones que documentan, buscan abrir ese espacio de propuestas y problematización de estos espacios donde se reproduce la pedagogía heteronormativa de género, son estrategias para desestabilizar los espacios que pretenden enseñarnos a ser hombres y mujeres “straight”.
Sentarnos en sillas de playa frente a los lavamanos y tener una conversación, mear en cuclillas, pararnos frente a los urinarios y dejar que el strap-on cuelgue un rato, asumiendo así posturas contrasexuales11, utilizar a la inversa los códigos de identificación en ambas vías o hacer caso omiso de ellos. Rescatar la parodia como arma política. La tercera imagen de este escrito se acerca a la búsqueda de generar otros usos a los urinarios y al momento de sociabilidad que convoca. Se prende un cigarro, se saca el strap-on y se lee unas páginas, se le da el culo al urinario para buscarle otro uso. No tiene que ser este, puede ser cualquiera, como a la larga puede ser ninguno. La imagen número dos (o “el carnaval de las manadas”) asume como referencia esa convocatoria que la Ética Marica de Vidarte nos convida. Ocupar el espacio ante tanta gente neo-conservadora e incomodar; habitar el espacio de maneras diversas, hacer del baño una nueva geografía de sociabilidad abierta, que no limite, pero sobre todo, que no imponga adecuaciones genéricas. Asumir la problematización cotidiana como tarea colectiva; exponenciar las posibilidades de generar nuevas pedagogías.
Este breve ensayo y las fotografías que le acompañan, se acogen a la búsqueda de políticas de la afinidad, de rearticulaciones constantes y de generar nuevos usos de espacios, cuerpos, prácticas y significantes. En este caso, la búsqueda de desnaturalizar los baños de manera cotidiana desde una pedagogía de género otra. Una pedagogía contrasexual para atajar ese miedo al cuerpo, un desestabilizador de imposiciones que busca la rearticulación de “los códigos de la masculinidad y la femineidad” en “registros abiertos a disposición de los cuerpos hablantes”.12 Una invitación a joder políticamente con las pedagogías heteronormativas de género, a descodificar esas exigencias de transparencia que la arquitectura de los baños impone, a buscar nuevos usos que hagan colapsar y empujen al desuso la ficción política de segregación y adecuación en estas geografías donde la convergencia de lo público y lo más íntimamente privado abre el espacio de un terreno para desaprender imposiciones y ensayar otras posibilidades. Es decir, una invitación a asumir una política cotidiana contestataria y portavoz de una pedagogía contrasexual, que consiga esos cortocircuitos dentro de la cotidiana tranquilidad de estos espacios de regulación de cuerpos. Condensar, al momento de ir a los baños, estrategias de problematización al pensamiento heterocentrado. Poner en jaque sus referentes de transparencias de diversas maneras, como lo busca la propuesta de la segunda imagen. Lanzar al desuso su entendido heteronormativo, en fin, ¡qué los baños ya no sean baños!
- Beatriz Preciado, Manifiesto Contrasexual (España: Anagrama, 2011). [↩]
- Ricardo Llamas y Francisco Javier Vidarte, Homografías (España: Espasa Calpe, S.A., 1999), 21. [↩]
- Beatriz Preciado, “Basura y género. Mear-cagar. Masculino-femenino” Recuperado en abril 2013: http://www.hartza.com/basura.
htm [↩] - Para ver el análisis completo de cómo operan estas supuestas tecnologías de “higiene”, ver el artículo citado en la nota anterior de Beatriz Preciado. Específicamente, sus comentarios sobre las prótesis arquitectónicas dentro de las figuras de los baños. [↩]
- Aunque debemos recordar que con esto se puede jugar. Las noticias de los últimos meses nos comprueban “científicamente” que en la Facultad de Ciencias Naturales son expertxs. [↩]
- Preciado, “Basura y género…” [↩]
- Llamas y Vidarte, Homografías, 21-22. Huelga decir, que añado los paréntesis para buscar hacer maleable sus propuestas y traerlas al terreno de hacerle frente al miedo del cuerpo por lxs fundamentalistas. [↩]
- Resulta interesante contrapuntear o complementer el análisis de Llamas y Vidarte con lo que Slavoj Žižek articula como una triada geográfica para demostrar la presencia de la ideología en el modo en que la tecnología recoge la mierda en este corto video. Slavoj Žižek, “Toilets and ideology” Recuperado en abril 2013 de: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=AwTJXHNP0bg [↩]
- Itziar Ziga, Devenir Perra (España: Melusina, 2009) Término acuñado por Ziga donde propone la manada como la convergencia de identidades subversivas, desde la parodia y la estética como política. [↩]
- Donna Haraway, Manifiesto Ciborg: El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado, (Trad. Manuel Tulens) Recuperado en abril 2013 de http://webs.uvigo.es/xenero/profesorado/beatriz_suarez/ciborg.pdf. [↩]
- Valdría aquí aclarar que esta práctica toma de referencia la propuesta de Preciado en su Manifiesto Contrasexual, donde asumiendo la plasticidad de la noción de suplemento de Derrida, propone que es el dildo el que antecede al pene y no viceversa. [↩]
- Beatriz Preciado, Manifiesto Contrasexual (España: Anagrama, 2011), 26. [↩]