Negligencia criminal
La explicación es tan simple que sobrepasa el entendimiento y desafía la credulidad. Miles de niñas y niños, mujeres y hombres durmiendo en el piso habiendo abundancia de catres. Envejecientes e infantes necesitados de pañales habiendo estibas de éstos pagando renta por almacenamiento a un empresario / inversionista político. Y esa es la clave: RENTAS PARA EL GOBIERNO Y CONTRATOS PARA DONANTES DEL PARTIDO. La evidencia indica que el director despedido y otros/as funcionarios/as sabían de los almacenes. Por eso uno de los alcaldes salió de la reunión indignado, porque sabía que su partido podía suplir necesidades inmediatas y no lo hacía por ser cómplice de un esquema engañoso. ¡Siete almacenes! ¡Siete! Tenía que ser un secreto a voces.
Una tuitera comentó: “No reparten el agua para que se compre. Lo mismo con los catres, pañales, etc. Capitalismo salvaje.” Tiene razón parcial la tuitera. Pero no se trata sólo de capitalismo salvaje, se trata de GOBIERNO MENDAZ. Se trata de la maldad encarnada. Yo también me equivoqué, esto no es simplemente una kakistocracia (gobierno de los peores). No, el gobierno está integrado por bandas de delincuentes de cuello blanco, mafias que cobran rentas y sobornos y dispensan contratos como recompensa a sus secuaces. Los integrantes de estas mafias son los congéneres civiles de los torturadores de infames dictaduras militares como las de Augusto Pinochet y Jorge Videla. A diferencia de aquellos torturadores, los nuestros se disfrazan de abogados/as, ingenieros/as, “expertos/as” y legisladores/as e invocan constantemente a Dios. Al igual que aquellos torturadores, acusan a todos los que les critican de agitadores, ateos, comunistas, chavistas, etc. Así, disfrazados de gente buena, torturan a los “más vulnerables” privándolos de las necesidades básicas y apropiándose de las ayudas Federales convertidas en rentas y contratos. El Colegio de Ingenieros ofrece inspeccionar las escuelas públicas gratis a un gobierno quebrado, pero la gobernadora contrata contribuyentes de campaña para esta labor.
Nosotros, el pueblo, intuimos el engaño y el pillaje. Por eso los damnificados armaron sus propios refugios y los no damnificados nos desbordamos llevando ayuda. No es que el gobierno nos haya desamparado, es que la clase política –la cleptocracia, la kakistocracia– nos tortura y se lucra de nuestra desgracia. No hay palabras para describir mi indignación y las que encuentro no son publicables. Concluyo, entonces, con uno de esos pensamientos anónimos que encuentra uno en la Internet: “El bosque seguía muriendo, y los árboles seguían votando por el hacha. Ella era astuta, los había convencido de que por tener el mango de madera era una de ellas.”