Venecia, por ejemplo, es siempre imaginaria / Isla de Pascua es pura otredad imposible de / convocar en mi cocina / Nueva York es un ininterrumpido Estar / y París es ese lugar desde donde nunca se regresa
Venecia, por ejemplo, es siempre imaginaria / Isla de Pascua es pura otredad imposible de / convocar en mi cocina / Nueva York es un ininterrumpido Estar / y París es ese lugar desde donde nunca se regresa
Me quedo con tus manos repletas / de ampollas por las hormigas / que se colaban en el huerto / y la cicatriz en tu ceja / de aquellos días de diciembre.
Un trago de luz te deja ver / cosas que te oscurecen, / las copas te ahogan, / como golpes de nieve / te dejan yerto, / cuelgan cerrojos del espíritu.
Dolor del color de la raíz país / color del dolor del país raíz / Futuro furibundo resultado / de los dados / de la mano que gozó por nosotros / cuando el previo embrión / no supo lo que decían los números del fuego
Dejé mi recado en el lomo de un árbol. / Los árboles no tienen lomo, / pero en materia de palabras “lomo” / es tan curiosa como “heno” / y hubiese sido ridículo escribir / “dejé mi recado en el heno de un árbol”.
Estacionados en el sosiego / de una tregua que insiste en fugarse / volvemos a custodiar la fe / indagando el suelo.
Estoy cansado de pensar las cosas, / arrojar piedras desesperadas / que no trascienden / el arco de la gravedad, / lanzar relojes al fuego / para verlos morir dando la hora…
Agarré el lápiz con fragilidad en todas partes, / cambié la dirección del remitente / a “intermitencias” / y lo abandoné a su suerte junto a tu puerta.
Soy un sepulturero / Trabajo una lápida digna / para toneladas de páginas / Otro algún día vivirá en la necrópolis / Otro leerá fechas nombres / familias amigos generaciones
Por crear ese país del recuerdo / nos fuimos del país. / Desocupamos la casa / y llevamos trazos y trizas / de una imagen en llamas.
en algunos días de lluvia / me provocan un dolor en los huesos / como el frío a los enfermos / muchas veces las / vi en varias mujeres / y quise volver
“¿Acaso te lo quitabas para saludar?” / “Lo dibujé en mi mano para que no se me olvidara.” / “Yo olvidé el camino de vuelta.” / “Yo me aprendí un avestruz para ti.”
Ojalá me toque una ventana / del edificio de una modesta avenida / donde pueda conspirar / contra el invierno, trasnocharme / poetizando incertidumbres / y amando a quienes dan / el pan que no les sobra.
Quedo aquí / porque el tiempo muerto requiere estudio y testimonio / bondad / No hay lección / Entonces surgen las palabras incondicionales y desnudas
Es tarde, / a pesar de las bombas / que sacuden / a los hombres dormidos / en la estación de trenes / y los cuerpos flotantes / que impiden / el movimiento de los barcos
Dejé el espacio para el texto en blanco— / su apreciación de mi trabajo poético / es que “es una herida de mi tiempo”, / aunque no sé si escuché bien.
Arriba me esperaban las cumbres borrascosas, / una plenitud de recámara, puertas idénticas, / la asfixiante confusión de los números contiguos.
No por eso anduve a solas la urbe entera, / no por eso negué los mapas, / ni por eso quise descolgar la esperanza de las paredes / pues la hallé en el gesto anónimo / devuelto por la isla que alguna vez / me tendió su luz irremediable.
El nuevo ciclo de relevos de poesía en 80grados inaugura con Tres poemas de Eduardo Lalo.
El régimen genocida de Rafael Leonidas Trujillo / enmienda su Constitución en el 2013 y anuncia / que lanzará a la frontera de Ounaminthe, / una vez más, incluso a aquéllos / que pronuncian correctamente la palabra perejil.
¿Qué hacer? / Destruir el orden social / que obliga a los desposeídos / a venderse a los ricos. / Escucho una voz repetirlo. / Sale de mi cafetera.