El Vocero: miedo, hipocresía y mentira
Editorial de El Vocero: No a la marihuana
Es difícil discutir en contra de la ciencia. El conocimiento científico basado en hechos empíricos debería brindar argumentos, si no inquebrantables, muy difíciles de cuestionar. Sin embargo, esto es precisamente lo que ocurre en la nación más poderosa del planeta: aun con amplia evidencia empírica, los consorcios empresariales de la energía y el petróleo argumentan que el calentamiento global a causa de la industria en cuestión es una ficción impulsada por ambientalistas fanáticos.No me interesa contribuir a esa discusión –si algunas de las más impresionantes mentes de nuestra época, como DeGrasse Tyson, Hawking y Bill Nye, tienen problemas arguyendo con evidencia empírica, cualquier aportación que yo haga sería torpe en el mejor de los casos. Ahora bien, traigo esto a colación por sus semejanzas y paralelismos en torno a la legalización de la mariguana. El Vocero, para sorpresa de pocos, ha emitido un contundente “NO” a la legalización de la mariguana, una yerba que crece naturalmente en casi todas las áreas del planeta. Sin entrar en la paradoja de la soberbia humana al declarar plantas (y seres humanos – inmigrantes) como ilegales, no me puedo quedar callado y permitir que El Vocero se lucre del miedo y la mentira.
Sin considerar un sinnúmero de tecnicismos semánticos (por ejemplo: “La droga es veneno”. O sea, ¿la aspirina es veneno? Es una droga, ¿no?), hay que cuestionar las intenciones de El Vocero al cultivar el miedo y la mentira sin fundamentos empíricos. Parecería que el editorial en cuestión se hubiera escrito hace 60 años, ya que no presenta ningún argumento fatulo que no existiera para entonces. La verdadera ironía yace en que los editores tilden de “ilógico, cínico e irresponsable” el argumento a favor de la legalización de la mariguana, mientras utilizan ellos mismos unos argumentos ilógicos, cínicos e irresponsables.
Veamos; los editores aluden constantemente a los conocimientos “históricos” más sin embargo, demuestran una amplia ignorancia sobre los factores históricos que llevaron a las autoridades a incluir a la mariguana en la famosa ley que desató la susodicha Prohibición del alcohol en los EEUU. Dicha inclusión no se debió a razones fundamentadas en la ciencia, sino en presiones económicas. Las industrias de textiles -principalmente la del algodón– y la industria del petróleo cabildearon incesantemente en contra del «cáñamo», el cual era utilizado ampliamente en la manufactura de textiles, sogas, etc., como también en aceites combustibles usados para iluminar las vías públicas de la época. No fue hasta que se manipuló a la prensa para incluir el uso de la mariguana durante crímenes violentos, que la mariguana adquirió fama de ser perjudicial para la salud. La propaganda a la que aludo es parte de la historia –véase “Reefer Madness” y demás productos de la época.
Pero nuevamente, no me interesa volver a argüir cuestiones que llevan más de 70 años establecidas en el récord público. Prefiero confrontar al editorial directamente. Los apologistas de la mariguana, alega El Vocero, se amparan en la antes mencionada Prohibición del alcohol. Nada más lejos de la realidad. Las organizaciones que han estado vinculadas a la despenalización y legalización de la mariguana no han utilizado dichos argumentos hace más de 50 años. Peor aún, el editorial alega que la mariguana es algo “intrínsecamente malo”, lo cual no podría fundamentar aún si así lo desease. A diferencia del alcohol y el tabaco, los estudios que podrían detallar innumerables males asociados a la mariguana simplemente no existen. En más de cien años, aún las autoridades norteamericanas solo han tenido un argumento en torno al porqué la mariguana es mala: the gateway drug. O sea, que la mariguana es mala básicamente porque introduce al que la consume al peligroso mundo de las drogas ilícitas, y por extensión a la cocaína, la heroína, etc. El problema de este argumento es que la mariguana es un gateway drug precisamente porque es ilegal. O sea, que si se legaliza, se elimina el peligro principal de la mariguana.
De hecho, los beneficios médicos de la mariguana son incuestionables. ¿O será que El Vocero difiere del gobierno federal, el cual actualmente permite su uso medicinal en muchos de los estados de EEUU? Desde la depresión hasta el cáncer, la mariguana forma parte del protocolo de tratamiento de cientos de condiciones médicas. Volvemos, pareciera que El Vocero tiene otra información y no la quiere compartir. En realidad, sin embargo, lo único que tienen es miedo. Pero bueno, la literatura sobre los beneficios de la mariguana es tan numerosa, que de nada nos sirve entrar en eso ahora; basta con decir que El Vocero decidió ignorarla. La pregunta es, ¿por qué? Pero más sobre eso luego.
Dice El Vocero: Si legalizamos la marihuana mañana, hay dos cosas que sin duda ocurrirán. Primero, aumentará considerablemente su consumo. Esa es la consecuencia indiscutiblemente validada por toda experiencia histórica. Segundo, es probable que el crimen organizado deje de traficar con ella, pero ello no reducirá el crimen. Los narcotraficantes sencillamente traficarán con otras cosas, igual que hicieron cuando se legalizó el alcohol.
Número uno, no sé a qué “experiencia histórica” se refieren, pero les someto esta “realidad histórica”: En el estado de Colorado, donde se legalizó recientemente, no se han registrado aumentos significativos en su consumo, pero sí se registró una reducción en crímenes a nivel estatal. ¿Será porque los arrestos a causa de la posesión de la mariguana eran tan numerosos en Colorado, como lo son todavía en Illinois? A saber, veamos qué nos dicen las estadísticas de Colorado más recientes:
«Violent Crime Down Since Colorado Legalized Marijuana», All Gov, 6/10/2014
Aparentemente, la “experiencia histórica” a la que alude El Vocero es de una historia paralela. Pero no tenemos que usar solo las estadísticas de Colorado; también Portugal, Holanda, Uruguay, México y muchos otros países han experimentado resultados similares. Nuevamente, ojalá El Vocero hubiese nombrado sus fuentes en torno a la famosa “experiencia histórica” a la que se refiere, pero sospecho que no existe.
Las mentiras continúan acumulándose: Pero de todos los argumentos en favor de la legalización de la marihuana, el que encontramos más repugnante es el que sugiere que deberíamos hacerlo para ahorrarnos el dinero que hoy en día tenemos que emplear en la lucha contra su trasiego.
Luego de estas palabras, el editorial apela a un sentimentalismo hipócrita y se rehúsa a ponerle “…precio a la posibilidad de que [nuestros jóvenes] tengan un futuro digno en su vida”. La batalla contra el tráfico de mariguana ha funcionado para una sola cosa: la militarización de la policía. Sin las estadísticas en torno al consumo de la mariguana, la cual se consume copiosamente a través de todas las esferas sociales, los departamentos de policías no podrían justificar dicha militarización. La realidad es que cuando mencionan que el consumo de drogas ha llegado a proporciones “epidémicas”, solo se refieren a la mariguana. Mientras se ha registrado uno que otro aumento pequeño en el consumo de drogas fuertes –heroína, cocaína, metanfetaminas cristalizadas– esos números son muy pequeños en comparación con la mariguana. De hecho, está comprobado que el cigarrillo causa más problemas de salud que todas las otras drogas combinadas. Le sigue el alcohol. Pero como ambas son legales, no sirven para justificar la “guerra contra los narcos” que a su vez sirve para militarizar la policía.
Esto de por sí es un grave error. La policía está para proteger y servir a la ciudadanía, no para participar en guerras ni combates militares. El resultado lo vemos en Ferguson, MO. Y si Ferguson nos ha enseñado algo, es que el problema afecta a toda la nación. Muchos sitios en línea, como www.policestateusa.com/, detallan el fracaso total de dicha militarización en EEUU. Tal vez sea muy tarde, ya que la cultura militar ha permeado las fuerzas policiacas de occidente, pero no por eso debemos tirar la toalla.
Volvamos sobre las palabras de El Vocero: La pregunta fundamental que nos plantea cualquier propuesta de legalizar la droga, incluso la marihuana, es cómo puede el Estado, después de décadas de argumentar que la droga es veneno, justificar su libre comercio—o, peor aun, proveerla el propio Estado—porque nos cause frustración nuestro propio fracaso en combatirla y por el enorme costo que representa luchar contra ella.
En otras palabras, El Vocero no puede concebir cómo alguien pueda admitir que ha estado equivocado. Ya no es cuestión del futuro de nuestros jóvenes, es más bien un asunto de orgullo: Admitir mis errores, ¿yo? ¿Pero estás tú loco? O sea, mejor seguimos endeudándonos para militarizar a la policía y continuar una lucha que ha resultado ser imposible de ganar. Si eso no es ilógico, cínico e irresponsable, pues yo no sé qué es.
Sin embargo, aunque me gustaría pensar que El Vocero simplemente falla como cuna de periodistas, estos argumentos me preocupan porque demuestran, si acaso, que las realidades históricas, los hechos y la responsabilidad están completamente ausentes. Demuestran un nocivo y dañino rechazo de los fundamentos periodísticos. Ya no se trata de brindarle al público periodismo, ahora es puro entretenimiento, baile, baraja y botella. No es casualidad que en EEUU los mejores ejemplos de periodismo se encuentren en manos de comediantes, mientras que los centros noticiosos están llenos de parlanchines fomentando el miedo y la desconfianza en el prójimo.
El narcotráfico y la adicción a drogas peligrosas componen las dos caras de una vil moneda que le roba el futuro a una multiplicidad de individuos y familias. Catalogar a la mariguana como una droga peligrosa es una falta de respeto a la inteligencia de los lectores y una mentira destructiva que solo sirve para alimentar el voraz apetito de las fuerzas policiacas por cualquier tecnología militar. Los factores sociopolíticos que han contribuido a demonizar la mariguana son complejos. Descriminalizar el consumo de dicha planta es una necesidad a estas alturas. Los intereses corporativos que han colaborado con su estatus de ilegal solo han logrado perjudicar a la ciudadanía.
En cuanto a los intereses de El Vocero, aparentemente no son periodísticos ni nada tienen que ver con las verdades. Un editorial como este delata una afinidad con ciertos intereses corporativos que se lucran con la llamada “guerra contra el narcotráfico” y peor aún, delatan un inequívoco endoso a la militarización de la policía.
Entonces, si no es una cuna de periodistas, puede que sea un nido, ¿pero de qué?