En medio de tanto revuelo ante a la crisis de certitud, insto a hacernos expertos en los mecanismos de producción de la mentira. La verdad hace rato que dejó de hacernos libres.
En medio de tanto revuelo ante a la crisis de certitud, insto a hacernos expertos en los mecanismos de producción de la mentira. La verdad hace rato que dejó de hacernos libres.
Oponerse a la junta y al andamiaje de partidos tradicionales no son hechos incompatibles. Juntarlos en un solo llamado es mortal para el status quo. Por eso llueven los editoriales de resignación y obediencia.
Este pequeño universo habla, o más bien, susurra la irritabilidad que le produce saberse parte de una historia sin eventos. Quisiera ser saludablemente esquizofrénico para escucharlo.
Acampar en la felicidad, aunque sea la trillada representación de la emoción provisional y contingente, es, en todo caso, la estrategia que garantiza mayor estabilidad e ilusión plena.
Es frente a esa lógica de mucha celebración y poco producto de resistencia que no puedo dejar de poner mueca frente a la admiración boricua al fenómeno Podemos.
En Port Kembla, New South Wales, la comunidad desafía al propio aparato que los expulsa. Hablemos de la muerte como nuevo gran espacio de resistencia.
Mi punto sería que aquí hay algo más, y que en esta temporada que abrió con el carcelero Oso y cierra con la Ley en Santurce, se barajean síntomas de fisura interna en los paradigmas de diseño.
El Oso Blanco es para muchos de nosotros parte de una “autobiografía fundacional”, aunque lo experimentáramos a 50 millas por hora. Con apenas permitirnos re-encontrar el edificio desde el paso sosegado del peatón, mucha de la belleza que hoy algunos disputan se hace evidente.
No es el Oso Blanco lo que se enfrenta aquí, esta causa es tan sólo el indicador más reciente, lo que enfrentamos ahora mismo es el divorcio entre el gobierno y los intereses del País.
Pero hasta la línea dura disfrutaba de Borders, como me disfruto hoy escribir estas líneas desde el enclave de futuro y ciencia ficción en el que estoy metido, que será mi objeto de estudio, postal del futuro que intento manejar como crónica del espacio y análisis de su despliegue cotidiano.
Hoy, más que unidad y consenso, propongo la profanación, el desafío y la abierta disensión, lo que sea que traiga el corto-circuito y el definitivo punto de inflexión que descarte viejas prácticas y redefina ámbitos de lo superfluo como nueva urgencia e irrefutable prioridad.
Si algo tienen estos blockbusters televisivos es que entrenan al público americano, y al del resto del mundo que es tan adicto como yo, a aceptar una nueva ética.
Le decimos adiós a la economía cuando la crisis es el estado permanente de la vida, frente al cual no existen métodos racionales de medición, ni protocolos confiables de resolución.
Frente a un acantilado, nadie debe echar pa’lante, aunque se lo pida la presión de grupo a través de una canción, salvo que en el fondo los puertorriqueños alberguen una inconsciente pulsión de muerte.
Esto no es un cuento limitado al estado de la arquitectura y los arquitectos en Puerto Rico; esto es un estudio de caso de la peor crisis, la crisis narrativa.
Mi punto es defender la supremacía de lo fantástico en la medición de aquello que contabilizamos como calidad de vida en la ciudad.
Ya puedo escuchar los contra-argumentos de las cosas maravillosas que están pasando, de las nuevas generaciones que se avecinan (cual retórica de “niños índigos”), de la negatividad y la queja “que nos destruye”.
Habría que decirles, en overkill desmesurado, que sus carreras políticas no sobrevivirán complaciendo a las mayorías del pasado, sino a las del futuro, que están en plena formación.
En el vecindario feisbuquiano donde jangueo diariamente no he ocultado el registro emocional que ha traído esta decisión, calculada tanto como alocada, de colocarme en sabática extendida en el continente-isla australiano.
No digo que el pueblo sea ingenuo, tampoco sabio, pero sí digo que está tan agobiado y cansado de su orfandad política que prefiere la pasividad del espectador antes que expresar la más importante queja que un público pueda articular.
Nuestro alegado ingreso a la globalización primermundista se dio en formas similares a la arquitectura del aeropuerto, de lo concreto gravitamos al revestimiento de una pared hueca, cuya solidez es tan solo un truco de articulación.