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Inicio » Mara Negrón

Let’s pretend “como si” estuvieras

Bernat TortBernat Tort Publicado: 22 de junio de 2012



“The statement ‘I [You] am [are] alive’ is accompanied by my [your] being dead, and its possibility requires the possibility that I [you] be dead; and conversely.” Jacques Derrida—Speech and Phenomena [mis tachaduras y mis corchetes]

“‘Let’s pretend’ […]  Es una frase quimérica. Se trata de una frase que produce sueños quiméricos y que altera el yo que la dice, que la pronuncia. Es una frase que pertenece a una de las modalidades del ‘como si’.” Mara Negrón—“Well, you can be one of them, and I’ll be all the rest”

Mara, el miércoles en la mañana, no sé por qué, me dio con pensar en la relación entre la compañía y la academia. Porque muchas veces he pensado que ser académico es tener voluntad de soledad.  Es un hecho de la vida académica, de la vocación intelectual, que mientras más leemos, sabemos y pensamos, más solos nos vamos quedando.  No porque lo queramos, sino por necesidad; no porque uno desee ese destino, sino porque ocurre inevitablemente y lo sabemos de antemano, por eso digo “voluntad de soledad”. Claro que, según Séneca, los muertos nos hacen compañía, formamos parte de una comunidad casi infinita y añadimos años (siglos incluso) a nuestra vida leyendo e integrando la sabiduría del pasado. Siguiendo esta lógica hasta sus últimas concecuencias, nos hacemos inmortales chupándole vida a los muertos, a sus libros;  pero, de nuevo, nos convertimos en una suerte de vampiro intelectual, un Lestat que requiere de un Louis para no enloquecer en su inmortalidad.  Por ejemplo: ¿Con cuánta gente puedes hablar de tú a tú sobre Lispector? ¿Con cuánta gente sobre Derrida, sobre Cixous? ¿Sobre tantos otros temas que a través de los años te han cautivado y sobre los cuales no pudiste evitar entriparte hasta el exceso?  Es por esto que cuando encontramos un interlocutor, no lo queremos soltar: es como si nos regalasen un hermano (“no hermanos, más bien hermanas”, como Alicia y su hermana jugando a pretender ser reyes y reinas, como dijiste tú—en otro contexto, claro está—en tu prefacio a tu traducción de El porvenir de la profesión o La universidad sin condición).  Es un regalo.  Es por eso que te escribo—creo—porque me desperté ese miércoles agradecido de tenerte como amiga y compañera intelectual.

Sabes que no me había fijado, pero releyendo mis columnas para 80grados me percaté de que las atraviesas de la primera a la última.  Desde “¿Universidad burocrática o universidad sin condición?” sobre el Programa de Mujer y Género, pasando por “Por una Universidad Comunista” donde te usé de ejemplo de intelectualidad, en “Democracia, irracionalidad y violencia” donde te usé de epígrafe, hasta “Tetas y terror” que lo escribí para ti.  No te lo dediqué, sin embargo, y me arrepiento profundamente, porque sé que tu posición sobre el velo y las burkas es más matizada y compleja que la mía y no quise comprometerte con mis palabras; te quise dejar espacio, pues: ¿quién critica a alguien que le dedica un texto a uno?  (Interpreté tu silencio bajo la misma como un toallazo que me tiraste—por amistad.)  Aun así, te pido disculpas por no dedicártela.  Pero nada, que habrá muchas oportunidades más de dedicarte textos y de discutirlos contigo.

¡NONONONO…NO…NO…NO!!!

No sé, nada, que aunque suene clichoso te agradezco que estés ahí para hablar conmigo sobre el feminismo, lo ético, lo político, la indignación, la violencia (o el malestar o incomodidad como prefieres llamarla), la deconstrucción, sobre la muerte del autor, sobre el velo, y sobre tantas otras cosas que componen nuestras conversaciones.  No sé porqué, repito, me desperté con nostalgia de ti esta mañana también, “como si” apremiara decirte esto, “como si” no pudiese esperar para mañana.  Incluso me acordé de la primera vez que te vi ¿recuerdas?  Probablemente no, eras profe primeriza, me diste un curso de literatura moderna y contemporánea—no recuerdo qué parte (dimos Frankenstein).  Recuerdo que éramos todos cerdos y tú tirabas tus perlas con un entusiasmo, con…no, no era amor a la sabiduría lo que te movía, era mas bien… como si no estuvieses allí presente, como si habitaras el “espacio” de la différance, como si vivieses “entrelíneas”, en el subtexto de tu propia palabra.  De hecho, comenzaste el curso sacando tres libros.  Tres versiones de Frankenstein: el original en inglés, y dos traducciones, una en castellano y otra en francés (tu adorado francés).  Perlas, puras perlas, y nosotros cerditos intentando agarrar lo que pudiésemos con nuestras pezuñas—algo, espero, haber atrapado.  Recuerdo, cerdito al fin en ese entonces, pensar que tu clase era una pérdida de tiempo (no tenía las herramientas para comprenderte, me las estabas dando tú), que ¿qué posible lección o conocimiento podría salir de comparar tres traducciones de un mismo libro? (Me da vergüenza admitirlo, haber sido aquel cerdito).  Estudiante de filosofía al fin, jaquetón y arrogante, obsesionado con el Sinn (sentido) pensaba que: un perro, is a dog, c’est un chien.  El tiempo te ha dado la razón y me ha transformado, con tu ayuda, las pezuñas en manos.

¡NOPUEDESERNOPUEDESERNOPUEDESER…NO PUEDE SER!!!

No me daba cuenta en aquel entonces de lo que me enseñabas, y tú, derridiana al fin, dabas esas clases “como si” las dieras en el porvenir. Enseñabas, como enseñó Derrida, “como si” abriendo camino a “lo que podría tener lugar mañana”. El presente, el nuestro, el de tus estudiantes, no parecía preocuparte mucho.  Dabas clase como Nietzsche escribía:

“Este libro [curso] pertenece a los menos. Tal vez no viva todavía ninguno de ellos.  Serán, sin duda, los que comprendan mi Zaratustra [Cartago]: ¿cómo me sería lícito confundirme a mí mismo[a] con aquellos a quienes ya hoy se les hace caso? –Tan solo el pasado mañana me pertenece.  Algunos nacen de manera póstuma.”—Nietsche—El anitcristo [mis tachaduras y corchetes]

Pero quiero corregir.  No es que el presente no te preocupa.  Todo lo contrario.  Es solo que no te preocupa en cuanto que presente; te preocupa en cuanto que germen del futuro.  Recuerdas las últimas oraciones de tu comentario a mi columna “Por una Universidad Comunista”: “Pero lo que más me provoca es ese llamado a salir del burgués que nos habita.  Y te digo que sí y suscribo… a lo que sea”.  (Derrida se hubiese deleitado con ese “a lo que sea”, lo hubiese desenvainado, desmarañado; lo hubiese dejado al sol para que madurase, y luego saborearlo lentamente.  Yo hoy, sin embargo, no logro quitarle un barniz de nostalgia y melancolía; no sé porqué—de verdad que no).  Creo que es ese “a lo que sea” lo que te caracteriza como intelectual.  Es una disposición temporal revolucionaria, una voluntad de radicalidad, lo que te movía como a los autores que leías, como le dijiste a Saldaña:

“Desearon y escribieron para transformar el mundo que les rodeaba. Es quizá la única razón, o al menos la más excelsa por la que se pueda uno encerrar por voluntad entre cuatro paredes a escribir.” Mara Negrón—“Epístola a José M. Saldaña”

¡PUÑETAPUÑETAPUÑETA…PUÑETA…NO, NO, NO…!!!

Nostalgia pura, me perdonas, no sé qué me pasa hoy.  Hasta me acordé que de no ser por ti, no hubiese podido hacer mi performance en el MAC.  Te fui a pedir chavos, como directora del Programa de Mujer y Género, y sin titubeos me los diste. Gracias de nuevo. Espero poder reciprocarte algún día…

¡¿SEMURIÓSEMURIÓSEMURIÓSEMURIÓSEMURIÓ…SE…MURIÓ?!!!

Decía Cicerón que filosofar es aprender a morir y a Derrida no le gustaba esa frase, decía que prefería aprender a vivir, pero hay algo de ambas, ¿no?  ¿No son dos caras de la misma moneda?  Estamos siempre, sobre todo los filósofos, viviendo para la muerte, hacia el futuro, hacia el ideal de auto-responsabilidad, de zafarnos de todo el bagaje, la herencia esta que nos constituye la piel.  O lo que es lo mismo, intentando siempre aprender a vivir, buscando nacer cada día con ojos y manos nuevas, con espíritu nuevo.  Esa es tu labor incesante ¿no? Por eso insistes tanto en el horror, el terror y la abyección.  Son paradas inevitables de ese viaje hacia la muerte/vida, hacia salirnos de este mundo, en pos de otro que construimos (ese que tú no paras de construir con tus textos).  Tener voluntad de vivir fuera de lugar [hors-lieu] es una suerte de voluntad de muerte ¿no?

SEMURIÓMARASEMURIÓMARA…SE MURIÓ MARA…

En un texto que Badiou escribió, en ocasión de la muerte de Derrida—y perdona que esté hoy oscuro, pero la muerte hoy me ronda la cabeza, no sé porque—dijo algo que me parece pertinente respecto a ti y tu trabajo:

“Derrida accepted that the experience of the world is always an experience of discursive imposition.  To be in the world is to be marked by discourses, marked even in our flesh, body, sex and so on.  Derrida’s thesis, Derrida’s conclusion, the source of Derrida’s desire is that, whatever form that discursive imposition may take, there is a point that escapes that imposition, and that we can call vanishing point [point de fuite].  I think that, here, the expression has to be taken in the most literal of senses.  A vanishing point is a point which, of course, flees the rule of the dispositif of imposition.”

¿No es tu trabajo, sobre todo tus columnas sobre la mujer y la democracia, la indignación, el coraje…la puesta en práctica de ese intento de huir de este mundo, de encontrar la grieta por la cual se quiebra? “On that basis, the interminable work of thought, or of writing, is to locate that point.” Pero teniendo claro que: “Locating it does not mean grasping it. Because grasping it would destroy it.  And so long as it is vanishing, you cannot grasp it. […]  [W]hat is grasping a fleeing [fuit]?  Not grasping that which flees, not at all.  But grasping fleeing qua vanishing point.” [Badiou]  Pero creo que estabas al borde de ir más allá de Derrida. De reclamar el derecho a pensarlo todo, a decirlo todo, a publicarlo todo; creo que estabas llegando a plantear el deber de hacerlo todo, de llevar la indignación a sus últimas consecuencias.  Por eso te leía siempre, o más bien para eso—no sé. Pero esa transición hay que hacerla con cuidado, ese cuidado que tú mejor que nadie sabes tener, para no recaer en los discursos que queremos abandonar.  Como decía Badiou:

“But you still have to restrict the space of your walking in order to get as close as possible to where it flees.  You must, in other words, be as close as possible to that which excepts itself from any place, to that which stands hors-lieu. Deconstruction actually consists in so restricting discursive operations as to allow the space of flight to be located, as in cartography, by saying: the treasure is there…or, the spring is there…What is disappearing is there…but, softly, softly…otherwise the treasure will be stolen…” Alain Badiou—Pocket Pantheon

No sé Mara, divago, sé que te quería decir esto para algo, pero se me escapa, siento que hoy hay algo que se me escapa, lo quiero bordear, perseguir con cuidado, en silencio, para no espantarlo.  Te quiero hablar bajito, no sé porqué…

MARANEGRÓNESTAMUERTA…MARA NEGRÓN ESTÁ MUERTA…

¿Está mal usar la filosofía para esconderse, velarse; para justificar no decir lo que no se puede decir?  Pienso en la relación entre tu cuerpo de trabajo y tu cuerpo—divago de nuevo.  ¿Cuál es la diferencia entre un cuerpo de pensamiento y un cuerpo pensando?  ¿Cuál es más real?  ¿Dónde se conectan estos dos?  Creo que el lugar donde se encuentran lo he atestiguado en las graciosas contradicciones de tu cuerpo académico.  Cualquiera que te conozca sabe que eres la cortesía y la civilidad encarnadas, y sin embargo, tu cuerpo, tu cara, siempre te traicionan.  Cuando participas en mesas de discusión y paneles esperas pacientemente tu turno, pero tu cara, tu cuello, tus ojos, tu boca no.  Cuando alguien dice algo que te parece atroz tus cejas suben mientras abres repentinamente los ojos, sube tu barbilla y echas para atrás tu cabeza, se expone tu largo cuello y dejas ver—se te sale—un “smirk”.  Luego regresa tu cabeza a su sitio, suben tus hombros y gesticulas al público—no sé si involuntariamente—como diciendo “bueno pero…”. Finalmente, bajas la vista y de tu boca salen balbuceos bajitos con el comienzo de tus argumentos, y los anotas en un papel…y esperas tu turno.

¡AHHHHHHH…AHHHHHHH…AHHHHHHH!!!

Tu cuerpo, tu cuerpo…Soñé, no sé SI SÉ por qué, que Ernesto, despertado en sudores no podía parar de repetir la cita de la Eneida que sirve de epígrafe a tu novela: “¿Sin ficciones no han de unirse mis manos a las tuyas, ni habré de oír tu voz ni hablar contigo?”

¡AHHHHHHH…AHHHHHH…Ahhhhhhhhhhhh… se murió mara, se murió…!!!

No sé SÍ SÉ, NO ME SIENTO BIEN. Así que ‘Let’s pretend’, al menos un ratito más, que estás ahí, déjame escribir en tu columnas “como si” me fueses a contestar, déjame interpretar tu demora “como si” estuvieses distraída, muy ocupada.  “Let’s pretend”, porque Rubén no se lo cree… “let’s pretend” que Ernesto—¡Ay Ernesto!—tiene más tiempo de ti, que le da tiempo a prepararse para tu ausencia… Porque estamos todos aturdidos…porque no puedo—nadie puede—decir: se murió Mara.  Porque todavía te hablo a ti “como si” estuvieras…

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Mara Negrón


Bernat Tort
Autores

Bernat Tort

Es filósofo, ateo militante, artista y performero. Posee un doctorado en Filosofía de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid con una tesis sobre la naturalización de la fenomenología. Es profesor en el Departamento de Filosofía y en el Programa de Estudios de la Mujer y el Género de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es reconocido localmente por su práctica del performance, en la cual se destaca la integración del cuerpo, el discurso feminista y filosófico y el diálogo con el vocabulario estético de las vanguardias artísticas de principios del siglo veinte. Ha escrito sobre diversos temas de arte, performance y teatro contemporáneo, filosofía de la ciencia, feminismo, lo queer y el comunismo contemporáneo. Dedica su tiempo libre al desarrollo de una nueva propuesta ético-política de izquierdas para el siglo veintiuno a la cual denomina "comunismo queer".

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