En la actualidad, cuando el nombre de Sigmund Freud resuena, mi mente divaga hacia su nieto, el pintor Lucien Freud, un retratista magistral del siglo XX. A pesar de reconocer las habilidades de Freud como escritor y filósofo, este filme no aborda sus deficiencias científicas, sino que se centra en una adaptación teatral de Mark St. Germain. La trama se desarrolla principalmente en el estudio de Freud, recreado con maestría por el director escénico Taine King. La conversación ficticia entre Freud y C.S. Lewis, centrada en Dios y la fe, destaca la habilidad de debatir sin hostilidad. La película, más que propaganda, explora profundidades psicológicas, tocando temas como la guerra y las creencias religiosas. Las actuaciones de Anthony Hopkins y Matthew Goode brillan, respaldadas por un guion excepcional. Frente a otras películas sobre Freud, esta se suma a mis favoritas, junto con la dirigida por John Houston en 1962.