Nominado documental «The Missing Picture» a Mejor Película Extranjera
Hoy en día se podría tener la percepción pública e ingenua de que el cine se trata de las ficciones que vemos mayoritariamente en nuestras salas de cine, excluyendo al documental, que desde sus inicios forma parte intrínseca del séptimo arte.
A tan solo unas horas de celebrarse los premios Óscar, otorgados por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, para premiar “lo mejor” del cine del 2013, resalta que una de las cinco películas nominadas a la categoría de Mejor Película en Idioma Extranjero es un documental (“The Missing Picture”, de Camboya) que compite de tú a tú con otras cuatro ficciones en la misma categoría, (“The Broken Circle Breakdown”, de Bélgica; “Jagten”, de Dinamarca; “La gran belleza”, de Italia y “Omar” de Palestina).
Aunque pudiera considerarse esto una anomalía, ya son muchos los premios cinematográficos internacionales que han roto los límites entre la ficción y el documental, como por ejemplo, en el Festival de Cannes (considerado por muchos como el festival de cine más importante del mundo) que, no tan solo pone a competir en la misma categoría máxima a documentales y ficciones indistintamente, sino que en dos ocasiones ha premiado con la Palma de Oro a la Mejor Película a un documental: “El Mundo del Silencio” (1955) de Jacques-Yves Cousteau y Louis Malle y más recientemente en el 2004 a “Fahrenheit 9/11” de Michael Moore. También así el prestigioso Festival de Venecia, que justo en su pasada edición de 2013 premió con el León de Oro a la Mejor Película al documental “Sacro Gra” de Gianfranco Rosi.
El hecho de que estos premios hagan evidente que el cine es tanto ficción como documental es solo un pequeño ejemplo de algo que incluso pudiera verse con mayor fuerza y es que el documental y la ficción van de la mano sin opción de soltarse.
¿Hasta qué punto un documental es una ficción? A pesar de que desde el mismo comienzo del cine lo que se filmaba era considerado por algunos como documental, el largometraje “Nanuk, el esquimal” (1922) de Robert Flaherty es considerado por muchos como el primer documental de la historia. Muchos expertos lo rechazaban como tal porque, entre otras cosas, Flaherty no se limitó a filmar la realidad sin alterarla, tal como hacían los hermanos Lumière, en donde la cámara parecía captar una realidad ajena al hecho de ser observada, sino que manipuló los elementos a observarse como si de un director de ficción se tratara, haciendo que el sujeto observado recreara costumbres propias de tiempos pasados pero que ya no se realizaban, con la intención, no de mostrar la vida de los esquimales tal y como la veía, sino de mostrar cómo imaginaba su modus vivendi antes de ser invadidos por la cultura occidental. Esto se conoce como ficcionalización en el documental; algo aún debatido por los puristas del género.
La ficcionalización, aceptada ya académicamente como un instrumento dentro del documental, propone un punto de encuentro con una realidad que aparentemente solo puede proyectarse cinematográficamente de esta manera. En el caso de “Nanuk, el esquimal”, la ficcionalización fue lo que le permitió a su director documentar un suceso aparentemente “extinto”. Hoy en día esto se hace más evidente por la conciencia generalizada de lo que una cámara de cine o video realiza. Ya la mayoría de las personas sabemos que, si somos grabadas, ese material puede ser observado por [email protected] y esto condiciona nuestro comportamiento ante una cámara, ocultando aquello que no queremos que sea observado y proyectando aquello por lo que queremos ser recordados, haciendo en ocasiones de la ficcionalización un instrumento para la representación de una realidad que de otra manera, tal vez, no pudiera observarse.
Este planteamiento de la realidad condicionada al ojo que la observa y lo ilusorio de la realidad misma nos lleva a preguntarnos, ¿una película “puramente” documental no será también una ficción? ¿Y en el caso de las ficciones, acaso no son también documentales?
Si bien es cierto que la ficción, así como la literatura y el teatro, es el medio del que muchos autores se han valido para mostrar la realidad y en muchas ocasiones aquello que quiere ser ocultado, la mayoría de las ficciones reflejan, no tan solo pensamientos y conductas, sino también formas de vida, como la vestimenta, arquitectura, modos de transportación, etc., lo que la vuelve documental de sus tiempos. E incluso, aquellas películas que no están directamente atadas a la realidad desde los aspectos más obvios, no dejan de reflejar una cierta “verdad poética” reveladora. Por tanto, soy de los que considero que muchas ficciones son más documentales que los documentales y ciertos documentales más ficciones que las ficciones.
Muchas películas entrecruzan las formas y estructuras a tal punto que son consideradas abiertamente como docu-ficciones y muchos cineastas a lo largo de la historia han hecho experimentaciones sorprendentes con “ambos géneros”. Pero independientemente del punto de vista que tengamos respecto a este tema, no deja de ser fascinante el que una película pueda ser de gran impacto indistintamente de ser un documental o una ficción y que cualquier premio, como los Óscar, Cannes o Venecia, así lo manifieste.
Ante esto toca preguntarnos, ¿serán las exhibidoras conscientes del potencial del cine en su sentido más amplio? Actualmente, en la televisión el documental tiene mucho más espacio de difusión que en los cines. Ha sido casi inevitable la utilización del documental como forma de identificación con el público, así como de análisis de nuestro entorno. Pues el cine, ya sea abiertamente una ficción o un documental, es un instrumento para observarnos como si de un espejo se tratara, siendo pieza fundamental en el fortalecimiento de la autoestima colectiva y de los procesos evolutivos como pueblo.
Mucho hay que educar sobre este tema en las escuelas, las universidades… y aprovechar ese instrumento tan extraordinario que es el cine y el audiovisual en nuestro tiempo, siendo esto apenas una provocación para una reflexión mucho más amplia. Exhortamos a las distribuidoras y exhibidoras de nuestro país a romper aún más los surcos divisorios entre los documentales y las ficciones y a dar la oportunidad al público de volar cinematográficamente desde un espectro más amplio. Lo agradeceremos.